Basado en: Martyn Percy, “Anglicanism,” en The Oxford Handbook of Christmas, ed. Timothy Larsen (Oxford: Oxford University Press, 2020), 153–66.

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Introducción: Más allá del muérdago y las luces de colores.
Cerramos los ojos y la imagen aparece casi por instinto: el calor de una chimenea, el aroma a pino y canela, el sonido de villancicos familiares y las risas de los seres queridos. La Navidad moderna es un refugio, una temporada cuidadosamente curada de paz, generosidad y nostalgia. La asociamos con reuniones familiares, la alegría de los niños al abrir regalos y un sentimiento general de buena voluntad que parece envolver al mundo, aunque sea por unos pocos días.
Sin embargo, esta imagen pulcra y sentimental es una invención sorprendentemente reciente. Detrás del brillo de las luces y el papel de regalo se esconde una historia mucho más salvaje, un torbellino de subversión social, prohibiciones teológicas y audaces reinvenciones culturales. Antes de convertirse en un pilar de la vida familiar, la Navidad fue una época de disturbios caóticos, fue declarada ilegal por los cristianos más devotos y fue moldeada por una deliberada fusión de lo sagrado y lo profano. A continuación, revelaremos cinco verdades impactantes que cambiarán para siempre tu forma de ver esta festividad, demostrando que su verdadera historia no es un cuento de hadas, sino una épica de conflicto y adaptación.
1. Antes de los villancicos, había disturbios: La Navidad como una temporada de subversión social.
Hoy pensamos en la Navidad como una época de orden y piedad, un momento para reforzar los lazos familiares y comunitarios. Pero durante siglos, fue exactamente lo contrario. Lejos de la piedad que le atribuimos, la Navidad premoderna consagraba el exceso como un principio fundamental, una liberación socialmente aceptada de las penurias del año. Era una temporada de «inversión social» carnavalesca, ruidosa y a menudo violenta, el único momento del año en que las estrictas jerarquías sociales se ponían patas arriba, dando lugar a un caos sancionado.
El concepto central era la subversión de la autoridad. Las reglas y prohibiciones normales se suspendían, y los roles se invertían simbólicamente. Un campesino podía ser coronado como el «Señor del Desgobierno» (Lord of Misrule), una parodia del verdadero señor del feudo, mientras que los amos eran presionados socialmente para servir a sus sirvientes. Esta inversión se manifestaba en prácticas que hoy nos parecerían desconcertantes.
Prácticas de una Navidad Salvaje:
- Wassailing (Ir de parrandas): Esta tradición no era un simple intercambio de villancicos por chocolate caliente. El wassailing era una forma de ritualizada renegociación del poder en una sociedad feudal rígida. Grupos de campesinos, a menudo envalentonados por el alcohol, entraban «sin ser invitados a las casas de sus superiores socioeconómicos con demandas de favores y golosinas». La famosa línea del villancico, «danos un poco de pudin de higos; no nos iremos hasta que lo consigamos», no era una petición cortés, sino una amenaza velada. Para los pobres sin tierra, la amenaza de la violencia era la única palanca de poder que poseían. Si el dueño de la casa no proporcionaba comida y bebida en abundancia, corría el riesgo de que la visita se tornara hostil. Era una forma de mendicidad agresiva, una redistribución forzada de la riqueza donde la caridad no se pedía, se exigía.
- Mumming (Mascaradas): El disfraz era un elemento central del caos navideño. Conocido como mumming, implicaba el uso de máscaras y disfraces para ocultar la identidad y burlarse de la autoridad establecida. Hombres se vestían de mujeres y mujeres de hombres (una práctica conocida como cross-dressing), y los sirvientes se ataviaban como sus amos. Un niño podía ser vestido como un obispo, ridiculizando el poder eclesiástico. Estas mascaradas permitían a la gente común actuar con una libertad que normalmente les estaba vedada, criticando a sus superiores sin temor a represalias inmediatas.
- Exceso Generalizado: La Navidad premoderna era sinónimo de exceso. El consumo desmedido de alcohol y comida era la norma. Las crónicas de la época describen la temporada como una excusa para la «borrachera, el juego y la alegría desenfrenada». El historiador Stephen Nissenbaum señala que el «chambering», un eufemismo para la fornicación, era una práctica común. Con la llegada de la Revolución Industrial y el crecimiento de las ciudades en el siglo XIX, esta tradición de desorden público evolucionó. La ruidosa celebración carnavalesca se transformó en algo más siniestro: «disturbios de la temporada navideña» y, en algunos lugares, «violencia de pandillas urbanas».
La Domesticación del Caos.
Esta historia de desorden es significativa no solo por su contraste con el presente, sino por lo que nos dice sobre la creación de nuestra Navidad moderna. La festividad que celebramos hoy, centrada en el hogar, la infancia y la piedad, no es una evolución natural de estas antiguas costumbres; es una reacción deliberada contra ellas. Durante el siglo XIX, las élites sociales y religiosas, alarmadas por el desorden y las crecientes tensiones de clase exacerbadas por la industrialización y la pobreza urbana, iniciaron un esfuerzo consciente para «domesticar» la Navidad. La transformaron de una celebración pública y caótica en un evento privado y familiar. La paz y el orden que hoy damos por sentados no son la esencia original de la Navidad, sino el resultado de una exitosa campaña para suprimir su pasado más anárquico y reconfigurarla como un baluarte de la estabilidad social.
2. La primera «guerra contra la Navidad» fue librada por cristianos devotos.
En el discurso público contemporáneo, la idea de una «guerra contra la Navidad» suele evocar imágenes de fuerzas seculares que intentan eliminar las referencias religiosas de la esfera pública. Sin embargo, la ironía histórica es monumental: la primera y más feroz campaña para abolir la Navidad fue liderada, no por ateos o secularistas, sino por algunos de los cristianos más devotos y fervientes de la historia: los puritanos.
Durante el siglo XVII, tanto en Inglaterra como en sus colonias de Nueva Inglaterra, celebrar la Navidad no solo estaba mal visto, sino que era un delito.
- En Inglaterra: Tras la Guerra Civil Inglesa, el gobierno puritano liderado por Oliver Cromwell prohibió en gran medida la celebración de la Navidad entre 1649 y 1660. Consideraban que la festividad era una invención católica (y por tanto, papista) sin base bíblica y una excusa para la inmoralidad que buscaban erradicar.
- En las Colonias Americanas: La prohibición fue aún más estricta. En la colonia de la Bahía de Massachusetts, fue ilegal celebrar la Navidad desde 1659 hasta 1681. Cualquiera que fuera sorprendido celebrando, ya sea festejando, evitando el trabajo o de cualquier otra manera, se enfrentaba a una multa de cinco chelines. La ley fue finalmente derogada, pero la hostilidad cultural persistió. Hasta bien entrado el siglo XIX, la Navidad era un día laboral normal en Nueva Inglaterra. Las escuelas y los negocios permanecían abiertos, y la mayoría de las iglesias no ofrecían servicios especiales.
¿Por qué los puritanos odiaban la Navidad?
La objeción puritana no era una simple cuestión de austeridad; estaba profundamente arraigada en su teología y su visión del mundo. Para ellos, prohibir la Navidad era un acto de purificación religiosa.
- Pagana en su Origen: Los puritanos eran estudiosos rigurosos de la Biblia y sabían que las Escrituras no mencionan la celebración del nacimiento de Cristo en una fecha específica. Reconocían que el 25 de diciembre estaba vinculado a festivales paganos del solsticio de invierno, como las Saturnales romanas. Para ellos, superponer un significado cristiano a estas celebraciones no las «bautizaba», sino que corrompía la fe cristiana con rituales paganos, una abominación a los ojos de Dios.
- Una Excusa para el Vicio: Los puritanos no estaban equivocados al observar el caos que rodeaba la Navidad. Veían las celebraciones no como una expresión de alegría piadosa, sino como una licencia para el desorden moral. El reverendo Increase Mather de Boston, una de las figuras religiosas más influyentes de la colonia, se quejó amargamente en 1687 de que la Navidad era una temporada de:
- Su hijo, Cotton Mather, se hizo eco de estos sentimientos, describiendo cómo la celebración estaba marcada por la «lascivia y la licenciosidad». Para ellos, prohibir la Navidad era una forma de proteger la moral pública y la pureza de la Iglesia contra la depravación.
La Ironía Histórica.
La historia de la prohibición puritana ofrece una perspectiva fascinante sobre los debates actuales. Revela que la tensión entre lo sagrado y lo secular en Navidad no es una invención moderna. Más irónicamente, demuestra que los argumentos para «mantener a Cristo en la Navidad» tienen un precedente histórico en el que los cristianos más celosos argumentaban exactamente lo contrario: que la única forma de honrar verdaderamente a Cristo era eliminar por completo la celebración. La primera «guerra contra la Navidad» fue, en esencia, una guerra civil cristiana sobre el alma misma de su fe.
3. Una fusión deliberada: La estrategia de la Iglesia para «bautizar» las fiestas paganas.
Una crítica común a la Navidad moderna es que ha sido «corrompida» por elementos paganos. Escuchamos a menudo que los árboles de Navidad, el muérdago o incluso la fecha del 25 de diciembre son vestigios de rituales paganos que se infiltraron y diluyeron una festividad originalmente «pura». Sin embargo, la historia revela algo mucho más interesante: esta mezcla no fue una corrupción accidental, sino una estrategia deliberada y altamente exitosa de la Iglesia primitiva para facilitar la expansión del cristianismo.
La evidencia más contundente de esta estrategia se encuentra en una carta histórica enviada por el Papa Gregorio Magno al Abad Melito en el año 601 d.C. Melito estaba a punto de unirse a la misión de Agustín en Inglaterra, una tierra profundamente pagana. Las instrucciones del Papa Gregorio no eran de confrontación, sino de asimilación. En lugar de destruir la cultura existente, les ordenó cooptarla. La carta es tan reveladora que merece ser citada en detalle:
«…hemos llegado a la conclusión de que los templos de los ídolos de ese pueblo no deben ser destruidos bajo ningún concepto. Los ídolos deben ser destruidos, pero los templos mismos deben ser rociados con agua bendita, se deben erigir altares en ellos y depositar reliquias allí… De esta manera, esperamos que el pueblo… acuda más fácilmente a sus lugares acostumbrados y llegue a conocer y adorar al verdadero Dios. Y como tienen la costumbre de sacrificar muchos bueyes a los demonios, que se sustituya por alguna otra solemnidad… Si se le permite al pueblo algunos placeres mundanos de esta manera, deseará más fácilmente las alegrías del espíritu.»
Las Implicaciones de una Estrategia Brillante.
Esta carta es una ventana a la mente de los primeros misioneros cristianos. Revela una estrategia pragmática y psicológicamente astuta. En lugar de exigir a los paganos que abandonaran sus lugares sagrados, sus calendarios y sus rituales, la Iglesia simplemente les dio nuevos significados.
- Continuidad sobre Ruptura: La gente podía seguir yendo a sus «lugares acostumbrados», pero ahora para adorar al dios cristiano. Podían seguir celebrando festivales en las mismas fechas, pero ahora en honor a los mártires cristianos en lugar de a los dioses paganos.
- Asimilación de Rituales: La tradición de los festines y los «placeres mundanos» no fue eliminada, sino redirigida. La Iglesia entendió que era más fácil cambiar el objeto de la adoración que los hábitos de la celebración.
El sociólogo Rodney Stark argumenta que esta estrategia fue tan efectiva que hizo la conversión increíblemente fácil, quizás demasiado. Él sugiere que «al superponer finamente los festivales y lugares sagrados paganos con interpretaciones cristianas, los misioneros del siglo VII hicieron más fácil convertirse en cristiano, tan fácil que la conversión real rara vez ocurría». En otras palabras, muchas personas simplemente continuaron con sus prácticas ancestrales bajo una nueva etiqueta cristiana, creando un sincretismo donde lo pagano y lo cristiano se entrelazaban inseparablemente.
Replanteando el Debate Moderno.
Esta historia de sincretismo deliberado replantea por completo el debate sobre la «pureza» o la «comercialización» de la Navidad. La festividad nunca fue una entidad monolítica y puramente cristiana que luego fue corrompida. Desde sus mismos inicios como celebración masiva, fue un híbrido. Fue diseñada para ser una mezcla, un puente entre el viejo mundo pagano y el nuevo orden cristiano. La tensión entre lo sagrado y lo secular, lo espiritual y lo material, no es una señal de la decadencia de la Navidad; es parte de su ADN fundamental. La festividad siempre ha sido un espacio donde lo divino se encuentra con los «placeres mundanos», no por accidente, sino por diseño.
4. Tus tradiciones «eternas» son más jóvenes (y más artificiales) de lo que crees.
Muchos de nosotros atesoramos las tradiciones navideñas porque parecen conectar con un pasado inmemorial. El alegre Santa Claus, los servicios de villancicos a la luz de las velas, los rituales que repetimos año tras año; todo ello parece tener raíces profundas y auténticas. La realidad, sin embargo, es que muchos de los elementos más queridos y aparentemente antiguos de la Navidad moderna son, de hecho, invenciones del siglo XIX o incluso del siglo XX, creadas a menudo con propósitos muy específicos.
La Invención de Santa Claus.
La figura de un anciano bondadoso que reparte regalos tiene raíces en San Nicolás, un obispo del siglo IV, pero el personaje que conocemos hoy —gordo, alegre, con un traje rojo, renos y un trineo— es en gran medida una creación estadounidense del siglo XIX. Su nacimiento se puede atribuir a un pequeño grupo de episcopalianos conservadores de la alta sociedad de Nueva York, conocidos como el «Knickerbocker Set». Su objetivo era domesticar las caóticas celebraciones navideñas de la clase trabajadora.
- Washington Irving (1809): En su obra satírica Knickerbocker’s History of New York, Irving introdujo a los estadounidenses la figura de «Sancte Claus». Su versión era una caricatura de los colonos holandeses: un patricio afable que fumaba en pipa y volaba sobre las copas de los árboles en un carro para repartir regalos a los niños. Este fue el primer paso para transformar a San Nicolás de un santo severo a una figura benévola y centrada en la infancia.
- Clement Moore (1822): El golpe de gracia lo dio Clement Moore, otro episcopaliano del grupo, con su poema «A Visit from Saint Nicholas» (más conocido como «‘Twas the Night Before Christmas»). Moore tomó el personaje de Irving y lo transformó radicalmente. Reemplazó el carro por un trineo en miniatura tirado por ocho renos, le dio la habilidad de bajar por las chimeneas y lo describió como un «elfo viejo y alegre». El poema de Moore fue increíblemente popular y cimentó la imagen moderna de Santa Claus, sentimentalizando la festividad y trasladándola firmemente del ámbito público y ruidoso al interior del hogar familiar.
Otras Tradiciones «Recientes».
El fenómeno de la «tradición inventada» no se limita a Santa Claus. Dos de los servicios religiosos más emblemáticos del mundo anglosajón son mucho más modernos de lo que se podría pensar:
- El Servicio de las Nueve Lecciones y Villancicos (Nine Lessons and Carols): Este servicio, famoso mundialmente por la transmisión desde la capilla del King’s College en Cambridge, parece la quintaesencia de la tradición antigua. Sin embargo, aunque su formato se originó en 1880, fue popularizado y moldeado en su forma actual por Eric Milner-White, el deán de King’s College, después de la Primera Guerra Mundial. Esta reinvención no fue trivial. Milner-White, un ex capellán del ejército, estaba profundamente afectado por el trauma de la guerra. Las «tasas de bajas de la universidad, la ciudad y el condado de Cambridge fueron excepcionalmente altas». Su motivación para inaugurar el nuevo servicio fue, en parte, un acto de profundo duelo comunitario y una búsqueda de consuelo, creando una forma de culto más accesible para honrar a los caídos y ofrecer esperanza a una generación rota. Lo que hoy parece eterno nació del dolor de una guerra.
- Christingle: Este servicio, enormemente popular en la Iglesia de Inglaterra, especialmente entre los niños, involucra una naranja decorada con una vela, una cinta roja y dulces. A pesar de sus raíces en la iglesia morava alemana, fue introducido en la Iglesia de Inglaterra muy recientemente, en 1968, por un hombre llamado John Pensom, no como una antigua tradición litúrgica, sino como un evento práctico para recaudar fondos para una organización benéfica infantil.
La Naturaleza de la «Tradición».
Estos ejemplos demuestran una verdad fundamental: la Navidad no es una reliquia estática del pasado. Es una tradición viva, fluida y en constante evolución, moldeada activamente por las necesidades culturales, sociales y espirituales de cada época. Lejos de disminuir su valor, este conocimiento debería enriquecer nuestra apreciación de la Navidad como un lienzo en el que cada generación pinta su propia visión de la esperanza, la comunidad y la magia, a menudo en respuesta a los desafíos más profundos de su tiempo.
5. El ingrediente secreto del éxito de la Navidad: Una Iglesia «plagiaria».
¿Cómo pudo una festividad con orígenes tan conflictivos —una mezcla de paganismo, disturbios sociales, prohibiciones religiosas e invenciones modernas— convertirse en el fenómeno global que es hoy? Parte de la respuesta se encuentra en la naturaleza única de la denominación que fue su principal vehículo de exportación: el anglicanismo. La Iglesia de Inglaterra posee una característica que la hizo perfecta para difundir una festividad tan inherentemente híbrida como la Navidad.
El autor Martyn Percy describe el anglicanismo con metáforas poderosas. La llama una «urraca eclesial» (ecclesial magpie), un ave conocida por tomar objetos brillantes de diferentes lugares para construir su nido. La describe como un «compuesto de teologías, culturas y tradiciones». La originalidad del anglicanismo, argumenta, reside precisamente en su falta de originalidad. Su fortaleza no radicaba en la pureza doctrinal, sino en su asombrosa capacidad para contener opuestos: ser católico y protestante a la vez, abrazar lo antiguo y lo moderno. Esta «hibridez ambivalente» no era una debilidad, sino su superpoder.
Esta naturaleza «plagiaria» hizo del anglicanismo el catalizador perfecto para la Navidad moderna. Su disposición a tomar prestado sin reparos refleja la propia naturaleza de la festividad: adopta el término «Misa de Gallo» del catolicismo, importa el servicio de Christingle de la tradición morava y toma melodías folclóricas seculares para crear villancicos, fusionando lo profano y lo religioso hasta que son indistinguibles.
La Ambivalencia como Superpoder Teológico.
Mientras que los puritanos, en su búsqueda de pureza, vieron las contradicciones de la Navidad y la rechazaron, el anglicanismo hizo lo contrario. Su capacidad para mantener tensiones le permitió abrazar la naturaleza conflictiva de la festividad. Esta flexibilidad tiene raíces teológicas profundas. El anglicanismo es conocido por su fuerte énfasis en la Encarnación: la doctrina de que Dios se hizo carne en Jesús. Esta idea de lo sagrado habitando plenamente en lo secular, lo divino mezclado con lo mundano, proporcionó el marco teológico perfecto para una festividad que es, en sí misma, una mezcla de lo sagrado y lo profano. El ADN eclesial del anglicanismo reflejaba el ADN teológico de la propia Navidad.
Esta «hibridez ambivalente» permitió que la festividad evolucionara fácilmente dentro de su estructura, absorbiendo nuevas influencias. Cuando el Imperio Británico exportó la Navidad en el siglo XIX, presentó una versión que ya era intrínsecamente adaptable.
En una extraña ironía, la falta de originalidad del anglicanismo fue su mayor fortaleza. Al ser una iglesia construida a partir de piezas prestadas, fue capaz de promover un festival global que refleja su propia identidad: una mezcla compleja, a veces contradictoria, pero en última instancia, inclusiva y extraordinariamente resistente.
Conclusión: La Navidad reinventada.
La Navidad que conocemos, con su aura de tradición inmutable y paz universal, es en gran medida una ilusión. Como hemos visto, no es una reliquia sagrada transmitida intacta a través de los siglos, sino el producto de una historia turbulenta y dinámica. Es el resultado de siglos de conflicto, reinvención y una audaz mezcla de lo sagrado y lo profano.
Su historia es la de una festividad carnavalesca de inversión social, tan caótica que fue domesticada por la fuerza. Es la historia de una celebración prohibida por los cristianos más devotos, que la veían como una afrenta pagana. Es el fruto de una estrategia misionera deliberada que prefirió la asimilación a la confrontación, tejiendo para siempre lo secular en la tela de lo sagrado. Y es el hogar de tradiciones que consideramos eternas, pero que fueron inventadas hace apenas unas pocas generaciones para satisfacer las necesidades de un mundo cambiante.
Lejos de restarle valor, este conocimiento debería darnos una apreciación más profunda de la increíble resiliencia y adaptabilidad de la Navidad. Nos muestra que la festividad nunca ha sido una sola cosa. Siempre ha sido un espejo, reflejando las ansiedades, los conflictos y las aspiraciones de la sociedad que la celebra.
Sabiendo esto, la pregunta final no es sobre el pasado, sino sobre el presente y el futuro. La Navidad siempre ha sido un reflejo de las tensiones y aspiraciones de su tiempo. ¿Qué dice nuestra forma actual de celebrarla —con su mezcla de consumismo desenfrenado, profunda nostalgia familiar y anhelo espiritual— sobre nosotros? Y, más importante aún, ¿en qué se convertirá en el próximo siglo?
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Sobre el autor:
Martyn W. Percy (n. 1962) es un teólogo y académico británico, ordenado en la tradición anglicana, conocido por su trabajo en eclesiología, teología pastoral y análisis sociológico de la religión contemporánea. Fue Principal de Ripon College Cuddesdon (Oxford) entre 2004 y 2014, y posteriormente Decano de Christ Church, Oxford (2014–2022), un cargo singular por unir liderazgo colegial y vida catedralicia.
Tras su salida de Christ Church, Percy continuó una trayectoria internacional: fue Dean’s Distinguished Scholar en Virginia Theological Seminary (2023–2024) y, desde el 1 de septiembre de 2024, se incorporó como Professor of Religion and Culture en la University of Saint Joseph (Macao), vinculado también al Xavier Centre for Memory and Identity. En paralelo, ha ejercido funciones de formación y liderazgo teológico en Asia como Provost de Ming Hua Theological College (Hong Kong Sheng Kung Hui).
En 2025 fue nombrado Honorary Canon Theologian de la Convocation of Episcopal Churches in Europe (Iglesia Episcopal de EE. UU. en Europa), subrayando su perfil como teólogo público y asesor eclesial.
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