Hombre, Pecado y Pactos

¿Qué es la conciencia?, por R.C. Sproul

Fue Jimmy Cricket quien dijo: “Deja que tu conciencia sea siempre tu guía”. Este es un buen consejo si nuestra conciencia ha sido instruida por la Palabra de Dios y dirigida por ella. Sin embargo, si nuestra conciencia es ignorante de la Escritura o ha sido cauterizada o endurecida por repetidos pecados, la teología de Jimmy Cricket puede ser desastrosa. La conciencia juega un papel importante en la vida cristiana. Resulta vital, sin embargo, que la comprendamos correctamente.

¿Qué es la conciencia?

La conciencia ha sido descrita como una voz interior de Dios que nuestra mente utiliza para acusarnos o excusarnos de los pecados. Incluye dos elementos básicos: (1) una conciencia o realización interna del bien y del mal, y (2) una habilidad mental para aplicar leyes, normas, y preceptos a situaciones concretas. En Romanos 2:15 Pablo nos enseña que Dios ha escrito su ley sobre el corazón humano. La conciencia humana ha sido instruida por la revelación de la ley de Dios, que Él ha implantado en el corazón humano.

“Porque muestran la obra de la Ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos, el día en que, según mi evangelio, Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús”. Romanos 2: 15-16

¿Debemos seguir nuestra conciencia?

Las personas tienen una responsabilidad moral de seguir lo que su conciencia les dicte. Es pecado actuar en contra de la conciencia de uno. En la Dieta de Worms, Lutero declaró: “Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios.… porque hacer algo contra la conciencia no tranquiliza ni estaría bien”1

La respuesta de Lutero demuestra dos principios bíblicos importantes. En primer lugar, que la conciencia debe ser instruida o “hecha cautiva” por la Palabra de Dios. La conciencia puede ser mal enseñada o cauterizarse, o apagarse, por los pecados repetidos una vez tras otra. El pecado habitual o la aceptación de la sociedad del pecado nos pueden endurecer tanto que acallemos la voz de la conciencia y pequemos sin ningún remordimiento.

«Todas las cosas son puras para los puros, pero para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas.» Tito 1:15

Por otro lado, si nuestra conciencia nos convence de que algo es ilegal o pecaminoso, aunque en realidad no sea pecaminoso, igualmente estaría mal que lo hiciésemos. Hacer lo que consideramos mal, aunque no sea en realidad mal, es pecar. Pablo nos enseña que cualquier cosa que no provenga de fe, es pecado (Romanos 14:23) En dicha instancia, actuar en contra de la conciencia no nos tranquilizaría ni estaría bien. [1]

Podemos concluir entonces sobre la conciencia los siguientes puntos:

  1. La conciencia es una buena guía únicamente cuando ha sido instruida y dirigida por Dios.
  2. La conciencia es una voz moral dentro nuestro que nos acusa o nos excusa de nuestras acciones.
  3. Es un pecado actuar en contra de la conciencia.

Mas artículos del autor aqui.

Mas artículos de la serie aquí.

 Acerca del autor:

r-c-sproulRobert Charles Sproul (1939-). Westminster College, Pennsylvania (BA), Pittsburgh-Xenia Theological Seminary (M.Div.), Free University of Amsterdam (PhD), Whitefield Theological Seminary (PhD). Ha sido profesor de teologia en diversos seminarios en los Estados Unidos. Es un conocido teólogo y pastor americano, autor de muchos libros. Es fundador y director de “Ministerios Ligonier”, y conduce un programa de radio diario llamado ‘Renovando tu mente’. Sproul ha servido como pastor en la Iglesia de Saint Andrews en Florida (US). Actualmente trabaja con la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos (PCA), y ha sido miembro también de la ‘Alianza de Evangélicos Confesantes’ (Alliance of Confessing Evangelicals). Es autor de mas de 100 libros, de los cuales estan disponibles en español; “Las Grandes Doctrinas de la Biblia” (1996); “Como estudiar e interpretar la Biblia”(1996); “Escogidos por Dios” (2002); “La Santidad de Dios” (1998); entre muchos otros.

[1] R.C. Sproul, Las grandes doctrinas de la Biblia (Miami, FL: Editorial Unilit, 1996), 172-173.

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