¿Que es la Fe?
El segundo término relevante en relación a la doctrina de la conversión es «fe». De acuerdo a Hebreos 11:1 «la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve». En otras palabras, a la luz de este texto, una definición básica de fe es la «seguridad o confianza en cierta verdad declarada o implícita»,[1] ya sea una proposición o una persona. Es importante observar que Hebreos 11:1 no es una definición completa de lo que la fe salvadora es puesto que no define el objeto de nuestra salvación. Aunque Hebreos 11 no define el objeto de nuestra salvación, 1 Juan 5:10 si lo hace. De este texto aprendemos que la persona que cree en el Hijo de Dios tiene o acepta «este testimonio» dentro de si mismo y «este testimonio» es la convicción de que si una persona tiene a Cristo, ésta tiene todo lo que necesita para ser salvo (vv. 11-12).
La fe salvadora incluye entonces el conocimiento de la persona de Cristo y de su obra redentora, como también la aceptación y apropiación de dichas verdades. Es decir, para que una persona pueda ser salva, no sólo necesita reconocer la deidad, humanidad y obra vicaria de Cristo, sino que también necesita asentir con ellas; por decirlo de otra manera, una persona necesita abrazar la verdad del evangelio. Como Demarest observa una vez más, «de acuerdo a Pablo, para llegar a ser cristiano uno debe asentir con el corazón las realidades de la muerte expiatoria de Cristo (1 Cor 15:3; 1 Tes 4:14), la resurrección (Rom 10:9; 1 Cor 15:4, 17; 1 Tes 4:14), y el señorío divino (Rom 10:9)».[2]
¿Qué implica la Fe?
El conocimiento y el asentimiento no es todo lo que la fe salvadora involucra. Una fe que salva debe también incluir «una confianza y compromiso sinceros a Cristo evidenciado por obediencia y buenas obras».[3] J.B. Hixson, quien rechaza este aspecto de la fe salvadora sostiene que conectar obediencia a la fe salvadora es ilógica e insostenible. El dice:
Lógicamente una persona cree lo que cree ya sea o no que alguna vez actúe en base a esa creencia. Fe es fe. Es confiar (i.e., creer, tener fe) con seguridad y certeza de que algo es verdadero. Sugerir que la fe no es real a menos que produzca un comportamiento coherente es hacer indiscernible la existencia misma de la fe (i.e., la realidad de la fe) hasta que el tiempo y la distancia hayan transcurrido.[4]
El problema con la tesis del Dr. Hixson es que el esta viendo el «resultado» o «fruto» de la fe real como sólo una mera ejecución humana. Él falla en entender que tanto la fe como sus frutos son dones de Dios y partes fundamentales del regalo completo de la salvación. Efesios 2:8-10 dice que hemos sido creados «para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica». En Romanos 1:5 Pablo nos dice que fue escogido como un apóstol «para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe». En este contexto Pablo esta hablando claramente en cuanto a su misión como apóstol de traer el evangelio a la comunidad gentil. Pablo entiende la obediencia como un elemento importante de la fe en relación al evangelio. Douglas Moo, en su excelente comentario de Romanos, escribe lo siguiente en cuanto a este versículo:
Pablo entendió que su tarea era llamar a hombres y mujeres a la sumisión del señorío de Cristo (cf. vv. 4b y 7b), una sumisión que comenzó con la conversión, pero que debía continuar en un compromiso, a profundidad, de toda la vida. Esta obediencia a Cristo como Señor siempre está estrechamente relacionada con la fe, tanto como un paso decisivo inicial de fe y como una relación continua de «fe» con Cristo.[5]
¿Cómo se relaciona la fe y la obediencia?
La verdadera fe, es decir, la fe real, la que lleva a la salvación siempre esta acompañada de obediencia. Si un padre le dice a su hijo que no ponga el dedo en el enchufe, no importa cuánto su hijo le cree y confía en él, este no será «salvo» de electrocutarse a menos que obedezca el mandamiento de su padre. La Escritura es clara cuando enseña que un simple conocimiento intelectual y asentimiento en cuanto a la persona y obra de Jesús no son suficientes para que la verdadera fe salvadora esté presente.
Esta verdad es evidente a la luz de Santiago 2:14-17. En este pasaje, el hermano de nuestro Señor reconoce que hay un tipo de fe que no salva, ya que es una fe sin obras y, por tanto, es una fe muerta. Santiago comienza este párrafo con la siguiente pregunta: «¿De qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?» En otras palabras, lo que Santiago está diciendo es que si una persona profesa que él o ella cree en Cristo y su Palabra, pero no se somete en obediencia al Señor, ¿de qué le sirve este clase de fe? ¿Puede esta fe salvarle? La obvia respuesta, aunque implícita, a estas preguntas es: No sirve para nada y de hecho es tan mala que no puede salvarlo! Para Santiago, tanto la fe como las obras van juntas, y ambas son regalos de Dios. Si una persona afirma tener fe pero no tiene frutos, Santiago nos dice que aquella fe no salva por cuanto «también los demonios lo creen, y tiemblan (v. 19)».
Soy consciente de que algunos académicos, como el Dr. Hixson rechazan esta interpretación, como es evidente por la siguiente declaración: «En este pasaje Santiago no está contrastando la fe que lleva al cielo con la fe que no conduce al cielo. Él está contrastando la fe vibrante y saludable de los creyentes con la fe inútil e ineficaz».[6] El problema con la conclusión de Hixson es que, en el versículo 14, la referencia a la salvación en relación a la fe es clara. Santiago hace una pregunta retórica que requiere una respuesta negativa. Obviamente, una fe sin obras no salva. El Dr. Hixson argumenta que el hecho de que Santiago se refiere a su audiencia como hermanos muestra que no esta hablando de la salvación; sin embargo, el falla en mencionar que Santiago está utilizando la conjunción ean («si») juntamente con el pronombre indefinido e impersonal tis («alguien»), lo que sugiere que esta presentando una situación hipotética. Más aun, la realidad de que el escritor esta hablando de la salvación en este pasaje se encuentra claramente en la referencia a la justificación de Abraham en el versículo 21.
Conclusión.
A la luz de toda esta discusión, es evidente entonces que la naturaleza de la fe salvadora, tal como se describe en las Escrituras, incluye dos componentes fundamentales: uno cognitivo–el reconocimiento intelectual de la persona de Cristo y de su obra redentora dentro de la historia; y otro volitivo–la aceptación y apropiación personal del Dios-Hombre Jesucristo y de su obra sustitutoria a nuestro favor. En otras palabras, la fe que salva es aquella fe, que a diferencia de la «fe» de los demonios (Santiago 2:19), no solo reconoce la historicidad o veracidad de la persona y los sucesos, sino que también confía totalmente y se apropia voluntariamente de ellos.
Acerca del autor:
Moises Zumaeta nació en Pucallpa, Perú. Obtuvo su bachillerato en Estudios Pastorales (BEP) del Seminario Teológico Bautista (Lima, Perú) en el 2009. Luego continuó sus estudios en Clark Summit University of Pennsylvania, EE.UU. (antiguamente, Baptist Bible Seminary), de donde recibió su Maestría de Artes (MA) en el año 2013 y su Maestría en Divinidades (MDiv) en el año 2015. Él también ha servido como pastor asociado en la Iglesia Bautista de Gracia, en Lima, Perú y como profesor en el Seminario Teológico Bautista de Lima en donde enseñó teología bíblica, griego y exégesis del Nuevo Testamento. Moises ha escrito varios artículos en relación a la interpretación del Nuevo Testamento y el libro, La Biblia en nuestro idioma, publicado el 2015. Moises está casado con Kelly y juntos tienen tres hermosos hijos: Krista, Lucas y Matthew. Actualmente radican en los EE.UU en donde Moises espera hacer sus estudios doctorales en Nuevo Testamento, en las áreas de crítica textual y teología bíblica de los evangelios sinópticos.
[1] J.B. Hixson, Getting the Gospel Wrong: The Evangelical Crisis No One Is Talking About (Maitland: Xulon Press, 2008), 105.
[2] Demarest, The Cross And Salvation, 260.
[3] Ibid.
[4] Hixson, Getting the Gospel Wrong, 135.
[5] Douglas J. Moo, «The Epistle to The Romans,» en The New International Commentary On The New Testament, ed. Ned B. Stonehouse, F. F Bruce, Gordon D. Fee, Joel B. Green (Grand Rapids: Eermands, 1996), 52.
[6] Hixson, Getting the Gospel Wrong, 124.