Por James Montgomery Boice
El Primer Mandamiento.
Comienza en nuestra relación con Dios. Dios requiere nuestra adoración exclusiva y fervorosa. «Yo soy Jehová tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éx 20:2–3). Adorar a cualquier otro dios que no sea el Señor bíblico es no cumplir con este mandamiento. Esto es:
- Adorar a un dios claramente definido —Zeus, Minerva, el emperador romano, o uno de los tantos ídolos modernos—.
- Colocar a alguna persona o alguna cosa en el primer lugar en nuestros afectos, lugar que solo le corresponde a Dios.
- Colocar a nosotros mismos o la opinión que tenemos de nosotros como supremas. Pueden ser cosas tales como el éxito, las posesiones materiales, la fama o el ejercer poder sobre otros.
¿Cómo podemos cumplir con este mandamiento? John Stott escribe: «Para nosotros, guardar este primer mandamiento sería, como Jesús dijo, amar al Señor nuestro Dios con todo el corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente (Mt 22:37); ver todo desde su perspectiva y no hacer nada sin que esté referido a él; hacer de su voluntad nuestra guía y de su gloria nuestra meta; colocarlo a él en el primer lugar en nuestros pensamientos, palabras y acciones: en los negocios y en el descanso; en las amistades y en las carreras profesionales; en el uso del dinero, el tiempo y los talentos; en el trabajo y en el hogar… A excepción de Jesús de Nazaret, ningún hombre jamás ha cumplido este mandamiento».1
¿Pero por qué no debemos tener otros dioses?
Primero, debido a lo que Dios es; segundo, por lo que ha realizado.
- ¿Quién es el Dios verdadero? Esto se expresa en las palabras «Yo soy JEHOVÁ tu Dios». En el hebreo las palabras son Yahveh Eloheka. La razón por la que deberíamos obedecer estos mandamientos es que el Dios que está hablando en los mandamientos es el Dios verdadero, el Dios que no tiene principio ni fin. «YO SOY EL QUE SOY» (Éx 3:14). Él es autoexistente. Nadie lo creó, y por lo tanto él no es responsable frente a nadie. Él es autosuficiente. No necesita de nadie, y por lo tanto no depende de nadie para nada. Cualquier dios que sea menos que esto no es Dios, y todos los demás dioses son menos que esto. Dios puede demandar esta adoración porque Dios es como es.
- ¿Qué es lo que El ha hecho? «Que te saque de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre». En un primer marco de referencia estas palabras se aplican exclusivamente a Israel, la nación liberada de la esclavitud en Egipto y a quien estos mandamientos fueron dados en particular. Pero esta afirmación puede aplicarse a cualquiera que haya experimentado la liberación, ya sea de la muerte o de la esclavitud o de la pobreza o de la enfermedad. No hay nadie que no haya sido bendecido por Dios en alguna área, si bien puede no estar consciente de ello y no reconocer a Dios como la fuente de dicha bendición espiritual. La liberación de Israel no fue solo una liberación física; implícita en esta liberación también quedaban libres de la idolatría egipcia, una liberación de dioses falsos. Del mismo modo, el llamado de Abraham a dejar Ur también era un llamado a servir al Señor en lugar de los dioses sin dignidad de Mesopotamia (Jos 24:2–3, 14).
Conclusión.
El primer mandamiento es aplicable a todo ser humano. Todos han experimentado la bendición del Señor. Todos se han beneficiado del avance progresivo de la verdad sobre la superstición mediante la revelación dada al mundo a través del judaísmo y el cristianismo. ¿Pero como resultado de esto, adoramos a Dios plenamente y en exclusividad? Sin lugar a duda que no lo hacemos. Esto nos grita cuan desagradecidos, desobedientes, rebeldes y gobernados por el pecado somos.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” Deuteronomio 6.5
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Acerca del autor:
James Montgomery Boice (1938-2000), pastor, teólogo y maestro. Sirvió como pastor en “Tenth Prebyterian Church” en Filadelfia, USA, desde 1968 hasta su muerte. Conocido autor y orador en círculos evangélicos. Boice obtuvo su B.A. de la Universidad de Harvard (1960), un B.D. en Seminario Teológico de Princeton (1963), y su Doctorado en Teología en la Universidad de Basilea en Suiza. (1966). Autor de mas de veinte libros y comentarios, entre los que se encuentran; “Las Parábolas de Jesús”, “Las Doctrinas de la Gracia: Redescubriendo la esencia del evangelio”, “El llamado de Cristo al discipulado”.
1 Stott, Basic Christianity, p. 65.
Adaptado de: James Montgomery Boice, «LOS DIEZ MANDAMIENTOS: EL AMOR DE DIOS», en Ética cristiana (Miami, FL: Editorial Unilit, 2002), 422–425.