En esta hora de casi total oscuridad se vislumbra un destello alentador: dentro del cristianismo conservador cada día son más los que están sintiendo un anhelo creciente de encontrarse con Dios. Almas que desean conocer las realidades espirituales, y no se contentan con meras “interpretaciones” de la Palabra de Dios. Los que tienen verdadera sed de Dios no se contentan hasta que no beben de la fuente de Agua Viva.
Esta genuina sed y hambre de Dios es el único precursor de avivamientos en el mundo religioso. Esta sed podrá ser al principio una nube del tamaño de una mano, que observan unos pocos santos por aquí y por allá; pero puede ser el retorno a la vida de muchas gentes y la recuperación del esplendor que debe acompañar siempre a la fe en Cristo, y que parece haber desaparecido de las iglesias de hoy en día.
Nuestros dirigentes religiosos deben reconocer este ardiente deseo. El evangelismo de hoy parece haber levantado el altar y dividido el sacrificio en trozos, sin percatarse, quizá, que no hay fuego en la cumbre del monte Carmelo. Pero gracias a Dios porque hay algunos que se preocupan por ello. Son los que aman el altar, y se deleitan en el sacrificio, y no están conformes porque aún no ven descender el fuego. Lo que desean, por sobre todas las cosas, es la presencia de Dios. Más que ninguna otra cosa desean gustar de la “penetrante dulzura” del amor de Cristo, del cual escribieron los profetas y cantaron los salmistas.
Falta de calidad en los ministros.
No hay falta hoy en día de buenos maestros bíblicos que enseñan correctamente la doctrina de Cristo, pero muchos de ellos parecen contentarse, año tras año con enseñar los fundamentos de la fe, sin advertir que en su ministerio hay falta de la Presencia de Dios, ni nada en sus propias vidas que sea extraordinario o sobrenatural. Ejercen su ministerio entre creyentes espirituales, anhelantes de experiencias que ellos no pueden satisfacer.
Lo digo con amor, pero en nuestros púlpitos falta calidad espiritual. Nuestros tiempos son semejantes a los de Milton, que le hicieron exclamar, “Las ovejas hambrientas miran interrogantes, pero nadie las alimenta.” Es algo patético, y lamentable, ver a los hijos de Dios sentados a la mesa del Padre y desfalleciendo de hambre. Se confirma la sentencia de Wesley, “La ortodoxia o correcta opinión, es, después de todo, parte muy endeble de la religión. Si bien es cierto que nadie puede tener buen carácter sin tener buenas opiniones, es posible tener buenas opiniones sin tener buen carácter. Se pueden tener excelentes opiniones acerca de Dios sin que ello signifique que se lo ama o se desee servirle. Satanás es una prueba de ello.”
Falta de calidad en las predicaciones.
Gracias a la notable difusión de la Biblia que se ve hoy en día mucha gente tiene correctas opiniones, quizá más que nunca antes en la historia. Sin embargo me pregunto si hubo alguna vez un tiempo en que la temperatura espiritual estuvo en un grado tan bajo. En grandes sectores de la iglesia se ha perdido el arte de la verdadera adoración, y en su lugar han puesto una cosa extraña y adulterada llamada “programa.” Esta palabra ha salido del teatro y el circo, y se la aplica lamentablemente al tipo de servicios que hoy pasan por “adoración.”
La exposición sana y correcta de la Biblia es imperativa en la iglesia del Dios vivo. Sin ella ninguna iglesia puede ser una iglesia neotestamentaria en el estricto sentido del término. Pero dicha exposición puede hacerse de manera tal que deje a los oyentes vacíos de verdadero alimento espiritual. Las almas no se alimentan solo de palabras, sino con Dios mismo, y mientras los creyentes no encuentren a Dios en una experiencia personal, las verdades que escuchen no les harán ningún bien. Leer y enseñar la Biblia no es un fin en sí mismo, sino el medio para que lleguemos a conocer a Dios, y que podamos deleitarnos con su presencia y gustemos cuan dulce y grato es sentirle en el corazón.
Conclusión.
Estas lineas son un modesto intento para ayudar a los hijos de Dios a encontrarle a Él. Nada nuevo hay en lo que decimos, excepto que describo mi propio hallazgo de verdades espirituales que han llegado a ser muy preciosas para mí. Otros han avanzado mucho más que yo en estos sagrados misterios. Pero aunque mi fuego no es grande, no por eso deja de ser real y verdadero. Pueda ser que algunos logren encender sus velas con el fuego de mi lumbre.[1]
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Acerca del autor:
Aiden Wilson Tozer (1897 – 1963), fue un pastor, autor y predicador, nacido en Estados Unidos. Tozer, nació en una condición de extrema pobreza, lo cual le impidió realizar cualquier tipo de estudios formales. Nunca tuvo la oportunidad de ir ni a la secundaria ni a la Universidad. Sin embargo, a través de una disciplinada lectura intensa en su hogar, pudo aprender aquello que no le fue dado de manera formal. Fue pastor durante mas de 44 años, trabajando con la «Alianza Cristiana y Misionera», y promoviendo el trabajo de la misma alrededor del mundo. Sus libros se encuentran llenos de pasión por Jesucristo, celo por su Iglesia y amor por otros. Vivo una vida simple y sin lujos, aun cuando era «famoso», solo usaba el bus. Sabia que su recompensa aun estaba por venir. Es autor de mas de 60 libros, entre los cuales se encuentran: «La Búsqueda de Dios», «Como ser lleno del Espíritu Santo», «Los Atributos de Dios», «La Vida del Crucificado», entre muchos otros. En su tumba se lee brevemente, «A.W. Tozer – Hombre de Dios».
[1] A. W. Tozer, La Búsqueda de Dios: Un Clásico Libro Devocional, trans. Dardo Bruchez (Camp Hill, PA: Christian Publications, 1977), 7–11.