El Matrimonio Tiene Por Propósito Ser Un Pacto De Relación Permanente.
Malaquías 2.16 “Porque Yo detesto el divorcio,” dice el Señor, Dios de Israel, “y al que cubre de iniquidad su vestidura,” dice el Señor de los ejércitos. “Presten atención, pues, a su espíritu y no sean desleales.”
El matrimonio es una relación exclusiva en la cual un hombre y una mujer se comprometen entre sí en un pacto de por vida y, basados en este solemne voto, se convierten físicamente en “una sola carne” (Génesis 2:24; Malaquías 2:14; Mateo 19:4–6).
¿Cuál es el propósito del Matrimonio?
“El matrimonio fue dispuesto para la ayuda mutua entre el esposo y la esposa, para el aumento de la humanidad con una sucesión legítima, y de la Iglesia con una simiente santa, y para evitar la impureza [la licencia sexual y la inmoralidad]” (Confesión de Westminster XXIV.2; Génesis 2:18; 1:28; 1 Corintios 7:2–9). El ideal de Dios para el matrimonio es que el hombre y la mujer experimenten una complementación mutua (Génesis 2:23) y compartan su obra creadora de hacer nuevas personas. El matrimonio es para toda la humanidad, pero es voluntad de Dios que los suyos sólo se casen con otro creyente (1 Corintios 7:39; cf. 2 Corintios 6:14; Esdras 9–10; Nehemías 13:23–27). La intimidad en su nivel más profundo es imposible cuando los cónyuges no están unidos en su fe.
2 Corintios 6.14 No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas?
Al usar la relación entre Cristo y su Iglesia para indicar cómo debe ser el matrimonio, Pablo destaca la responsabilidad especial del esposo como líder y protector de su esposa, y el llamado de la esposa a aceptar a su esposo en ese papel (Efesios 5:21–33). Sin embargo, la distinción entre los papeles de ambos no significa que la esposa sea una persona inferior; puesto que ambos llevan en sí la imagen de Dios, el esposo y la esposa son iguales en cuanto a dignidad y valor, y deben cumplir la relación entre sus dos papeles a partir de un respeto mutuo enraizado en el reconocimiento de esta realidad.
¿Qué dice la Biblia sobre el divorcio?
Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16); sin embargo, proporcionó un procedimiento para llevarlo a cabo que protegería a la divorciada (Deuteronomio 24:1–4); esto, según dijo Jesús (Mateo 19:8), fue “por la dureza del corazón de ellos”. La forma natural de comprender sus enseñanzas de Mateo 5:31–32 y 19:8–9 es que la infidelidad marital (el pecado de adulterio) destruye el pacto matrimonial y justifica el divorcio (aunque sería preferible la reconciliación), pero el que se divorcia de su esposa por cualquier otra razón menor, se hace culpable de adulterio cuando se vuelve a casar, y la hace caer a ella en adulterio cuando a su vez también se casa de nuevo.
Mateo 19.8–9 El les contestó: “Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio. “Pero Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio.”
En esto, Jesús sólo está presentando el principio de que todos los casos de divorcio y nuevo matrimonio conllevan un trastorno de la idea que tiene Dios con respecto a las relaciones entre los sexos. Cuando le preguntaron en qué circunstancias era legal divorciarse, respondió diciendo que el divorcio siempre es deplorable (Mateo 19:3–6), pero no negó que los corazones siguen siendo duros; por eso el divorcio, aunque siempre sea un mal en sí mismo, algunas veces sería permisible si se considera que es un mal menor.
¿Permite la Biblia el divorcio?
Pablo dice que quien se ha convertido al cristianismo y ha sido abandonado después por el cónyuge incrédulo, no está “sujeto a servidumbre” (1 Corintios 7:15). Es evidente que con esto quiere decir que puede dar por terminada su relación. El que se deba considerar que esto confiere también el derecho a volverse a casar, es algo que ha sido motivo de discusión, y las opiniones reformadas han estado divididas durante largo tiempo al respecto.
La Confesión de Westminster (XXIV.5-6) afirma con cautelosa prudencia que, a lo largo de los siglos, la mayoría de los cristianos reformados, al reflexionar en los textos bíblicos mencionados anteriormente, han estado de acuerdo con respecto al divorcio:
En caso de adulterio después del matrimonio, le está permitido al cónyuge inocente plantear y conseguir el divorcio, y después de divorciarse, casarse con otra persona, como si el cónyuge ofensor hubiera muerto. Aunque la corrupción del hombre sea tal que es capaz de estudiar argumentos para separar indebidamente a aquellos que Dios ha unido en matrimonio, sólo el adulterio, o un abandono voluntario tal que no le sea posible a la iglesia o al magistrado civil remediarlo, es causa suficiente para disolver los lazos matrimoniales; en este caso, se debe observar un curso de procedimiento público y ordenado, y no se debe dejar a las personas involucradas en la situación que decidan según su voluntad y discreción en su propio caso.
La Familia: El Hogar Cristiano Es Una Unidad Espiritual.
Efesios 5.21 Sométanse unos a otros en el temor (la reverencia) de Cristo.
La familia (es decir, la casa, que consta de padres e hijos, con la adición de parientes, amigos y sirvientes o sin ella) es la más antigua y básica de las instituciones humanas. La Biblia destaca su importancia como unidad espiritual y lugar de adiestramiento para la adquisición de una personalidad adulta madura.
¿Cuál es la estructura de la Familia?
La familia tiene una estructura interna de autoridad según la cual el esposo es líder de la esposa, y los padres son líderes de los hijos. Todo liderazgo es una forma de ministerio, y no de tiranía, por lo que estos papeles domésticos de liderazgo deben ser cumplidos con amor (Efesios 5:22; 6:4, Colosenses 3:18–21; 1 Pedro 3:1–7).
Efesios 6.4 Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.
El cuarto mandamiento exige que sea el cabeza del hogar el que guíe a toda su familia en la guarda del día de reposo; el quinto les exige a los hijos que respeten a sus padres y se sometan a ellos (Éxodo 20:8–12; Efesios 6:1–3). Jesús mismo dio ejemplo de ello (Lucas 2:51). Más tarde, se opuso firmemente a ciertos gestos de supuesta piedad que eran en realidad evasiones de la responsabilidad hacia los padres (Marcos 7:6–13), y su último acto antes de morir, fue asegurarle el futuro a su propia madre (Juan 19:25–27).
Efesios 6.1 Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo.
¿Cuál es el propósito de la familia?
La familia debe ser una comunidad donde se enseñe y aprenda acerca de Dios y de la santidad. Se debe instruir a los hijos (Génesis 18:18–19; Deuteronomio 4:9; 6:6–8; 11:18–21;Proverbios 22:6; Efesios 6:4) y se les debe exhortar a tomarse en serio esa instrucción como base para la vida (Proverbios 1:8; 6:20). La disciplina, que significa un adiestramiento directivo y correctivo, es necesaria para sacar a los hijos de las necedades infantiles y llevarlos a una sabiduría llena de dominio propio (Proverbios 13:24; 19:18; 22:15; 23:13–14; 29:15, 17). Así como hay una disciplina amorosa y resuelta en la familia de Dios (Proverbios 3:11–12; Hebreos 12:5–11), también la debe haber en la familia humana.
Conclusión.
La familia debe funcionar como una unidad espiritual. La Pascua del Antiguo Testamento era una ocasión familiar (Éxodo 12:3). Josué estaba sentando un ejemplo cuando dijo: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). Los hogares se convirtieron en las unidades de consagración cristiana en los tiempos del Nuevo Testamento (Hechos 11:14; 16:15, 31–33; 1 Corintios 1:16). El que un candidato sirviera para un cargo en la iglesia se decidía observando si sabía llevar bien su casa (1 Timoteo 3:4–5, 12; Tito 1:6).
La edificación de una fuerte vida familiar debe constituir siempre una prioridad en nuestro servicio a Dios.[1]
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Acerca del autor:
James Innell Packer, J.I. Packer (1926-), es un teologo ingles, perteneciente a la Iglesia Anglicana. Ha servido como profesor de Teologia en ‘Regent College’ en Canada. Es considerado como uno de los Teologos de mayor influencia en el siglo XX, y quizá de todos los tiempos. Realizo estudios en la Universidad de Oxford (MA, PhD). Fue profesor de Griego en el Seminario anglicano ‘Oak Hill’ en Londres, antes de ser profesor en ‘Regents’. Ha escrito decenas de libros entre los cuales se cuenta: “Una búsqueda de la piedad: La vision puritana de la vida cristiana”, “Conociendo a Dios”, “La vida en el Espíritu”, “Afirmado el credo de los Apóstoles”, entre muchos otros.
[1] J. I. Packer, Teologı́a concisa: Una guı́a a las creencias del Cristianismo histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998), 232–236.
Categorías:Packer, J.I., Teologia Pastoral, Vida Cristiana