04-Reforma s. XVI

La relación de la Ley y el Creyente en el Nuevo Pacto, por Joel Beeke (1/6)

En los próximos días publicaremos seis artículos sobre la relación de la Ley en el Antiguo Pacto y el creyente en el Nuevo Pacto. La relevancia del uso y relación de la Ley en la vida del creyente posee un importancia vital para la vida del creyente. Los artículos son como siguen:

  1. Primero: El Primer uso de la Ley en asuntos civiles.
  2. Segundo: El Segundo uso de la Ley en el Evangelismo.
  3. Tercero: El Tercer uso de la Ley en la Vida del Creyente.
  4. Cuarto: ¿Cómo aplicar los usos de la Ley en la Ética Cristiana? Un ejemplo del cuarto mandamiento: El Día de Reposo.
  5. Quinto: La Teología del Día de Reposo: Pasado, Presente y Futuro.
  6. Sexto: Aplicaciones del Uso de la Ley en el Nuevo Pacto.

El día de hoy veremos el primero de ellos, El uso Civil de la Ley.

¿Cuál es la relación entre el creyente en el Nuevo Pacto y la Ley de Dios?

La ley de Dios, directa o indirectamente, trata al mundo y la vida de todo individuo. Los teólogos protestantes han escrito mucho sobre las diversas aplicaciones y usos de la ley en la vida de sociedad en general y en las vidas individuales de incrédulos y cristianos. La teología protestante clásica propone un triple uso de la ley: el usus primus (“uso primero”), o uso civil de la ley en la vida y asuntos de estado y sociedad; el usus secundus (“uso segundo”), o uso evangelizador de la ley como maestra del pecado en la experiencia o proceso de conversión a Dios; y el usus tertius (“uso tercero”) o uso didáctico de la ley como regla de una obediencia de gratitud por parte del cristiano.[1] Es este último o tercer uso de la ley el que inspira la oración del salmista, pues él sabe que sólo la ley de Dios puede dirigirle mientras se esfuerza por vivir, “en alegre obediencia”, como hijo de Dios.

Guárdame de falsedad, tu ley, en gracia habite conmigo; El camino de la fidelidad escojo, Tus preceptos son mi guíaMe aferro a tu verdad, oh Señor; de la vergüenza líbrame; En alegre obediencia viviré, por la fuerza por ti otorgada.[2]

El creyente que es justificado por la sola fe, y se adhiere al principio de la “sola Escritura” (sola scriptura), con gratitud y de todo corazón confiará y obedecerá al Señor. Todo esto nos capacita para sacar varias conclusiones significantes sobre el cristiano en su relación con el tercer uso de la ley o uso didáctico de la ley como regla de una obediencia de gratitud por parte del cristiano.

El Primer Uso de la Ley: El uso civil de la ley.

El primer uso de la ley es su función en la vida pública, como guía para el magistrado civil, en el cumplimiento de su tarea como ministro de Dios en las cosas pertenecientes al estado. Se requiere del magistrado que premie el bien y castigue el mal (Ro. 13:3–4). Nada puede ser más esencial para esta labor que un patrón fiable de lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Y no se puede encontrar un patrón mejor que la ley de Dios.

Romanos 13.3–4 Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, pues es para ti un ministro (servidor) de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo.

Aquí los reformadores protestantes estuvieron en completo acuerdo. Respecto a la restricción del pecado, Martín Lutero escribe en su Lectures on Galatians (3:19):

“El primer entendimiento y uso de la ley es restringir a los malvados… Esta restricción cívica es extremadamente necesaria y fue instituida por Dios, tanto por causa de la paz pública como por causa de la preservación de todo, pero especialmente para impedir que el progreso del evangelio fuera entorpecido por los tumultos y sediciones de los hombres salvajes”.[3]

Juan Calvino conviene con él:

“El…cometido de la Ley es que aquéllos que nada sienten de lo que es bueno y justo, sino a la fuerza, al oír las terribles amenazas que en ella se contienen, se repriman al menos por temor de la pena. Y se reprimen, no porque su corazón se sienta interiormente tocado, sino que si se hubiera puesto un freno a sus manos para que no ejecuten la obra externa y contengan dentro se maldad, que de otra manera dejarían desbordarse.”[4]

El uso civil de la ley está profundamente arraigado en las Escrituras (más concretamente en Romanos 13:1–7) y en una doctrina realista de la naturaleza humana caída. La ley nos enseña que los poderes que hay están ordenados por Dios para administrar justicia –justicia que necesariamente incluye ser un terror para los hacedores de iniquidad–. Los poderes que hay llevan la espada; poseen un derecho de castigo divinamente otorgado e incluso, en última instancia, de castigo capital (v. 3–4).

El primer uso de la ley, sin embargo, no sólo sirve para impedir que la sociedad se suma en el caos; también sirve para promover la justicia:

1 Timoteo 2.1–2 Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad.

Los “poderes superiores” no sólo deben esforzarse por disuadir el mal, sino también por proporcionar un contexto pacífico en el que el evangelio, la piedad y la honestidad puedan prosperar. Este deber obliga al estado –creían los reformados– a preservar ciertos derechos, como libertad de culto, libertad para predicar y libertad para observar el día del Señor.

Implicaciones del Primer Uso de la Ley (Civil), para el creyente.

Las implicaciones del primer uso de la ley para el cristiano son ineludibles. Debe respetar y obedecer al Estado siempre que el Estado no ordene lo que Dios prohíbe o prohíba lo que Dios ordena. En todos los demás casos, la desobediencia civil es ilegítima. Resistir a la autoridad es resistir el mandato de Dios:

Romanos 13.2 Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos.

Conclusión.

Afirmar esto es crucial en nuestro día, en el que incluso los cristianos son propensos a ser arrebatados por un espíritu mundano de rebelión y desprecio a la autoridad. Hemos de oír y atender a lo que escribe Calvino:

El primer deber y obligación de los súbditos para con sus superiores es tener en gran estima y reputación su estado, reconociéndolo como una comisión confiada por Dios; y por esta razón deben honrarlos y reverenciarlos como vicarios y lugartenientes que son de Dios… [Incluso] un hombre perverso e indigno de todo honor, si es revestido de la autoridad pública, tiene en sí, a pesar de todo, la misma dignidad y poder que el Señor por su Palabra ha dado a los ministros de su justicia.[5]

Por supuesto, esto no implica que el creyente renuncie a su derecho a criticar o incluso condenar la legislación que se desvía de los principios de la Escritura. Lo que quiere decir es que una parte significativa de nuestro “adornar la doctrina de Dios” comprende nuestra voluntaria sujeción a la autoridad legítima en cada esfera de la vida –ya sea en el hogar, la escuela, la Iglesia o el Estado–.[6]

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Sobre el autor:

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Joel Beeke (1952-), realizo estudios en Western Michigan University (BA), Thomas Edison College, Netherlands Reformed Theological School, Westminster Theological Seminary (PhD). Joel Beeke es pastor en la Iglesia ‘Congregacion Reformada Heritage Netherlands’ en Michigan (US), y presidente del Seminario Teologico Reformado Puritano, donde es profesor de Teologia Sistematica y Homiletica. Es también editor de ‘Puritan Reformed Journal’, y ha escrito y editado alrededor de ochenta libros y escrito mas de 2500 articulos  academicos en libros, enciclopedias, revistas teologicas, etc. Esta casado con Mary, y tiene tres hijos: Calvin, Esther and Lydia. Joel Beeke es uno de los representas de la Teologia Reformada mas conocido a nivel mundial. Entre sus publicaciones es español tenemos «La espiritualidad puritana y reformada: Un estudio teológico y práctico tomado de nuestra herencia puritana y reformada.» (2008); «La lucha contra Satanas: Conociendo al enemigo sus debilidades, estrategias, y derrota.» (2008), etc.

Adaptado por Daniel Caballero. Los artículos son una adaptación del articulo en ingles: Joel Beeke y Ray Lanning, “Glad Obedience: The Third Use of the Law,” en Trust and Obey: Obedience and the Christian, ed. Don Kistler (Morgan, Pa.: Soli Deo Gloria, 1996), 154–200. La versión en español usada para la adaptación de estos artículos puede encontrarse en: Joel Beeke, “El Uso Didactico de la Ley” en La espiritualidad puritana y reformada: Un estudio teológico y practico tomado de nuestra herencia puritana y reformada. Traducido por Juan Sánchez Llamas y Armando Valdez. Primera Edición. Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2008.

[1] Muchos teólogos reformados, siguiendo a Calvino, invierten el primer y segundo usos de la ley.

[2] Salmo 119:29–32, versión métrica, The Psalter (1912; reimpresión Grand Rapids: Eerdmans, 1995), No. 324:3–4.

[3] “Lectures on Galatians, 1535,” Luther’s Works, ed. Jeroslav Pelikan (St. Louis: Concordia, 1963), 26:308–309.

[4] Institución de la religión cristiana, ed. John T. McNeill, trad. Cipriano de Valera (XXX), Libro 2, capítulo 7, sección 10. (De ahora en adelante, Institución 2.7.10.)

[5] Institución 4.20.22, 25.

[6] Joel Beeke, La espiritualidad puritana y reformada: Un estudio teológico y práctico tomado de nuestra herencia puritana y reformada, trans. Juan Sánchez Llamas y Armando Valdez, Primera Edición. (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2008), 82–85.

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