La relación entre el Día del Señor, o cuarto mandamiento, y el cristiano en el Nuevo Pacto ha sido tema de debate entre cristianos por mucho tiempo. Existen seis posturas principales sobre el tema. Desde aquellos que ven todos los días como el Día del Señor hasta aquellos que ven una continuidad entre el sábado del Antiguo Pacto y el domingo en el Nuevo Pacto. En este articulo previo se ilustran brevemente todas las posturas, ver aquí. Hace poco también publicamos un articulo defendiendo una postura diferente a la mencionada aquí, ver aquí.
En este articulo veremos una defensa de la postura puritana o de los Estándares de Westminster sobre el Sábado Cristiano. Los editores de Teología para Vivir no se identifican particularmente con esta postura, pero consideramos prudente presentarla. El siguiente articulo ha sido adaptado de: Joel Beeke, La espiritualidad puritana y reformada: Un estudio teológico y práctico tomado de nuestra herencia puritana y reformada, trans. Juan Sánchez Llamas y Armando Valdez, Primera Edición. (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2008), 90–93.
El Dia de Reposo Cristiano en la Teologia Puritana y de los Estándares de Westminster.
La relevancia del uso y relación de la Ley en la vida del creyente posee un importancia vital para la vida del creyente. El día de hoy veremos el cuarto de ellos. Los artículos son como siguen:
- Primero: El Primer uso de la Ley en asuntos civiles.
- Segundo: El Segundo uso de la Ley en el Evangelismo.
- Tercero: El Tercer uso de la Ley en la Vida del Creyente.
- Cuarto: ¿Cómo aplicar los usos de la Ley en la Ética Cristiana? Un ejemplo del cuarto mandamiento: El Día de Reposo.
- Quinto: La Teología del Día de Reposo: Pasado, Presente y Futuro.
- Sexto: Aplicaciones del Uso de la Ley en el Nuevo Pacto.
La santificación del primer día de la semana como el día de reposo ha sido central en el interés de la cristiandad reformada por aplicar la ley moral a la vida cristiana. Si hubo algún grado de ambigüedad entre los reformadores del siglo dieciséis, se desvaneció completamente cuando, a mitad del siglo diecisiete, los teólogos de Westminster se reunieron para escribir su Confesión de Fe (XXI.7-8):
XXI. 7. Así como es la ley de la naturaleza que, en general, una proporción debida de tiempo se dedique a la adoración de Dios; así en su palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a todos los hombres en todos los tiempos, Dios ha señalado particularmente un día de cada siete, para que sea guardado como un reposo santo para Él; el cual desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo, fue el último día de la semana; y desde la resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana, al que se le llama en las Escrituras día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano.
XXI. 8. Este día de reposo se guarda santo para el Señor, cuando los hombres después de la debida preparación de su corazón y arreglados con anticipación todos sus asuntos ordinarios, no solamente guardan un santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos acerca de sus empleos y diversiones mundanales; sino que también dedican todo el tiempo al ejercicio de la adoración pública y privada, y en los deberes de caridad y de misericordia.[1]
Esta elevada visión del día de reposo ganó la batalla en Gran Bretaña, Norte América, por todo el Imperio Británico y también en Holanda. Aunque fue una preocupación clave de los cristianos reformados, la observancia del sabbat fue abrazada como regla por cristianos de casi todas las denominaciones. Tras los poderosos avivamientos de mediados del siglo XVIII y principios del XIX, el sabbat fue guardado también por la población general.
El día del Señor en la historia de la Iglesia y en la actualidad.
Este feliz estado de las cosas prevaleció por todo el siglo XIX y parte del XX. Grandes centros urbanos como Filadelfia y Toronto eran conocidos por el cuidado con el que el sabbat era observado por sus habitantes. Hasta finales del siglo XIX, algunos ferrocarriles importantes dejaban de funcionar los domingos. Los lugares de mar adoptaron medidas tales como la prohibición del tráfico motor en las calles los domingos (Ocean Grove, N.J.), o el uso de los cines para la adoración pública los domingos por la tarde (Ocean City, N.J.).
La escena de hoy presenta un aspecto enormemente alterado. La fuerza de la secularización y el aumento de la cultura del ocio, obsesionada con perseguir recreaciones de todo tipo, han extinguido la preocupación por la observancia del día de reposo en la población general. Más trágico aún es el permanente deterioro de la convicción por parte de los cristianos. El daño mayor lo hizo el ataque del modernismo sobre la autoridad de la Escritura, menoscabando y destruyendo así toda norma bíblica para la vida. Sin embargo, el fundamentalismo también debe llevar su parte de culpa. Bajo la influencia del dispensacionalismo, se desarrolló un creciente antinomianismo en los círculos más conservadores de los cristianos americanos. El Antiguo Testamento en general y la ley moral en particular vinieron a ser considerados monumentos de una era pasada. El resultado ha sido la absoluta destrucción de la convicción respecto al día de reposo, incluso entre los presbiterianos que se subscriben a los estandartes de Westminster.
Ciertamente, es el tiempo de que los cristianos miren una vez más a la Palabra de Dios para ser instruidos respecto al cuarto mandamiento y sus demandas sobre nosotros. Aunque no fuera por otra razón, deberíamos acometer el estudio en vista de la creciente evidencia del alto grado de destructiva presión que acecha tras la atractiva fachada de la llamada “cultura del ocio”. Los hombres se están destruyendo porque no saben decir “no”, ya sea al trabajo o al juego. Grandes bendiciones espirituales son prometidas a quienes se someten a la disciplina de abnegación de la observancia del día de reposo.
El sabbat como institución divina
“El séptimo día es reposo para Jehová tu Dios” (Ex. 20:10). Estas palabras nos recuerdan que el día de reposo es una institución divina en dos sentidos. En primer lugar, el sabbat semanal es instituido por la Palabra de Dios de mandato. En segundo lugar, Dios reclama el día como suyo: “reposo para Jehová tu Dios”. Los seis días de la semana laboral son cedidos al hombre para propósitos de trabajo y ocio; no así el sabbat, que Dios llama “mi día santo” en Isaías 58:13. No dedicar el día a los propósitos y actividades ordenados para su santificación es robar a Dios lo que le pertenece.
Esta verdad es reforzada por las palabras del Señor Jesucristo registradas por los tres primeros evangelios (Mt. 12:8, Mr. 2:28 y Lc. 6:5) cuando dijo: “El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”. De un golpe, Cristo afirma su plena deidad e identidad con Jehová y reafirma la reclamación de Dios de las horas del sabbat semanal, adoptando la reclamación y reafirmándola en su propio nombre. Esta reclamación dejó su marca en las creencias, prácticas y usos de la Iglesia apostólica, de manera que al final de aquella época el sabbat cristiano era conocido como “el día del Señor” (Ap. 1:10).
El sabbat como ordenanza de la creación
Un error común es asumir que el día de reposo se origina con la entrega de la ley en el Sinaí. Tal opinión ignora el hecho de que el sabbat no es introducido como algo nuevo sino, antes bien, reconocido como algo antiguo e histórico que ahora ha de ser recordado y observado por el pueblo de Dios: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Ex. 20:8).
Y ¿que ha de ser específicamente recordado en el modelo de seis días de trabajo interrumpidos por un día de reposo santo? “En seis días hizo Jehová el cielo y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Ex. 20:8).
La respuesta bíblica a la pregunta de cuándo y por quién fue instituido el sabbat es suficientemente clara: el sabbat fue instituido por Dios en el mismo albor de la historia. Por supuesto, el hombre estaba presente y es significativo que fuera el primer día completo de su vida sobre la tierra (Gen. 2:1–3). Si el modelo fue perpetuado tras aquel momento o no es, quizás, un asunto de especulación, pero la historia del sabbat no se perdió. Todo lo que había que hacer en el Sinaí era recordar aquella historia y encomendar al pueblo que la guardase en la memoria a partir de entonces.
El día de reposo, por tanto, no es estrictamente una ordenanza mosaica. Su origen está arraigado en la propia creación y como el matrimonio, el sabbat es una institución de la mayor significación para la raza humana. Sus bendiciones temporales pueden ser disfrutadas por toda la humanidad, y sus bendiciones espirituales son prometidas a todos los que las buscan, incluso a los eunucos y a los hijos del extranjero que se unen a Jehová (Is. 56:1–8).
El sabbat como memorial redentor
En la recapitulación de los diez mandamientos (Dt. 5:6–21), descubrimos que la redención no altera ni anula el requerimiento de santificar el día de reposo. Antes bien, solamente añade al significado del día para los que son “los redimidos de Jehová”. Al igual que en el Nuevo Testamento, amos y esclavos compartirían plenamente la bendición del evangelio, era ley en Israel que los siervos disfrutasen del descanso proporcionado en el cuarto mandamiento junto con sus amos: “para que descanse tu siervo y tu sierva como tú” (Dt. 5:14). A esto se añade el siguiente recordatorio: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (v. 15). Con estas palabras, día de reposo asume un nuevo significado y función como memorial de la redención de la servidumbre que Dios obró por su pueblo. Este significado añadido refuerza el sabbat como institución entre el pueblo de Dios.
Aquí también hay una anticipación del impacto que la muerte y resurrección de Cristo tendría sobre la observancia del día de reposo por parte de sus seguidores. Tan grande fue este climático y decisivo cumplimiento de la promesa de redención, al poco tiempo seguido por el derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés, que desde ese momento en adelante el sabbat “fue cambiado el primer día de la semana, al que se le llama en las Escrituras día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano” (CFW, 21:7).
Conclusión.
El apóstol Pablo escribe en Hebreos 4:9, “queda un reposo para el pueblo de Dios”. El sabbat es aún para nosotros como un signo de algo que todavía está por alcanzarse, experimentarse y disfrutarse en el estado eterno. Al mismo tiempo, puesto que la palabra que usa para “descanso” es sabbatismos, o “guardar un sabbat”, la obligación de observar un sabbat semanal continúa bajo el evangelio. Guardar el sabbat se convirtió, de hecho, en una señal de discipulado cristiano en la época de los mártires, como Maurice Roberts relata: “Una pregunta hecha a los mártires antes de ser entregados a la muerte era: ‘Dominicum servasti?’ (¿Guardas el día del Señor?)”.[2]
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Sobre el autor:

Joel Beeke (1952-), realizo estudios en Western Michigan University (BA), Thomas Edison College, Netherlands Reformed Theological School, Westminster Theological Seminary(PhD). Joel Beeke es pastor en la Iglesia ‘Congregacion Reformada Heritage Netherlands’ en Michigan (US), y presidente del Seminario Teologico Reformado Puritano, donde es profesor de Teologia Sistematica y Homiletica. Es también editor de ‘Puritan Reformed Journal’, y ha escrito y editado alrededor de ochenta libros y escrito mas de 2500 articulos academicos en libros, enciclopedias, revistas teologicas, etc. Esta casado con Mary, y tiene tres hijos: Calvin, Esther and Lydia. Joel Beeke es uno de los representas de la Teologia Reformada mas conocido a nivel mundial. Entre sus publicaciones es español tenemos “La espiritualidad puritana y reformada: Un estudio teológico y práctico tomado de nuestra herencia puritana y reformada.” (2008); “La lucha contra Satanas: Conociendo al enemigo sus debilidades, estrategias, y derrota.” (2008), etc.
[1] Confesión de fe de Westminster (Glasgow: Free Presbyterian, 1994), 94–95.
[2] “Sabbath Observance,” Banner of Truth, no. 392 (May 1996):5.
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