Es difícil ser líder cuando uno es relativamente joven. La juventud es un período de mucha alegría y de gran privilegio; cuando somos jóvenes somos fuertes y estamos llenos de energía, tenemos fe y entusiasmo. Es maravilloso ser joven, pero, al mismo tiempo, puede ser extremadamente frustrante; la generación de los mayores no siempre confía en la generación de los jóvenes. El apóstol Pablo toca este tema:
Esto manda y enseña. No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza. Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan. No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos, a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza. 1 Timoteo 4.11–5.2
Por un lado, Timoteo había sido puesto en una posición de autoridad; era el representante o delegado del apóstol Pablo en Éfeso y, como tal, era su responsabilidad mandar y enseñar. Por otro lado, era un hombre relativamente joven; esta palabra griega alcanzaba hasta la edad de 40 años, y Timoteo probablemente aún se encontraba en los comienzos de sus 30. En comparación con algunos de los ancianos de la iglesia probablemente se sentía muy joven, y por lo tanto había un peligro real de que despreciaran su juventud y rechazaran su ministerio. Es posible que algunos de los ancianos se sintieran resentidos porque lo habían promovido por encima de ellos, y en consecuencia rechazaran su autoridad y su ministerio.
Creo que muchos jóvenes adultos pueden identificarse con Timoteo. ¿Cómo deben reaccionar los líderes jóvenes si su ministerio es rechazado o cuestionado? No con enojo o resentimiento; no deben responder agresivamente ni promoverse a sí mismos.
I. Cuida tu ejemplo.
Pablo le da a Timoteo seis consejos. El primero aparece en el versículo 12: ‘Sé ejemplo.’ Si Timoteo quería que su liderazgo fuera aceptado, tenía que dar un buen ejemplo. No despreciarían su juventud si podían admirar su vida. Este es el nuevo modelo de liderazgo que introduce Jesús: es un liderazgo por el ejemplo, no por autoritarismo.
Cuando nuestra autoridad es cuestionada, amenazada o resistida, tenemos la tentación de imponernos por la fuerza. Tenemos que resistir a esta tentación. Noten qué amplio debe ser el ejemplo y modelo: en palabra, en conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Sería difícil exagerar las consecuencias perjudiciales de un mal ejemplo o los beneficios de un buen ejemplo. El primer consejo a un líder joven es cuidar su conducta y ser ejemplo.
II. Identifícate con tu autoridad.
En el versículo 14 vemos que se refiere a las Escrituras. Pero después, Pablo hace una pausa y agrega: ‘Entre tanto que voy …’. Esas palabras expresan su consciente autoridad apostólica; cuando él estuviera presente en Éfeso, él ejercería la autoridad, él sería el maestro de la doctrina y de la ética, él resolvería las discordias y administraría la disciplina.
La pregunta era: ¿Qué pasaría cuando él estuviera ausente? Pablo le dice a Timoteo: ‘Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura.’ Recordemos que Timoteo no era un apóstol. El verbo griego ‘leer’ es anagnosis, que siempre se usa en referencia a la lectura pública de una petición, de un testamento o de un documento. ¿Qué documento podría leer públicamente Timoteo? Obviamente, las Escrituras del Antiguo Testamento. Pero seguramente Pablo no sólo se refería a las Escrituras del Antiguo Testamento sino también a sus propias cartas y a las cartas de los otros apóstoles, ya que en otras partes ordena que sus mensajes sean leídos públicamente. ‘Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros’ (Colosenses 4:16).
Pero, además Timoteo tenía que Predicar y enseñar, esto es exhortar e instruir. Esto ya era una costumbre en las sinagogas; se hacía primero una lectura y después una instrucción o exhortación sobre ella; las asambleas cristianas continuaron esta práctica. Esto es lo que Timoteo tenía que hacer en ausencia del apóstol, y es lo que también nosotros debemos hacer. La exégesis cuidadosa de las Escrituras es esencial para el líder joven: cuando leemos las Escrituras, nos estamos identificando con nuestra autoridad, es decir las Escrituras (¡y no un apóstol contemporáneo o un profeta!)
III. Ejercita tus dones.
Ejercita tus dones: ‘No descuides el don que hay en ti’ (1 Timoteo 4:14). La referencia parece ser a lo que llamamos la ordenación de Timoteo, durante la cual los ancianos impusieron sus manos sobre él. Allí le fue dado el ministerio profético, y a la vez, le fue otorgado un don espiritual. La palabra griega es charisma. No nos dice que charisma fue; a lo mejor fue la autoridad de predicar, junto con el poder del Espíritu.
Para hacerlo, Timoteo no debía olvidarse de este don espiritual sino más bien alimentarlo, tal como le escribe Pablo en 2 Timoteo 1:6. Timoteo tenía que recordar que Dios lo había llamado al ministerio y le había dado el don para ello; debía tener presente que la iglesia había reconocido su llamamiento y sus dones al imponer manos sobre él. Si él ejercitaba sus dones y ministerio, las personas no despreciarían su juventud. Todos los dones espirituales son dones de ministerio, de servicio. Al ver nuestros dones las personas difícilmente rechacen nuestro ministerio, porque reconocen que es Dios quien nos los ha dado para el ministerio.
IV. Muestra progreso.
‘Muestra tu progreso’. Dice el apóstol en el versículo 15: ‘Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.’ Hasta ahora, Pablo se ha referido al ejemplo de Timoteo, su autoridad, su comisión y sus dones. Ahora le dice que su progreso debe ser evidente a los demás. Timoteo no solamente tenía que estar consciente de su ministerio delegado sino que tenía que mostrar progreso y mejoría en el mismo. Debía crecer en madurez espiritual y en el trabajo. Las personas tenían no solamente que ver lo que era, sino lo que estaba llegando a ser.
Creo que esta recomendación es muy importante en relación a los líderes jóvenes. A veces se los pone en un pedestal y supuestamente tienen que ser perfectos. Esto no sólo es deshonesto sino muy decepcionante para otras personas; ningún líder es perfecto. Sin duda todos deberíamos identificarnos con las palabras de Pablo: ‘No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo…’ (Filipenses 3:12). Procuremos, entonces, mostrar nuestro progreso. Por otra parte, demos a los jóvenes la oportunidad de crecer y mejorar.
V. Cuida tu coherencia.
‘Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina’ (versículo 16). Es importante ver cómo Pablo une su vida con sus enseñanzas; literalmente dice que debe poner mucha atención, tanto en su persona como en su doctrina. La combinación es significativa. No debía descuidarse a sí mismo por enseñar a otros ni debía descuidar a otros por preocuparse por sí mismo. Debía practicar lo que predicaba y aplicar sus enseñanzas tanto a sí mismo como a otros.
El equilibrio del liderazgo cristiano se encuentra cuando perseveramos en ambos aspectos; de esta manera nos salvaremos a nosotros mismos y a las demás personas. No es que Pablo esté predicando la salvación por nuestros propios méritos; simplemente está advirtiéndonos que la fe sin obras está muerta, y que no sirve enseñar a otros lo que nosotros no practicamos.
VI. Cuida tus relaciones.
En 1 Timoteo 5:1–2 Pablo le indica cómo debe cuidar sus relaciones. En estos versículos resulta claro que la congregación que tenía Timoteo a su cargo era mixta: mixta en sexos, ya que había tanto hombres como mujeres, y diversa en edades, ya que había ancianos y jóvenes. La edad y el sexo de las personas debían determinar la actitud de Timoteo hacia ellas. En caso de ser necesario, Timoteo tendría que amonestar a personas mucho mayores que él; de ser así, debía hacerlo como una exhortación y no como un regaño. “No reprendas al anciano, sino exhórtalo como a padre.” En otras palabras, hay que tratar a los hombres ancianos como padres y a las mujeres ancianas como madres.
Es bueno reconocer la diferencia generacional y respeto en la comunidad cristiana. Algunas veces se me acercan estudiantes en Londres y me llaman ‘Hey Juan’, aunque no los conozca, y no obstante ser mayor que sus padres o aun que sus abuelos. Creo que esto no es natural, aunque reconozco que hay aquí un elemento cultural; en las culturas africanas y asiáticas, los jóvenes ni sonarían con llamar a un adulto por su primer nombre.
Por otro lado, Timoteo debía tratar a los hombres jóvenes como hermanos, es decir, amándolos y no menospreciándolos; tenía que tratar a las mujeres jóvenes como hermanas, con amor, pero con absoluta pureza y tomando las debidas precauciones para evitar la inmoralidad. Es decir, la iglesia local es una familia. En la congregación hay padres y madres, hermanos y hermanas. Los líderes cristianos jóvenes deben ser sensibles a esas diferencias y no tratar a todos por igual sino tratar a los mayores con respeto, a su propia generación con igualdad, al sexo opuesto con prudencia y limpieza, y a todas las edades y a ambos sexos, con el amor que une a la familia cristiana.
Conclusión.
Permítanme reiterar estos seis consejos, ya que aquí hay mucha sabiduría para el líder joven:
- Cuida tu ejemplo.
- Identifícate con tu autoridad, leyendo y exponiendo las Escrituras.
- Ejercita tus dones, que evidencian el llamamiento de Dios.
- Muestra tu progreso para que tu crecimiento espiritual sea obvio para todos.
- Cuida tu coherencia, no permitas que haya dicotomía entre tus enseñanzas y tu comportamiento.
- Cuida tus relaciones, tratando a los miembros de la iglesia de acuerdo a su edad y sexo.
El líder cristiano ha sido comisionado por Dios para una tarea de responsabilidad y servicio. Tiene exigencias y tensiones propias de todo líder, y enfrenta también presiones y conflictos que derivan de la lucha espiritual que Satanás libra contra el evangelio y quienes lo proclaman. Si aprendemos a tomar en cuenta las enseñanzas de nuestro Maestro, si obedecemos sus mandamientos, si seguimos sus pisadas, entonces ‘nuestro yugo será liviano’ y podremos cumplir nuestra misión con eficiencia y con alegría.
Adaptado de: John Stott, Desafíos del Liderazgo Cristiano (Buenos Aires: Certeza Argentina, 2002), 101–123.
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Sobre el autor.
John R. Stott (1921-2011), nació en Londres, Inglaterra. (BA, ThM) Trinity College, Universidad de Cambridge. (PhD) Ridley Hall, Universidad de Cambridge. Ha sido considerado uno de los cristianos mas influyentes en el siglo XX. Stott fue ordenado a los 24 años al ministerio pastoral, sirviendo como pastor en la Iglesia ‘A’ll Souls Church’ en Londres. En 1974 fundo ‘Langham Partnership International’ dedicado a entrenar pastores alrededor del mundo, y en 1982 fundo ‘London Institute for Contemporary Christianity’, dedicado a dar respuestas a asuntos contemporáneos desde una perspectiva cristiana. La influencia de Stott en el cristianismo del siglo XX es quizá sin paralelo, en entrenamiento de pastores, producción literaria y teológica, apologética, ética, predicación, así como la reestructuración y reforma en la Iglesia Anglicana de la cual formaba parte. Es difícil encontrar un área de la vida de la Iglesia que no que haya sido beneficiada por la vida de Stott. Stott ha escrito mas de 50 libros, los cuales han sido traducidos a muchos idiomas, entre los cuales tenemos en español: Sobre la Roca: Cómo crecer en la vida cristiana (2007); Señales de una iglesia viva (2004); Segunda Epístola a Timoteo (2009); La Biblia ¿es para hoy? (1994); Por qué soy cristiano (2007); La Cruz de Cristo (2008); Las controversias de Jesús (2011); El mensaje de Romanos (2007); El mensaje de Efesios (2006); Desafíos del Liderazgo Cristiano (2002), entre muchos otros.