Se da por sentado, tácitamente, que en cada hogar de los Estados Unidos hay una Biblia. La Biblia sigue siendo el éxito de librería perenne del país. Puede que muchas de ellas sirvan meramente como decoración o como un lugar conveniente para guardar fotos y disecar flores, y también para exhibirse en un lugar prominente cuando el pastor nos viene a visitar. Debido a la facilidad de acceso a la Biblia, nos resulta fácil olvidar el precio pavoroso que fue pagado por el privilegio de poseer una escrita en nuestra propia lengua, la cual podemos interpretar por nosotros mismos.
Martín Lutero y la interpretación privada
Dos de los grandes legados de la Reforma fueron el principio de la interpretación privada y la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Los dos principios van de la mano y fueron logrados solamente tras mucha controversia y persecución. Infinidad de personas pagaron con su vida quemados en hoguera (principalmente en Inglaterra) por atreverse a traducir la Biblia al idioma vernáculo. Uno de los mayores logros de Lutero fue la traducción de la Biblia al alemán con el fin de que cualquier persona letrada pudiera leerla por sí misma.
Fue el mismo Lutero quien en el siglo XVI enfocó nítidamente la cuestión de la interpretación privada de la Biblia. Oculto bajo la famosa respuesta del reformador a las autoridades eclesiásticas e imperiales en la Dieta de Worms se hallaba el principio implícito de la interpretación privada.
Cuando se le pidió que se retractara de sus escritos, Lutero contestó: “A no ser que yo este convencido por la Sagrada Escritura o por razón evidente, no puedo retractarme, pues mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios, y el actuar contra la conciencia no es ni correcto ni seguro. Esta es mi posición, no puedo tomar ninguna otra, así Dios me ayude”. Note que Lutero dijo: “A no ser que yo esté convencido …” En debates anteriores en Leipzig y Augsburgo, Lutero se había atrevido a interpretar la Escritura en forma contraria a las interpretaciones rendidas por los papas y por los concilios de iglesia. El hecho de que fuese tan atrevido le ganó la repetida acusación de arrogante por los miembros del clero. Lutero no tomó esos cargos a la ligera, sino que agonizaba sobre ellos. El creía que podía estar equivocado, pero insistía en que el papa y los concilios también podían errar. Para él solamente una fuente de verdad estaba libre de error. Dijo: “Las Escrituras jamás se equivocan”. Por tanto, a menos que las figuras de la iglesia pudieran convencerlo de su error, él se sentía moralmente obligado a seguir adelante con lo que su conciencia sabía que la Escritura enseñaba. Con esta controversia nació, bautizado con fuego, el principio de la interpretación privada.
¿Cuál fue la reacción de la Iglesia Católica?
Tras la valiente declaración de Lutero y su subsiguiente trabajo de traducir la Biblia al alemán en Wartburg, la Iglesia Católica Romana no permaneció inactiva. Movilizó sus fuerzas en una contraofensiva de tres puntas conocida como la Contrarreforma. Una de las púas más afiladas del contraataque fueron las acusaciones contra el protestantismo formuladas por el Concilio de Trento. El concilio discutió muchas de las cuestiones suscitadas por Lutero y otros reformadores. Entre ellas se encontraba la de la interpretación privada. Dijo el concilio:
Para controlar los espíritus desenfrenados [el concilio] decreta que nadie, basándose en su propio juicio, podrá en asuntos de fe y moral referentes a la edificación de la doctrina cristiana, trastornando las Sagradas Escrituras de acuerdo con sus propios conceptos, presumir de interpretarlas contrariamente al sentido que la santa madre iglesia, a quien pertenece el derecho de juzgar por su sentido e interpretación verdaderos, ha mantenido o mantiene, o incluso en contra de la enseñanza unánime de los padres, a pesar de que tales interpretaciones en ningún momento deberán ser publicadas.
¿Capta usted el sabor de esta proclama? La declaración dice, entre otras cosas, que es la responsabilidad del departamento de enseñanza de la Iglesia Católica Romana el interpretar las Escrituras y declarar su significado. Este no deberá ser un asunto de juicio u opinión privada. Esta declaración de Trento fue claramente concebida para responder al principio de la Reforma de la interpretación privada.
¿Qué no significa la interpretación privada de las Escrituras?
Sin embargo, si examinamos detenidamente esta declaración, podemos ver que contiene un malentendido muy serio en cuanto al principio reformador. ¿Promovieron los reformadores la noción de desenfreno? ¿Significa la interpretación privada de la Biblia que un individuo tiene el derecho de interpretar la Escritura en una forma antojadiza, caprichosa, sin ninguna restricción? ¿Debe el individuo tomar en serio las interpretaciones de otros, tales como los que se especializan en enseñar las Escrituras? Las respuestas a estos interrogantes son obvias. Los reformadores también se preocupaban por las formas y los medios de controlar la anarquía mental. (Esta es una de las razones por las que trabajaron tan arduamente para delinear los principios sólidos de la interpretación bíblica como un dique a la interpretación extravagante o sin sentido de las Escrituras.) Pero la forma en que ellos buscaban el control del pensamiento anárquico no era la de declarar que las enseñanzas de los maestros de la iglesia eran infalibles.
Quizás el término más crucial que aparece en la declaración de Trento sea la palabra trastornar. Trento dice que nadie tiene el derecho particular de trastornar las Escrituras. Con ello los reformadores estaban completamente de acuerdo. La interpretación privada jamás significó que los individuos tenían derecho a trastornar las Escrituras. Con el derecho a la interpretación privada viene la sobria responsabilidad de la interpretación exacta. La interpretación privada da licencia para interpretar, pero no para trastornar.
¿Cuál era el peligro de la interpretación privada de acuerdo a la Iglesia Católica Romana?
Cuando volvemos la vista al período de la Reforma y vemos la respuesta brutal de la Inquisición y la persecución de aquellos que tradujeron las Escrituras a la lengua vernácula para hacerlas accesibles a los laicos, nos horrorizamos. Nos preguntamos cómo los príncipes de la Iglesia Católica Romana podían ser tan corruptos como para torturar a las personas por leer la Biblia. Nos deja perplejos inclusive el hecho de leer tales cosas. Sin embargo, lo que con frecuencia pasamos por alto en este reflejo histórico es que había muchas personas bien intencionadas que se hallaban involucradas en aquello. Roma estaba convencida de que, si se ponía la Biblia en las manos de un laico sin preparación y se le permitía interpretar el Libro, surgirían distorsiones grotescas que llevarían a las ovejas a la deriva, probablemente al tormento eterno. Por tanto, para proteger a las ovejas de embarcarse en un curso de autodestrucción segura, la iglesia recurrió al castigo corporal, aun al punto de la ejecución.
Lutero estaba enterado de los peligros de tal movimiento, pero estaba convencido de la claridad de la Escritura. Por lo tanto, aunque los peligros de la distorsión fuesen grandes, él pensó que el beneficio de exponer a las multitudes a un mensaje básicamente claro del evangelio podría aportar más a la salvación eterna que a la ruina eterna. Él estaba inclinado a asumir el riesgo de girar la válvula que podría abrir la “compuerta de iniquidad”.
¿Quiere decir esto que ya no necesitamos maestros formales de las Escrituras?
La interpretación privada dio acceso a la Biblia a los laicos, pero no terminó con el principio del clero educado. Retrocediendo a los días bíblicos, los reformadores reconocieron que en la práctica y las enseñanzas del Antiguo y del Nuevo Testamento había un lugar significativo para el rabí, el escriba, y el ministerio de la enseñanza. El hecho de que los maestros deberían ser conocedores de lenguas, costumbres, historia, y análisis literario antiguos, es aún un factor importante en la iglesia cristiana. La doctrina famosa de Lutero acerca del “sacerdocio de todos los creyentes” ha sido con frecuencia mal interpretada. No significa que no haya ninguna distinción entre el clero y el laicado. La doctrina simplemente afirma que cada individuo cristiano tiene un papel que desempeñar y una función que mantener en el ministerio total de la iglesia. Todos, en cierto sentido, somos llamados a ser “Cristo para nuestro prójimo”. Pero esto no significa que la iglesia no tenga supervisores o maestros, o personas que ejerzan autoridad sobre la misma.
Conclusión.
Mucha gente ha llegado a desencantarse con la iglesia organizada en nuestra cultura actual. Algunos se han ido en dirección a la anarquía eclesiástica. De la revolución cultural de los años 1960 con el advenimiento del movimiento de Jesús y la iglesia subterránea vino el clamor de la juventud: “No necesito acudir a ningún pastor; no creo en una iglesia organizada o un gobierno estructurado del cuerpo de Cristo”. En manos de estas personas el principio de la interpretación privada podría ser una licencia para el subjetivismo radical, la herejía y toda clase de falsa doctrina. Interpretación Privada significa que las Escrituras tienen la autoridad final, no que tengo el derecho de interpretarlas de acuerdo a mi conveniencia.
Tomado de: R. C. Sproul, Cómo estudiar e interpretar la Biblia (Miami, FL: Editorial Unilit, 1996), 31-35.
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Acerca del autor:

Robert Charles Sproul(1939-). Westminster College, Pennsylvania (BA), Pittsburgh-Xenia Theological Seminary (M.Div.), Free University of Amsterdam (PhD), Whitefield Theological Seminary (PhD). Ha sido profesor de teologia en diversos seminarios en los Estados Unidos. Es un conocido teólogo y pastor americano, autor de muchos libros. Es fundador y director de “Ministerios Ligonier”, y conduce un programa de radio diario llamado ‘Renovando tu mente’. Sproul ha servido como pastor en la Iglesia de Saint Andrews en Florida (US). Actualmente trabaja con la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos (PCA), y ha sido miembro también de la ‘Alianza de Evangélicos Confesantes’ (Alliance of Confessing Evangelicals). Es autor de mas de 100 libros, de los cuales estan disponibles en español; “Las Grandes Doctrinas de la Biblia” (1996); “Como estudiar e interpretar la Biblia”(1996); “Escogidos por Dios” (2002); “La Santidad de Dios” (1998); entre muchos otros.