Cristo y Evangelio

No somos Salvos por Gracia, por Michael Reeves

John Bunyan creía que los cristianos son salvos por gracia. Claro, era lo que todos parecían afirmar. Sin embargo, esta idea le trajo gran pesar. De hecho, el meditar más en ella le dejó profundamente deprimido. Dios es misericordioso, él lo sabía: pero, ¿Qué tan misericordioso es, exactamente? Aquello le hizo exclamar: ‘mi paz entraba y salía, en ocasiones hasta veinte veces al día; ahora algo de consuelo, y de pronto angustia nuevamente’.

‘Pero un día, mientras pasaba por el campo, también con algunas sacudidas en mi conciencia y temiendo que no todo esté bien, esta frase cayó de repente sobre mi alma ‘Tu justicia está en los cielos’; y pensé que podía ver, con los ojos de mi alma, a Jesucristo a la diestra de Dios. Sí, me dije, allí está sin duda mi justificación, de modo que, dondequiera que me hallara, o hiciera lo que hiciera, Dios no podía decir que no tuviera justificación, porque estaba delante de Él. Además, también observé que el buen estado de mi corazón no mejoraba mi justificación, ni su mal estado la empeoraba; pues mi justicia era el propio Jesucristo, quien es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Heb.13,8). Entonces cayeron las cadenas de mis piernas, fui liberado de mi aflicción y mis grilletes, y mis tentaciones huyeron; desde ese momento, aquellas terribles porciones de la escritura dejaron de molestarme, y regresé a casa regocijándome de la gracia y el amor de Dios.’

No fue el hecho de ser salvos por gracia lo que envió a Bunyan a casa regocijándose, sino el hecho de ser salvos por “sola” gracia. Y ahí yace un mundo de diferencia.

Ahora, alguien podría haber pensado que bastaba con añadir esa palabra ‘sola’ para liberar a Bunyan. Pero no. Y para ya dejar de lado a Bunyan, debemos seguir al Conejo Blanco (de Alicia en el pais de los maravillas) a un mundo realmente desordenado.

Bajando por el Hoyo del Conejo…

Sobre el suelo, la vida es simple y obvia. Reina el sentido común. Respirando en este aire sensible, me pregunto ‘¿quién soy yo?’ Bueno, yo soy yo, por supuesto. Mi propio hombre. Y sea lo que sea lo que haya dicho aquel viejo tonto John Donne, es obvio que cada hombre es, de hecho, una isla. Pero entonces, ¿qué es la gracia? Alguna clase de objeto que se me da, una especie de fuerza que Dios da para ayudarme.

Pero bajando por el agujero, pasamos por lugares tan extraños como Romanos 5: ‘… el pecado entró en el mundo por un hombre’ y ‘…por la transgresión de aquel uno murieron los muchos’. ¿Qué locura es ésta? Muero, no porque yo haya hecho mal, sino ¿a causa de Adán? De hecho, y aún más:

Romanos 5:18–19 “Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de Uno los muchos serán constituidos justos.”

Entonces, no muero por mi propio pecado, y no vivo por mi propia justicia. Mis acciones no determinan realmente mi destino. Es por el pecado de Adán que cualquiera peca y muere. Es por la justicia de Cristo que cualquiera viene a la vida y la justicia.

Ahora esto es extraño, sin duda, pero ¿es injusto? Todo lo contrario, dijo Agustín mientras se encargaba de Pelagio alias ‘cada hombre es una isla’ a comienzos del siglo quinto. Porque si cada persona sufre solo por su propio pecado, ¿qué del niño nacido con discapacidad? Su problema, en ese caso, solo podria atribuirse a su propia culpa.

Bueno, quizás esto no es injusto. Pero, ¿cómo puede ser que Adán peque y yo muera, que Cristo obedezca y se me dé vida? Adentrándonos en el hoyo, vamos a 1 Corintios 15: “…Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho (…) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. ¿Qué quiere decir? La respuesta está al fondo del túnel, con las primicias de todo, en Génesis 1. Allí, en el tercer día, vemos los primeros frutos de la creación. Algo que llama la atención en la repetición del texto es que estos frutos son ‘portadores de semillas’. Las plantas dan fruto ‘cuya semilla está en él’. La próxima generación está contenida dentro de ellos. Por lo tanto, lo que le pase al fruto le sucederá a la semilla.

Adan y Cristo, dos frutos, dos cosechas diferentes.

Lo mismo sucede con Adán y Cristo. Son los primeros frutos de dos cosechas muy diferentes: Adán es el fruto de la muerte, y toda su semilla ‘en él’ muere con él; Cristo es el fruto de la vida, y toda su semilla ‘en él’ vive con él. La humanidad, por tanto, no está conformada por una gran multitud de individuos aislados, sino por solo dos personas: Adán y Cristo. Cada uno de nosotros es simplemente una semilla en uno de esos frutos, nuestro destino depende no de nosotros mismos, sino del fruto en el que estamos.

Uno ve casi lo mismo en Hebreos 7, en la historia donde Abraham le da el diezmo a Melquisedec. Según Hebreos, podría decirse que el bisnieto de Abraham, Leví, pagó ese diezmo «en Abraham (…) porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro». Aunque aún no había nacido, se consideró que Levi estaba «en Abraham». Él era, después de todo, descendiente de Abraham, su ‘simiente’. Él todavía estaba en la fruta vieja. Lo que Abraham hizo, él lo hizo.

…subiendo a la luz del sol

Entonces, en este extraño y nuevo mundo de la Biblia, la salvación no tiene que ver con que cada individuo ‘reciba’ algo llamado gracia; sino mas bien se trata de ser cortado de una planta, Adán, e injertado en otra, Cristo. Pero, con esto viene la liberación y el gozo. Cristo cargó con la pena de muerte del pecado por nosotros: en él, también nosotros la sufrimos. Cristo fue resucitado de la muerte que no merecía y fue declarado justo: en él se nos dio una nueva vida y se nos declaró justos. Como fruto en una semilla, como Leví en Abraham, los cristianos están escondidos en Cristo, y todo lo suyo les pertenece a ellos.

Pese a que hablamos de la gracia, y aunque lo hagamos con vehemencia, seguiremos siendo prisioneros de inseguridad espiritual mientras sigamos imaginando que somos islas independientes. Y con toda razón: todas las bendiciones espirituales se encuentran solo en Cristo. Simplemente lea Efesios 1 y verá una avalancha de versículos que lo prueban. No hay indicio alguno de salvación en ningún otro lugar. Dios solo bendice a través de Cristo. Él es la vid de la bendición de Dios. Y la única manera de ser bendecido es ser injertado en él. Pero el saber que ahora estamos escondidos en Cristo y vestidos con él es lo que realmente hará resonar las campanas de gozo. Fue así que Juan Calvino resumió su enseñanza sobre la justificación en su Institución:

‘Así como Jacob por sí mismo no mereció la primogenitura, y sólo la consiguió ocultándose bajo la persona de su hermano; y poniéndose sus vestidos, que desprendían un grato olor, se acercó a su padre para recibir en provecho propio la bendición de otro; igualmente es necesario que nos ocultemos bajo la admirable pureza de Cristo, nuestro hermano primogénito, para conseguir testimonio de justicia ante la consideración de nuestro Padre celestial (…) Ciertamente, es esto gran verdad. Porque para comparecer delante de Dios, nuestro bien y salvación, es menester que despidamos aquel suavísimo perfume que de Él se desprende, y que nuestros vicios sean cubiertos y sepultados con su perfección’.

¿Como progresan los peregrinos?

Fue justo esto lo que Bunyan entendió cuando aquella frase cayó sobre su alma: «Tu justicia está en los cielos». Y cuando vio eso, ¿cómo podría seguir temiendo que algo no ande bien? Ahora toda su esperanza y toda su confianza se encontraban fuera de él, independientemente de cómo se sintiera y qué hiciera: en Cristo. Por tanto, contó él, regresó a casa regocijándose. Aquello fue cierto en ese momento, pero podría ser más exacto decir que vivió regocijándose, porque ese mensaje convirtió a Bunyan en quizás el evangelista más eficaz de su generación. Miles de personas se volvieron al feliz mensaje de un Dios que no solo nos ayuda por ‘gracia’, sino que acepta totalmente a los pecadores en Cristo.

Conclusion.

Si hablamos simplemente de salvación por gracia, las personas imaginarán que la gracia es aquella fuerza que Dios nos da para ayudarnos en el lugar donde estamos. Y entonces, carecerán de la confianza gozosa y del atractivo del evangelio de Bunyan de la sola gracia, en el que realmente nos encontramos seguros en Cristo. Lo otro, por supuesto, es que se puede pensar en la gracia de manera bastante impersonal, como si ser un creyente se reduce a creer en promesas y obtener bendiciones. Y si eso es todo, ¿qué impide que los cristianos vivan en mera obediencia servil a Dios? Pero el descubrimiento de Bunyan fue que estamos unidos a Cristo para conocerlo y amarlo personalmente desde el corazón, para conocer y amar al Padre como nuestro Padre, para ser conocidos y amados como hijos de Dios. No es que obtengamos ‘gracia’: tenemos a Cristo. ¿Salvo por gracia? No, tenemos un mejor evangelio que ese.

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Sobre el autor:

michael-reeves-wp1xv1tlMichael Reeves, MA (Cambridge University); PhD, (Kin’s College London), es uno de los mas reconocidos autores de teologia en habla inglesa. Teologo, Historiador, Profesor, Autor, Pastor, y Rector del Seminario Teologico Union en Gales, Reino Unido. Ha servido tambien como consultor teologico para la Asociacion de Universidades Cristianas de Reino Unido (UCCF, por sus siglas en ingles). Dr. Reeves sirve tambien como ministro asociado en la Iglesia ‘All Souls’. Es autor tambien de numerosos articulos academicos, los mismos que han sido publicados en varias revistas de investigacion teologica, como el International Journal of Systematic Theology, entre otros. Esta casado con Bethan y tienen dos hijas. Es autor de numerosos libros, entre los que se tienen ‘Delighting in the Trinity’ (Deleitandose en la Trinidad), ‘The Unquenchable Flame’ (La llama inextinguible), ‘Discovering the heart of the Reformation’ (Descubriendo el corazon de la Reforma), ‘The Breeze of Centuries’ (La brisa de los siglos), ‘On Giants shoulders’ (En los hombros de gigantes), ‘The Good God’ (El buen Dios), entre otros.

Fuente:

Publicado en Setiembre del 2010. Traducido por David Torres: Primero en: http://www.reformation21.org/articles/we-are-not-saved-by-grace.php

2 respuestas »

  1. Perdon pero no entendí muy bien. ¿Por sola gracia somos salvos?

    Entendí mal pero decía en el artículo que sin importar nuestra situación seguimos siendo se justos. ¿Esto no puede malinterpretarse para vivir desenfrenadamente?

    Me gusta

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