08-La Era Moderna (s. XIX)

¿Cuál es la diferencia entre Santificación y Justificación? Por J.R. Ryle (4/4)

¿En qué concuerdan y en qué difieren? Esta distinción es importantísima. Aunque la justificación y la santificación son dos cosas distintas, sin embargo en ciertos puntos concuerden y en otros difieren. Veámoslo con detalle:

Puntos concordantes:

  1. Ambas proceden y tienen su origen en la gracia de Dios.
  2. Ambas son parte del gran plan de salvación que Cristo, en el plan eterno, tomó sobre sí en favor de su pueblo. Cristo es la fuente de vida de donde fluyen el perdón y la santidad. La raíz de ambas está en Cristo.
  3. Ambas se encuentran en la misma persona. Los que son justificados son también santificados, y aquellos que han sido santificados, han sido también justificados. Dios las ha unido y no pueden separarse.
  4. Ambas empiezan al mismo tiempo. En el momento en que una persona es justificada, empieza también a ser santificada, aunque al principio quizá no se percate de ello.
  5. Ambas son necesarias para la salvación. Jamás nadie entrará en el cielo sin un corazón regenerado y sin el perdón de sus pecados; sin la sangre de Cristo y sin la gracia del Espíritu.

Puntos en que difieren:

  1. Por la justificación, la justicia de otro, es decir, de Jesucristo, es imputatada, puesta en la cuenta del pecador. Por la santificación el pecador convertido experimenta en su interior una obra que le hace progresivamente santo. En otras palabras, por la justificación se nos considera justos, mientras que por la santificación se nos hace justos.
  2. La justicia de la justificación no es propia, sino que es la justicia perfecta de nuestro mediador Cristo Jesús, la cual nos es imputada y hacemos nuestra por la fe. La justicia de la santificación es la nuestra propia, impartida, inherente e influida en nosotros por el Espíritu Santo, pero mezclada con debilidad e imperfección.
  3. En la justificación no hay lugar para nuestras obras. Pero en la santificación la importancia de nuestras propias obras es inmensa. De ahí que Dios nos ordene a luchar, a orar, a velar, a que nos esforcemos, afanemos y trabajemos.
  4. La justificación es una obra acabada y completa; en el momento en que una persona cree es justificada, perfectamente justificada. La santificación es una obra relativamente imperfecta; será perfecta cuando entremos en el cielo.
  5. La justificación no admite crecimiento ni es susceptible de aumento. El creyente goza de la misma justificación en el momento de acudir a Cristo por la fe, que de la que gozará para toda la eternidad. Por otra parte, la santificación es, eminentemente una obra progresiva y admite un crecimiento continuo mientras el creyente viva.
  6. La justificación hace referencia a la persona del creyente, a su posición delante de Dios y a la absolución de su culpa. La santificación hace referencia a la naturaleza del creyente, y a la renovación moral del corazón.
  7. La justificación nos da derecho de acceso al cielo y confianza para entrar. La santificación nos prepara para el cielo y nos prepara para sus goces.
  8. La justificación es un acto de Dios con referencia al creyente, y no es discernible para los otros. La santificación es una obra de Dios dentro del creyente que no puede dejar de manifestarse a los ojos de los otros.

Estas distinciones las pongo a la atenta consideración de los lectores. Nunca se podrá enfatizar demasiado el que se trata de dos cosas distintas, aunque en realidad no pueden separarse, y que el que participa de una por necesidad ha de participar de la otra. Pero nunca debe confundirse, ni olvidarse de la distinción que existe entre las dos.

Conclusión: Solo resta finalizar el tema con unas palabras de aplicación:

  1. Debemos darnos cuenta del estado tan peligroso en que se encuentran algunas personas que profesan ser cristianas. “Sin la santidad nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14) ¡Cuánta religión hay, pues, que no sirve para nada! ¡Cuán grande es el número de personas que asisten a una iglesia y sin embargo, andan por el camino que lleva a la destrucción!
  2. Asegurémonos de nuestra propia condición y no descansemos hasta que veamos en nosotros los frutos de la santificación. ¿Cuáles son nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestras inclinaciones? Esta es la gran pregunta.
  3. Si deseamos verdaderamente la santificación, el curso a seguir es claro y sencillo: debemos empezar con Cristo. El primero paso para la santificación, al igual que para la justificación, es el de ir por la fe a Cristo. Debemos ponernos en sus manos, tal como lo hacemos con un buen médico, y suplicar su gracia y misericordia.
  4. Si deseamos crecer en la santidad, debemos acudir continuamente a Cristo. El es la cabeza de la cual cada miembro recibe el alimento. (Efesios 4:16) Debemos vivir diariamente la vida de fe en el Hijo de Dios y proveernos diariamente de su plenitud para nuestras necesidades de gracia y fortaleza.
  5. Nos esperemos demasiadas cosas de nuestros propios corazones. Aún en los mejores momentos, encontraremos en nosotros mismos motivos suficientes para una profunda humillación, y descubriremos que en todo momento somos deudores a la gracia y la misericordia. Sí, pecadores regenerados, perdonados y justificados, pero pecadores hasta el último momento de nuestras vidas. La perfección absoluto de nuestras almas todavía ha de venir y la expectación de la misma habría de ser una gran razón para hacernos desear más y más el cielo.
  6. En último lugar, nunca nos avergonzaremos de dar demasiada importancia al tema de la santificación y de nuestros deseos de conseguir una elevada santidad. Aunque algunos se contenten con unos logros muy pobres y miserables, nosotros mantengámonos en las sendas antiguas y sigamos adelante en pos de una santidad eminente. He aquí la manera de ser realmente felices. La persona que vive más felizmente en esta tierra es la persona más santificada. “Sus caminos son caminos deleitosos, Y todas sus veredas paz.” (Proverbios 3:17) “Mucha paz tienen los que aman tu ley; Y no hay para ellos tropiezo.” (Salmos 119:165) “Mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mateo 11:30) “No hay paz para los malos, dijo Jehová.” (Isaías 48:22).

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Adaptado de: J.C. Ryle, Caminando con Dios: Un tratado sobre las implicaciones prácticas del cristianismo, trans. Omar Ibáñez Negrete y Thomas R. Montgomery (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2002), 129-132.

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Acerca del autor:
John C. Ryle (1816-1900), teólogo y pastor anglicano, nació en una familia acomodada ingles. Fue educado en la Universidad de Oxford, donde recibió su bachiller en humanidades, y posteriormente una Maestría y Doctorado. Sirvió como Obispo en Liverpool, Inglaterra, promoviendo un Reforma en la Iglesia Anglicana. Fue contemporáneo con Charles Spurgeon. Escribió numerosas obras en ingles, muchas de las cuales han sido traducida al español. Entre sus obras mas importantes traducidas al español tenemos: Advertencias a las iglesias (2003); Caminando con Dios: Un tratado sobre las implicaciones prácticas del cristianismo (2002); El Aposento Alto: Una recopilación de verdades para estos tiempos (2005); La santidad: Su naturaleza, obstáculos, dificultades y raíces(2013); Seguridad de salvación(2005); Meditaciones sobre los Evangelios: Juan(2004–2005); Meditaciones sobre los Evangelios: Lucas(2002–2004); Meditaciones sobre los Evangelios: Mateo (2001), etc.

1 respuesta »

  1. Hasta el día de hoy no había meditado en esta diferencia, nos obstante el estudio es bastante claro, justificación es una obra soberana de Dios al salvarnos del infierno, cargando a nuestra cuenta las obras meritorias de Cristo durante su vida, la santificación se da progresivamente durante nuestra vida, las buenas obras son la evidencia de ello y es el Espíritu Santo quien nos capacita para realizarlas.

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