Caballero, Jaime D.

¿Cómo reconocer la obra del Espíritu Santo? por Jonathan Edwards

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Este articulo es un extracto del prólogo del libro: Jonathan Edwards, Un Avivamiento Verdadero: Las marcas de la obra del Espíritu Santo, ed. Ernest Klassen & Jaime D. Caballero (Teología para Vivir: Lima, Perú), 15-19. (Obra Completa, sin abreviar, y con una introducción teológica e histórica y cientos de notas de estudio).

Dr. R. C. Sproul

¿Estamos en medio de una renovación mayor? O ¿estamos viendo señales incitantes de renovación? Aquí es donde la reaparición de “Señales que distinguen” de Edwards puede ser útil. Para que nosotros podamos discernir la presencia de una renovación auténtica, necesitamos conocer qué podría semejar tal renovación. Cuando aparecen signos de renovación en el panorama de la historia, una de las primeras preguntas que surge es sobre la autenticidad. ¿Es la renovación genuina o es un mero arranque de emoción superficial?  ¿Encontramos un entusiasmo vacío empujado por nada de sustancia, o el entusiasmo en sí mismo es señal de un trabajo mayor de Dios? En cada renovación comprobada en la historia de la Iglesia, los signos que lo siguen están mezclados. El oro está siempre mezclado con impurezas. 

       Cada renovación tiene sus falsificaciones; las distorsiones tienden a provocar preguntas acerca de lo real. Ciertamente este problema acompañó al siglo XVIII al Gran Avivamiento en Nueva Inglaterra, en el que Jonathan Edwards fue figura clave. Su “Señales que distinguen” expone un cuidadoso análisis de dicha renovación, haciendo notar su sustancia, así como sus excesos. Pero el estudio puritano divino sobre el tema tiene mayor importancia que su explicación a dicho avivamiento en especial. Nos da un mapa para seguir por todos los periodos de renovación y por tal motivo tiene un valor perdurable para nosotros hoy en día.[1]

Una de las obras más importantes jamas publicadas por Jonathan Edwards

Dr. Douglas Sweeney

Aunque Jonathan Edwards (1703 – 1758) nació hace tres siglos en una remota colonia de Gran Bretaña, la influencia de sus ministros continúa hasta hoy, en todo el mundo. Como pastor evangélico de Nueva Inglaterra, como un misionero a los Indios de Stockbridge, y como uno de los primeros presidentes del College of New Jersey (más tarde Universidad de Princeton), él ministró directamente a cientos de americanos. Pero, como un teólogo de mando del “Gran avivamiento” transatlántico, el precoz liderazgo intelectual catalizador de misiones protestantes internacionales, y uno de los pocos padres fundadores del movimiento evangélico moderno, ha ministrado indirectamente a varios millones en toda la tierra.

       El ministerio de Edwards fue demostrado inspirando a un incontable número de cristianos fervientes. Como uno que anheló nada más que “ser llevado en brazos hacia Dios en el cielo”, su vida espiritual ha dado un ejemplo de devoción cristiana para muchos seguidores. Pero los escritos de Edwards, ahora impresos en cientos de ediciones por todo el mundo, se han convertido en la parte de mayor influencia de su legado espiritual.

       Edwards es más conocido entre los intelectuales por su trabajo sobre temas teológicos fuertes como “Pecado Original” (1758), “Afectos religiosos” (1746), y “La libertad de la voluntad” (1754). Pero sus libros más leídos han ofrecido un consejo espiritual práctico y un entendimiento bíblico básico para las personas comunes. Su libro más vendido de todos los tiempos es “La vida de David Brainerd” (1749), un cristiano de corta vida, misionero para los americanos Nativos en Pennsylvania, New Jersey y Delaware. Luego de ello, su serie de sermones en “Historia del trabajo de la redención” (1774) han ayudado a mucha gente desde la muerte de Edwards. Finalmente, sus escritos sobre renovación, como éste, han sido leídos ávidamente, por un sinnúmero de cristianos que buscan renovación en sus vidas, en sus familias, en sus iglesias, y aun en sus naciones.

       Por la tanto, es conveniente que Edwards sea traducido al español por lectores modernos, y que este proyecto empiece con “Las señales que distinguen el trabajo del Espíritu de Dios” (1741). Predicado originalmente en Yale en el punto más alto del Gran Avivamiento, “Señales que Distinguen” ha demostrado ser una bendición desde siempre. Es el mejor trabajo corto asequible para aquellos que buscan ayuda en “probar los espíritus” (1 Juan 4:1), aconsejando la renovación y reforma en la Iglesia. Que Dios bendiga esta aventura de publicación y, a través de ella, a la gente de Latinoamérica, para Su gloria.

Douglas A. Sweeney es Catedrático del Departamento de La Historia de la Iglesia y la Historia del Pensamiento Cristiano en Trinity Evangelical Divinity School, Deerfield, Illinois, uno de los principales seminarios evangélicos del mundo. Sweeney es un historiador, especialista en Jonathan Edwards. Ha editado y escrito ampliamente acerca de Edwards. 

Jonathan Edwards (1703-1758) es considerado uno de los teólogos mas importantes de toda la historia de la Iglesia

Dr. Alfredo Smith

Nuestro continente vive días de grandes confusiones en todos los órdenes. En lo político, lo económico, social y también moral y religioso.  Particularmente en este último campo, es indispensable reconocer, que las iglesias deambulan bajo liturgias y formas de culto un tanto particulares a nuestro tiempo, pero sin todo el respaldo histórico de las iglesias cristianas de siglos pasados.  Púlpitos generalmente débiles, carentes de un mensaje profético ungido, parecen ser la señal dominante, esto con muy pocas excepciones, desde México a los confines de la sureña Patagónica.  

       Un énfasis fuertemente sensorialista y con marcas cuestionables en la mayoría de los casos, ha tomado la bandera, y esto bajo un marco de «alabanza» que  ha ido debilitando la fuerza de impacto evangelístico, sustituyéndolo por una aproximación psicológica, que disimuladamente, ha ido reemplazando la convicción de pecado, indispensable a la salvación de las almas, y ha ido implantando un proceso catártico, en un medio alborozado (¿espiritualista?), que no llega a experimentar cambios morales permanentes y menos aún, que permitan llegar a gozarse en una auténtica santificación con consiguiente estabilidad espiritual.

       América Latina no ha experimentado nunca una manifestación de ministerios de impacto transformador como los que vivieran nuestros hermanos en la América del Norte.  Nombres como los de Wesley, Finney y Moody, entre otros, están asociados al mover del Espíritu Santo con repercusiones nacionales, llegando inclusive a cambiar el derrotero de aquellas naciones. Este es un hecho reconocido aun por escépticos de fama internacional.

       El nombre de Jonathan Edwards identifica a un hombre con un poderoso ministerio de Nuestro Señor entre estos perfiles.  Las marcas de la mano de Dios sobre su trabajo, podemos decir, que se evidencian en dos áreas muy significativas:  

  1. Manifestación de poder convincente en salvación de almas perdidas. 

Como bien señala un prólogo en la edición inglesa: «prostitutas regeneradas, borrachos liberados, comerciantes inescrupulosos transformados en gente honesta, familias reintegradas, y el decrecimiento del comercio de burdeles, bares, y alcoholismo, son las credenciales a (de) un genuino mover de Dios».  Este ministerio de salvación tuvo sus manifestaciones de poder, en más de una ocasión, con señales sobrenaturales de los cuales muy pocas veces se habla, sin embargo, el carácter distintivo de este siervo de Dios fue el de ser un instrumento dócil y fiel en la evangelización de los perdidos. Ejemplo de ello es su famoso sermón, «Pecadores en manos de un Dios airado», ¡que tumbó literalmente la gente al piso clamando por la salvación de sus almas! ¡No era meramente una cuestión de buscar experiencias sino de buscar a Dios y ser salvo!

2. Su ministerio tuvo una sólida base en el «Escrito está». 

La proclamación de Edwards no iba dirigida meramente a las emociones o los sentidos naturales de las gentes, sino a la conciencia y al destino final de sus almas.  Su mensaje era confrontativo, obligando a las gentes a tomar decisiones, y no siempre del agrado de las estructuras religiosas imperantes amoldadas a sus tradiciones, o bien a sus intereses particulares o denominacionales.  

       Edwards, con toda honestidad y diligencia, buscó dar lo que debía dar, sin medir consecuencias políticas que afectaran su posición, o que le causaran el rechazo del institucionalismo religioso de su tiempo. Habiendo sido recibido en muchas ocasiones por iglesias tradicionales, éstas luego le cerraron sus puertas, impulsando a Edwards a predicar en los parques y plazas a multitudes (gentes de la calle), que le oían de muy buena gana.

       No podemos menos que dar la bienvenida a este trabajo que según tengo conocimiento, es el primero que se intenta poner en manos del mundo hispano, con tan rico contenido.  Quiera Dios prosperar este trabajo en nuestro continente, impulsándonos rápidamente hacia las bases de un ministerio de poder genuino y profético.   Nuestras grandes masas humanas sumidas en oscuridad y confusión necesitan oír la voz de Dios con claridad y poder de Dios.  Al mismo tiempo urge profundizar la fe de los cristianos, sometidos hoy día a un evangelio de tipo utilitario, superficial y tememos, conducente a la triste apostasía prevista por el Señor en la iglesia de Laodicea.

       Leer a Edwards obliga a pensar seriamente y a auto-examinarse concienzudamente. Quiera nuestro buen Dios permitirnos respirar algo del aire de cielo, que prevalecía en el ministerio de este hombre de Dios, de un par de siglos atrás.

Alfredo C. Smith fue protagonista del movimiento Lima al Encuentro con Dios.  Actualmente reside en Quito, Ecuador pero su ministerio profético itinerante como conferencista es internacional e interdenominacional.


«Las Marcas de la obra del Espiritu Santo», es una de las obras mas importantes de Jonathan Edwards, y por primera vez disponible en español!!!

[1]Tomado de: R.C. Sproul, “Introduction”, en The Spirit of Revival Discovering the Wisdom of Jonathan Edwards, ed. Archie Parrish (Wheaton, Ill: Crossway Books, 2000), 21-22. Usado con permiso. 

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