06-Post-Reforma (Holandesa) s. XVII-XVIII

¿Arminianismo reformado? – Parte 1, por Jaime D. Caballero

Este articulo es un extracto de: Jaime D. Caballero, Introducción, en La teología de Jacobo Arminio: Declaración de sentimientos y disputas publicas (Lima, Peru: Teologia para Vivir, 2021), xi-xviii. Puede ver mas detalles del libro aquí.

En este estado tras la caída, el libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no solo está herido, tullido, enfermo, deformado y debilitado, sino también encarcelado, destruido y perdido. Y, hasta que llega la asistencia de la gracia, sus poderes no solo están debilitados e inútiles, sino que no existen excepto cuando los estimula la gracia divina; puesto que Cristo ha dicho: “Separados de mí, nada podéis hacer”.[1] Jacobo Arminio 

No hay ningún teólogo cuyo pensamiento haya sido más distorsionado y malentendido, tanto por sus defensores como por sus críticos, que Jacobo Arminio. La representación de la teología de Arminio a lo largo de los siglos ha sido escandalosamente errónea. A menudo se le ha llamado “pelagianista”, una herejía que vez tras vez Arminio condena en sus escritos de manera enérgica. También se le ha acusado de enseñar que la salvación se pierde, o que se puede caer del estado de gracia, algo que Arminio nunca afirmó. La distorsión del pensamiento de Arminio en artículos, ensayos y literatura ha sido muy amplia.[2] Arminio afirmaba la justificación por sola fe, de manera legal y vicaria. Roger R. Olson, uno de los teólogos arminianos más importantes de la actualidad, escribió: “Arminio es uno de los teólogos más injustamente olvidados y tremendamente incomprendidos de la historia de la teología cristiana”.[3] Comentando sobre la obra de Olson y del Arminio, Martin Povey escribe: 

John Wesley es bien conocido por su afirmación sobre el tema: “Decir: ‘Este hombre es un arminiano’, tiene el mismo efecto en muchos oyentes que decir: ‘Este es un perro rabioso’”. […] [Olson] sostiene que el arminianismo es a menudo malinterpretado y tergiversado tanto a nivel académico como popular, tanto por sus defensores como por sus detractores.[4]

Las palabras de Povey y Olson son ciertas. Sin embargo, en las últimas décadas ha habido un renacimiento en estudios de la teología de Arminio, buscándole dejar a Arminio hablar en sus propias palabras. Este movimiento lleva el nombre de “arminianismo reformado”. [5]

¿Arminianismo reformado?

El surgimiento del movimiento denominado “arminianismo reformado” es parte del renuevo de estudios en teología reformada, y cuenta con un creciente número de reputados eruditos que identifican al arminianismo reformado como una tradición diferente al arminianismo wesleyano surgido en el siglo XVIII, o del pentecostalismo surgido en el siglo XX.[6]

       Uno de los puntos principales del arminianismo reformado es que los postulados planteados por Arminio no fueron inventados por él, sino que estaban presentes desde el inicio mismo de la reforma tanto en teólogos luteranos, anglicanos, presbiterianos, entre otros, pero fueron sistematizados de manera más clara por Arminio. Vale la pena citar a longitud las palabras del erudito Stephen Ashby sobre el tema:

Hace un par de años tuve una conversación con un pastor presbiteriano de la ciudad en que trabajo. Cuando supo que había estudiado en un seminario calvinista, esperó el momento adecuado y me dijo: “De modo que eres una de esas rara avis formado en el pensamiento reformado, pero que no has seguido en él”. A lo cual le respondí: “Ah no, yo soy muy reformado; de hecho, me considero un arminiano reformado”. Mi interlocutor sonrió con suspicacia y me dijo: “Es la primera vez que oigo esta expresión”.

Sin duda, muchos de quienes leen este libro se preguntarán: “¿Qué es exactamente el arminianismo reformado?” La respuesta es simple: es lo que creía Jacobo Arminio. Arminio siempre se consideró reformado hasta el día de su muerte. Y dentro del movimiento reformado holandés hubo muchos otros que sostuvieron el mismo acercamiento a la Teología. Por supuesto, considerando el uso popular que tiene el término reformado en nuestros días —que lo hace prácticamente sinónimo de calvinista— probablemente no es sorprendente que mi amigo presbiteriano reaccionara con tanta perplejidad ante la idea de un arminianismo reformado. No obstante, si profundizamos un poco más, dejando a un lado los epígrafes superficiales y trillados, y comparamos la verdadera esencia de las ideas de mis feligreses con aquellas que generalmente se consideran reformadas, se hará meridianamente claro que hablar de arminianismo reformado no representa una contradicción de términos, sino una designación muy apropiada.

La clase de arminianismo que estoy planteando no será inmediatamente reconocible ni por aquellos que normalmente se consideran reformados ni por quienes llevan la etiqueta de arminianos. En este mismo volumen, Michael Horton presenta una posición calvinista reformada, mientras que Steve Harper representa una perspectiva arminiana wesleyana. Espero de corazón poder situarme entre estas dos posiciones diferenciándome al mismo tiempo de ambas. En una exposición dedicada a Arminio, R. C. Sproul hizo una interesante declaración: “En el eterno debate entre calvinistas y arminianos, con frecuencia cada una de las partes ha presentado una imagen deformada de la otra. Primero se levantan hombres de paja y después se blanden las espadas de la polémica contra puras caricaturas, cual don-quijotes colectivos, enfrentándose a molinos de viento. Como calvinista, oigo frecuentemente críticas del pensamiento calvinista con las que de todo corazón estaría de acuerdo si lo que se critica fuera realmente el calvinismo. Por ello, estoy convencido de que los discípulos de Arminio sufren la misma suerte y se sienten igual de frustrados”. Sproul está, sin duda, en lo cierto. Con demasiada frecuencia los seguidores de Arminio ven cómo sus enseñanzas se distorsionan y cómo ellos mismos son calumniados y vilipendiados.[7]

Cuando se examinan de cerca, existe quizá una mayor diferencia entre la teología de Arminio y la de Wesley, que la de Arminio y Calvino. En otras palabras, puestos lado a lado, la teología de Arminio tiene más en común con la teología reformada que con el arminianismo posterior, o el wesleyanismo. Ashby continúa diciendo: 

Arminio sostuvo el mismo punto de vista reformado de la expiación que Calvino y sus seguidores: la obediencia de Cristo a la ley y su obediencia al morir en la Cruz satisfizo las justas demandas de un Dios santo, y esta obediencia positiva les es imputada a los creyentes. ¿Qué punto de vista sostienen, pues, los arminianos si no pueden aceptar el de la satisfacción penal? La mayoría acepta una idea gubernamental, un concepto que Hugo Grotius desarrolló a comienzos del siglo XVII. El propio Wesley, y algunos de sus posteriores seguidores, no propugnaron una teoría gubernamental completa. Sin embargo, incorporaron algunos elementos clave de este punto de vista y siempre se distanciaron del de la satisfacción penal de la teología reformada. Según el concepto gubernamental, “la expiación no representó la satisfacción de ningún principio interno de la naturaleza divina, sino de las necesidades del ejercicio del gobierno”.[8]

En otras palabras, Ashby afirma que el esquema teológico de la justificación e imputación de Arminio es prácticamente idéntico al de la corriente principal reformada, y diferente al del arminianismo y wesleyanismo posterior. Esto quizá sea una sorpresa para los lectores.

       La recuperación del pensamiento y teología de Arminio es una obra que clama por atención, especialmente en el contexto latinoamericano. Probablemente no hay una corriente teológica que haya ejercido una mayor influencia en la teología latinoamericana que el arminianismo, el cual deriva gran parte de su teología de Jacobo Arminio. Sin embargo, paradójicamente, la teología y pensamiento de Arminio son grandemente ignorados no solo entre aquellos que tienen afinidad con la teología reformada, sino en denominaciones tradicionalmente de tendencia arminiana, como el pentecostalismo, carismatismo, bautistas generales, entre otros. La negación de las raíces históricas de una denominación no anula dichas raíces, solo nos vuelve ignorantes de las mismas. 

       La negación de una tradición teológica no autentifica a una denominación otorgándole un pedigrí apostólico, sino que, por el contrario, la identifica con aquellos grupos y movimientos que a lo largo de la historia han tenido conexiones estrechas con movimientos heréticos. El riesgo y gran peligro de desconocer y no estar afianzado en una tradición teológica histórica es el peligro de caer en la herejía y la afirmación de un cristianismo “nuevo” desconectado de cualquier tipo de precedencia histórica. Este riesgo está presente no solo en aquellos que han sido influenciados por el pensamiento de Jacobo Arminio, sino también por el de Juan Calvino, entre otros. A fin de cuentas, ambos reformadores buscaban ser fieles a la Palabra de Dios, y recuperar genuinamente el cristianismo histórico. Si lo lograron hacer, o cuál de ellos lo hizo mejor, es una cuestión diferente. 

       Pocas cosas abren más las puertas para la herejía y la negación de los principios del evangelio que el desconocimiento de las raíces históricas del protestantismo, el cual se remonta hasta la era apostólica. Esto trágicamente ha ocurrido en algunas denominaciones con la afirmación de doctrinas y prácticas que están distintivamente fuera del cristianismo ortodoxo, como la negación de la Trinidad y la suplantación de la Sola Scriptura por la autoridad de superapóstoles modernos. 

       Hay algo en lo que tanto los críticos como los defensores de Arminio están de acuerdo, y es la influencia de Arminio en la fe evangélica protestante. Sus enseñanzas no solo son el fundamento de una de las tradiciones más grandes dentro del protestantismo (es decir, el arminianismo), sino también su importancia se encuentra en círculos reformados. 

¿Quién es el verdadero Arminio?

Gran parte del problema teológico latinoamericano, tanto en círculos arminianos como calvinistas, es que nuestro conocimiento se deriva de segunda o tercera mano. En este caso particular, no solo no conocemos el pensamiento de Jacobo Arminio, sino que no sabemos que no sabemos. En otras palabras, el creer que conocemos de manera a priori lo que una figura histórica pensaba nos inhibe de la posibilidad de conocer verdaderamente su pensamiento. La mayoría de nuestro conocimiento se deriva de lo que alguien más ha dicho de Arminio, y muchas veces la persona que critica o alaba el pensamiento de dicho teólogo nunca en realidad lo ha leído. En efecto, no interactuamos con Arminio, sino con la interpretación de la interpretación de alguien más de Arminio. 

       He sido muchas veces culpable de este error. Mi conocimiento del arminianismo, como el de la mayoría de reformados actuales, se derivaba de lo que autores calvinistas decían del mismo. Leí el prefacio escrito por J. I. Packer al libro de John Owen La muerte de la muerte en la muerte de Cristo hace más de una década.[9] Creí entonces conocer lo que el arminianismo enseñaba e incluso lo que Jacobo Arminio creía. Sin embargo, en realidad, estaba examinando el pensamiento de John Owen a través de la interpretación de J. I. Packer. Por su parte, Owen no estaba interactuando con Arminio, sino con varios teólogos anglicanos de tendencia arminiana, los cuales a su vez estaban interactuando con los seguidores de Arminio. Realmente ninguno ―ni Owen, ni Packer, ni los arminianos ingleses― estaba interactuando directamente con Arminio, sino con lo que alguien dijo de lo que alguien más había dicho de lo que Arminio dijo. ¡No hay duda del porqué Arminio ha sido tan malinterpretado! 

       Incluso el contexto de La muerte de la muerte en la muerte de Cristo es de suma importancia, pues tuvo lugar en los albores del inicio de una guerra civil inglesa entre republicanos y monarquistas. En otras palabras, el problema de Owen no era tanto con el arminianismo, mucho menos con Jacobo Arminio, sino con el partido monárquico (mayoritariamente arminiano) con el que el partido puritano independiente (mayoritariamente calvinista) se encontraba en guerra. Owen no interactúa con Arminio mismo, sino con la interpretación que hicieron un número de teólogos ingleses anglicanos de los Remostrantes, quienes fueron seguidores de Arminio. 

       En otras palabras, Owen interactúa con la interpretación hecha de la interpretación de Jacobo Arminio. Creía conocer a Arminio porque había leído a Packer, quien interpretaba a Owen, quien interpretaba a los teólogos ingleses, quienes a su vez interpretaban a los Remostrantes, quienes a su vez interpretaban a Arminio, y cada uno en un contexto, tiempo y público diferentes. Mi ignorancia del tema era tal, y mi conocimiento de Arminio tan poco, que no era consciente de mi propia ignorancia. Solamente aquel que ha estudiado un tema a profundidad puede llegar a ser consciente de su propia ignorancia del tema estudiado. No fue sino hasta varios años más tarde que pude obtener un conocimiento más profundo del pensamiento de Arminio a través de la lectura de las obras de Richard Muller.[10] Antes de Muller, Carl Bangs hizo un excelente trabajo mostrando que Arminio no fue el creador de una corriente nueva en la teología reformada, sino el consolidador de una corriente ya existente dentro del pensamiento teológico dentro de la tradición protestante casi desde el inicio mismo de la reforma.[11] Ya sea que estés de acuerdo o no con los principios enseñados por Arminio, debe ser juzgado por sus propios méritos, por sus propias palabras y de acuerdo con su propio contexto, y todo esto a la luz de la única regla infalible de fe y práctica: las Escrituras.

Jacobo Arminio y el arminianismo

Es absolutamente necesario también hacer una distinción entre Arminio y el arminianismo, de la misma manera que es absolutamente necesario una distinción entre Calvino y el calvinismo. El erudito James D. Douglas escribe: 

Es importante distinguir entre la enseñanza de Arminio y lo que más tarde se conoció como arminianismo, que era más liberal en su visión del libre albedrío y de las doctrinas relacionadas que su fundador.[12]

Como en la mayoría de los casos en la historia, casi todo “ismo” tiene sus orígenes como un insulto dado por sus oponentes. Aquellos que edificaron sobre la base de Arminio nunca se llamaron a sí mismos “arminianos”, lo cual los identificaría como seguidores de un hombre; de la misma manera que aquellos que edificaron sobre la base de las enseñanzas de Calvino no se llamaron a sí mismos calvinistas. En ambos casos, dicho sobrenombre surgió como un insulto con el fin de desprestigiar las enseñanzas de dicho movimiento o grupo. 

       Desde una perspectiva histórica y académica, pocas cosas son más erradas que juzgar a un personaje histórico por la interpretación que generaciones subsecuentes le dieron a su pensamiento. Un estudio serio de la teología buscará interpretar a una figura histórica en sus propios méritos, de acuerdo con sus propias ideas, teniendo en cuenta su contexto histórico y teológico, así como sus fuentes y predecesores, y no con desarrollos teológicos posteriores. Por ejemplo, del mismo modo que es errado adjudicar la enseñanza de la “redención particular” o “redención eficaz o limitada” a Juan Calvino, es igualmente erróneo adjudicar la enseñanza de “caer de la gracia” o la “pérdida de la salvación” a Jacobo Arminio. En ambos casos, dicho desarrollo teológico fue llevado a cabo generaciones después de la muerte de dichos teólogos, por otros teólogos que buscaban edificar tanto sobre la base de Calvino como de Arminio. 

       De la misma manera que Arminio no negaba ni afirmaba la posibilidad de que un cristiano verdadero pudiera caer de la gracia, tampoco Calvino negaba o afirmaba la redención particular. En cada caso, este sería un ejemplo de anacronismo histórico. Es reconstruir la teología de un personaje histórico en particular a partir de la teología de sus seguidores, en lugar de juzgarlos por sus propias palabras y contexto. En otras palabras, a menos que identifiquemos lo que una figura histórica en particular realmente creía sobre un tema y, aun mucho más importante, porqué creía eso, no podremos realmente aprender teología de manera seria y edificar sobre los hombros de aquellos que nos han precedido. 

       La pregunta del porqué un teólogo creía lo que creía es de vital importancia. Los teólogos son seres humanos, sujetos a pasiones, debilidades y tentaciones. Tan humanos como el que escribe estas palabras y el que las lee. No eran cerebros conectados a una máquina de procesar proposiciones teológicas. Presiones económicas, guerras, hambrunas, enemistades, pecados, celos, entre otros, fueron factores de suma importancia que a menudo jugaron un papel decisivo en la reflexión teológica, de tal manera que si dichos factores hubieran estado ausentes, es muy probable que un teólogo hubiera dicho algo diferente, o no lo hubiera dicho en absoluto. ¿Ha usted actuado siempre de manera coherente con su teología? Más aún, ¿ha desarrollado su teología puramente de manera intelectual, sin que factores como el lugar donde nació, la educación que recibió, la familia en la que vivió, las personas a las que conoció, o las malas experiencia que tuvo no jueguen un factor en sus creencias? Si no es así, entonces, ¿por qué pensar que una figura histórica no estaría sujeta a los mismos tipos de presiones y vulnerabilidades comunes al ser humano? [Continuara en un siguiente articulo].

Jaime Daniel Caballero.

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Notas:


           [1] Jacobo Arminio, Disputation 11, «On the Free Will of Man and its Powers», en The Works of James Arminius, London ed., traducido por James Nichols y William Nichols, 3 vols. (London: Longerman, Hurst, Rees, Orme, Brown, & Green, 1825–75; repr., Grand Rapids: Baker, 1996), 2:192.

           [2] Ver, por ejemplo, Kelly M. Kapic and Wesley Vander Lugt, Pocket Dictionary of the Reformed Tradition, The IVP Pocket Reference Series (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2013), 16; donde se afirma que Arminio enseña que un creyente puede perder su salvación debido a que poseía albedrío libertario, algo enteramente errado.

           [3] Roger E. Olson, The Story of Christian Theology: Twenty Centuries of Tradition and Reform (Downers Grove, Ill.: InterVarsity,1999), 455.

           [4] Martin Povey, “Review of Arminian Theology: Myths and Realities by Roger Olson,” Themelios 32, no. 3 (2007): 98.

           [5] El término “arminianismo reformado” parece haber sido acuñado por Robert E. Picirilli, quien lo utilizó en su prefacio de 1987 al comentario teológico del profesor Forlines sobre la epístola a los Romanos. Véase Leroy Forlines, Romans in the Randall House Bible Commentary, ed. Robert E. Picirilli (Nashville: Randall House, 1987).

           [6] El inicio del movimiento de arminianismo reformado se da en la década de 1960 con la publicación de los escritos de Carl Bangs. Desde entonces ha habido mucha literatura publicada sobre el tema.

           [7] Stephen M. Ashby, “Un Punto de Vista Arminiano Reformado,” in La Seguridad de La Salvación: Cuatro Puntos de Vista, ed. J. Matthew Pinson, trans. Pedro L. Gómez Flores, Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2006), 147–148.

           [8] Ibid., 161.

           [9] J.I. Packer, “Introductory Essay”, en The Death of Death in the Death of Christ (Edinburg, UK: The Banner of Truth, 1959), 1-26

           [10] Richard A. Muller, God, Creation, and Providence in the Thought of Jacob Arminius: Sources and Directions of Scholastic Protestantism in the Era of Early Orthodoxy (Grand Rapids, MI: Baker Academic: A Division of Baker Publishing Group, 1991).

           [11] Carl Bangs, «Arminius and the Reformation», Church History 30 (1961): 155–60; Carl Bangs, Arminius: A Study in the Dutch Reformation (Grand Rapids: Zondervan, 1985), 141–42.

           [12] James D. Douglas, “Arminius, Jacobus,” ed. J.D. Douglas and Philip W. Comfort, Who’s Who in Christian History (Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), 37.

Daniel Caballero

Acerca del autor:
Daniel Caballero nació en Lima, Perú. BSc. Universidad Nacional Agraria La Molina (Lima, Peru). BA, Seminario Teológico Bautista (Lima, Peru); Postgrado en Teología, The London Theological Seminary (Londres, Inglaterra), ThM, Westminster Theological Seminary (PA-Estados Unidos), PhD-Candidato, Queens University Belfast (Belfast, Irlanda del Norte). Especialización en John Owen y Puritanismo ingles. Cuenta ademas con estudios en idiomas bíblicos, y latin eclesial, ademas de estudios en historia en Royal Holloway, University of London, entre otros. Daniel ha escrito numerosos artículos sobre puritanismo, teología bíblica y cultura. Su campo de especialización es en estudios de la Reforma y Post-Reforma (Puritanismo). Actualmente vive en Belfast, Irlanda del Norte, mientras concluye estudios doctorales.

2 respuestas »

  1. Hola concuerdo con usted¡¡ que Arminio nunca enseño que un verdadero Creyente pueda apostatar,
    Aunque si es verdad que sugiera estudiar los »pasajes» que puedan indicarnos que por negligencia un verdadero creyente pueda naufragar de la Fe, no esta haciendo una afirmacion categorica de su conviccion personal,
    pero si plantea el estudio sobre ello, es enfatico en su afirmacion de que »nunca enseñe que un verdadero creyente pueda apostatar de la Fe» lo que han hecho los »arminianos de ahora» es afirmar que si se puede apostatar desligandose del pensamiento original de Arminio sobre este en especifico, pero es honesto reconocer que Arminio tambien se refiere a estos afirmando: » a quienes pienses que si no puedo llamar herejes» dando una clasula de ambiguedad donde se edifique luego el »apostatar de a fe» como »postura de Arminio» lo cual este ultimo no es Correcto, lo que seria correcto seria afirmar: »Arminio nunca enseño que se apostate de la fe» » sugirio estudiar más el tema» » sus seguidores posteriores llegaron a la conclusion siendo inducidos a estudar el tema que se puede apostatar de la fe, más no por afirmacion categorica de Arminio», ajeno a esto, yo me considero Arminiano Reformado, y creo que la salvacion no se pierde, me puedo fundamentar en Arminio para afirmarlo? si, puede alguien fundamentarse en Arminio para afirmar que se pierde, Pudiera afirmarse en lo que sus seguidores dijeron, mas no en el mismo Arminio. Sobre Stephen Ashby aunque Reconoce que debemos leér a arminio y opinar como Arminio para ser Arminianos reformados , estoy totalmente en acuerdo, pero denoto una carencia de la misma clausula que pide respetar cuando habla en especifico de apostatar de la fe, ya que mientras hace un trabajo prolijo en el libro »Un Punto de Vista Arminiano Reformado,” in La Seguridad de La Salvación» defendiendo la depravacion total, la imputacion de la justificacion» todo desde las mismas palabras de Arminio, en cuanto a la parte de la perseverancia de los santos el mismo Stephen Ashby no respeta su regla con la que excelentemente defiende a Arminio, ya que defiende la apostacia y caer de la fe hablando más de Pecirilli que de Arminio mismo, concluyendo Ashby que si se puede perder la salvacion, Algo que Arminio no Afirmo categoricamente. concuerdo con Ashby en cuanto a arminio , pero en cuanto a que la salvacion se pierde, dejo su regla de citar a arminio y comenzo a citar a Picirilli. hago este contraste porque quiere limitarme a la proposicion que hace usted de Leer directamente a Arminio para respetar su pensamiento y ser catalogado como un Arminiano Reformado en distincion con los muchos llamados Arminianos actuales.

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