Dios y el Espíritu Santo

«La Gloria de Dios: Soli Deo Gloria» por J.I. Packer

SU GLORIA: La manifestación de la Gloria de Dios exige que nosotros le demos Gloria

Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, asiera el parecer del resplandor alrededor. Ezequiel 1:28

Dios hace todo para Su gloria. 

La meta de Dios es su gloria, pero es necesario que expliquemos esto con detenimiento, porque es fácil entenderlo de manera incorrecta. No indica unos propósitos movidos por un egoísmo divino, como hay quien imagina algunas veces, sino por el amor divino. Es cierto que Dios quiere que lo alabemos porque Él es digno de alabanza, y lo exaltemos por su grandeza y su bondad; quiere que lo apreciemos por lo que Él es. No obstante, la gloria que constituye su meta es en realidad una relación con dos aspectos y dos etapas:

  1. Un acto de revelación por parte suya, por medio del cual les manifiesta su gloria a los hombres y los ángeles con liberal generosidad.
  2. Ena respuesta de adoración por parte de ellos, por la cual le dan gloria movidos por la gratitud ante lo que han visto y recibido.

En esta conjunción se realiza la intimidad de amor para la cual fueron y son hechas las criaturas racionales de Dios, y para la cual son redimidos ahora los seres humanos caídos. El movimiento que significa ver la gloria de Dios y darle gloria es la verdadera realización de la naturaleza humana en su corazón mismo, y le produce al ser humano un gozo supremo, tal como se lo produce a Dios (cf. Sofonías 3:14–17).

Que significa gloria?

En el Antiguo Testamento, la palabra “gloría” va asociada a las ideas de peso, riqueza, esplendor y dignidad, presentes todas cuando se dice de Dios que ha revelado su gloria. Estaba respondiendo a la súplica de Moisés para que le mostrara su gloria, cuando proclamó ante Él su nombre (es decir, su naturaleza, personalidad y poder, Éxodo 33:18–34:7). A esa proclamación acompañaba una manifestación física sobrecogedora, la shekina, una nube resplandeciente que es posible que tuviera el aspecto del fuego al rojo blanco (Éxodo 24:17). La shekina misma era llamada “la gloria de Dios”; aparecía en momentos significativos de la historia bíblica, como señal de la presencia activa de Dios (Éxodo 33:22; 34:5; cf. 16:7, 10; 24:15–17; 40:34–35; Levítico 9:23–24; 1 Reyes 8:10–11; Ezequiel 1:28; 8:4; 9:3; 10:4; 11:22–23; Mateo 17:5; Lucas 2:9; cf. Hechos 1:9; 1 Tesalonicenses 4:17; Apocalipsis 1:7). Los escritores del Nuevo Testamento proclaman que la gloria de la naturaleza, personalidad, poder y propósito de Dios está abierta ahora ante nuestra vista en la persona y función de Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios (Juan 1:14–18;2 Corintios 4:3–6; Hebreos 1:1–3).

Soli Deo Gloria.

La gloria de Dios, manifestada en el plan y la obra de gracia por medio de los cuales salva a los pecadores, debe hacer surgir la alabanza (Efesios 1:6, 12, 14); esto es, el acto de darle gloria a Dios con la palabra hablada (cf. Apocalipsis 4:9; 19:7). Además, debemos realizar todas las actividades de la vida con la meta de darle a Dios el homenaje, la honra y el placer que constituyen el darle gloria a un nivel práctico (1 Corintios 10:31).

Dios no estaba dispuesto a compartir con los ídolos la alabanza por la restauración de su pueblo, porque los ídolos, al no ser reales, no contribuyeron en nada a esta obra de la gracia (Isaías 42:8; 48:11); de igual manera, no está dispuesto a compartir hoy la alabanza por la salvación con los seres humanos de hoy, porque nosotros tampoco contribuimos a ella más que con la necesidad que tenemos de recibirla. Desde el principio hasta el final, y en todas las etapas del proceso, la salvación viene del Señor, y nuestra alabanza debe demostrar que estamos conscientes de ello. Ésta es la razón por la cual la teología de la Reforma insistía tanto en el principio de “Gloria sólo a Dios” (soli Deo gloria), y por la que necesitamos mantener en alto ese principio con igual celo en el día de hoy.

Acerca del autor:

pic_full_packer_jiJames Innell Packer, J.I. Packer (1926-), es un teologo ingles, perteneciente a la Iglesia Anglicana. Ha servido como profesor de Teologia en ‘Regent College’ en Canada. Es considerado como uno de los Teologos de mayor influencia en el siglo XX, y quizá de todos los tiempos. Realizo estudios en la Universidad de Oxford (MA, PhD). Fue profesor de Griego en el Seminario anglicano ‘Oak Hill’ en Londres, antes de ser profesor en ‘Regents’. Ha escrito decenas de libros entre los cuales se cuenta: «Una búsqueda de la piedad: La vision puritana de la vida cristiana», «Conociendo a Dios», «La vida en el Espíritu», «Afirmado el credo de los Apóstoles», entre muchos otros.

Tomado de: J. I. Packer, Teologı́a concisa: Una guı́a a las creencias del Cristianismo histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998), 70–72.

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