Desde los antiguos griegos se ha mirado el estado como un bien, como una estructura que promueve el pleno desarrollo del ser humano. Aun en documentos cristianos sobre la política podemos encontrar esta perspectiva.[1] Sin embargo la Biblia nos presenta una perspectiva bien diferente.
En Génesis encontramos que es sólo después y por razón de la caída que aparecen estructuras de autoridad. En Génesis 3:16,[2] por primera vez, una persona es sujetada a la autoridad de otra y esto representa un contraste con la armonía que existía antes. De allí es legítimo concluir que las estructuras de autoridad humana se hacen necesarias por razón del pecado. Se pueden ver como algo remedial que existe para limitar las consecuencias del pecado. El pecado de por sí acaba con las relaciones armónicas, es una fuerza centrífuga que separa y divide a los seres humanos. El estado representa aquella estructura artificial (en el sentido de no ser parte de la creación original) que se requiere para frenar el pecado y limitar sus consecuencias. Esto se confirma por lo que dice Pablo en cuanto al propósito de las autoridades en Romanos 13:3-4[3].
Este texto de Romanos 13:1–7, así como el texto en 1 Pedro 2:13–17,[4] nos advierte contra la rebeldía frente a las autoridades establecidas. Esto implica que una discusión entre cristianos sobre diferentes sistemas de gobierno es, hasta cierto punto, irrelevante, porque el cristiano ha de sujetarse a las autoridades sin importar si se trata de un sistema democrático, totalitario, dictatorial u otro. Más adelante comentaremos más ampliamente sobre el sistema democrático, ya que es el tipo de gobierno bajo el cual nos encontramos actualmente y también porque es el tipo de gobierno que según muchos cristianos se acopla mejor con la fe cristiana. Por ahora es importante observar que, en aquel momento histórico, Pablo y Pedro exhortan a la sumisión bajo un gobierno autocrático que no dejaba lugar para ninguna participación ciudadana, especialmente en las partes más remotas del imperio romano.
¿Puede una Iglesia Local estar involucrada en política?
Otro principio fundamental que debe quedar claro desde el inicio es que la iglesia no debe participar en la política. Los miembros de la iglesia, los cristianos individuales, pueden y deben cumplir con su responsabilidad ciudadana y política, pero esto no implica a la iglesia como institución. Por su función profética, la iglesia no puede estar ajena a los pecados y abusos que se dan en la sociedad, pero cuando se pronuncia nunca debe ser a favor de opciones partidistas. Vale mencionar el ejemplo del arzobispo de Managua en Nicaragua quien denunció los abusos de Somoza antes de la revolución sandinista de 1979, y después de la revolución denunció los abusos de los sandinistas. Así de imparcial debe ser la denuncia del mal y el elogio del bien.
Los cristianos individuales pueden optar por diferentes partidos políticos. En Colombia ya hemos tenido más de un solo partido cristiano evangélico y tenemos también políticos evangélicos dentro de los partidos tradicionales. La iglesia debe ser el lugar de encuentro donde los cristianos de diferentes partidos y opciones políticas pueden encontrarse y unirse en alabanza a Dios, para juntos oír la Palabra de Dios. Si la iglesia toma una posición partidista propia esto ya no es posible.
Estas observaciones son de particular importancia en tiempo de elecciones. Es bueno y loable que la iglesia contribuya a la formación y concientización de sus miembros al organizar foros abiertos con representantes de diferentes opciones políticas, pero no puede identificarse con una opción determinada.
¿Deben los pastores estar involucrados en política?
Aquí surge también el tema candente de los pastores en la política. En principio el sistema democrático no excluye a nadie de la participación en la política electoral. Hemos hecho de la política una profesión para abogados. Pero no tiene que ser así. El panadero y el zapatero tienen igual derecho a representar al pueblo en los concejos o el Congreso o donde sea.
Pero a la luz de lo que hemos dicho la función de pastor no combina bien con la del político. El pastor habla a la iglesia y por la iglesia, y ya hemos dicho que la iglesia no debe identificarse con opciones políticas partidistas. Un pastor tendría que dejar su vocación y ministerio para dejar bien claro que no actúa en representación de la iglesia.
Fuera de esto, cualquier pastor está sujeto a, por lo menos, dos tentaciones peligrosas. Por una parte, es fácil perder de vista el alto honor que representa el poder servir al Señor como pastor en la iglesia y dejarse llevar por la escala de valores del mundo que premia mucho más a los políticos. La otra tentación es tomar por sentado el apoyo electoral de los miembros de su iglesia o denominación. Este tipo de situación se vuelve fácilmente una presión implícita para que la gente de la iglesia vote por su pastor, lo cual atenta contra la libertad que estos creyentes tienen en depositar su voto. Con esto se aprovecha para fines políticos el apoyo y respeto que uno se ha ganado como pastor y convierte a la iglesia en un bloque electoral. Tal clientelismo cristiano levanta preguntas éticas profundas.
¿Es la democracia la mejor manera de gobierno de acuerdo a la Biblia?
Existe una opinión ampliamente difundida entre cristianos evangélicos, de que el sistema político que mejor se ajusta a la fe cristiana es la democracia. Hay estudios que procuran mostrar que el concepto de gobierno democrático incluso surge de la democracia que se vive en muchas de las iglesias protestantes después de la Reforma. Debemos reflexionar un momento sobre esta supuesta afinidad entre el cristianismo y la democracia.
En la Edad Antigua encontramos los fundamentos de la democracia en la ciudad griega donde todos los ciudadanos libres participaron en las decisiones de gobierno. El modelo se sigue en alguna medida en la república romana y sobrevive en forma deficiente bajo el imperio romano. Durante la Edad Media se encuentran diferentes formas de democracia parcial y de representación, por lo menos de la aristocracia y las clases adineradas, en la toma de ciertas decisiones.
La ideología democrática moderna surge a partir del siglo XVII y representa un rechazo a la monarquía absoluta. Desde el principio de la Edad Media (la convicción ya se encuentra en Constantino) se había utilizado Romanos 13 para decir que los reyes y emperadores estaban puestos por Dios. Es en los siglos XVII y XVIII que esta convicción lleva a la monarquía absoluta en reyes como Luis XIV en Francia y Carlos I en Inglaterra. Este concepto es nuevo y afirma que el rey no tiene que rendir cuentas a nadie, que ni siquiera está bajo obligación por sus propios compromisos ya asumidos.
La ideología democrática, expuesta, como ya vimos, por autores como John Locke, propone un modelo en que el gobierno está bajo una obligación para con el pueblo que lo elige. En la Revolución Norteamericana, se mezcla este concepto con elementos cristianos. En la Revolución Francesa esta ideología se expresa en forma netamente anticristiana. La afirmación de la «soberanía del pueblo» implica el rechazo de cualquier derecho divino de los reyes y va de mano con el lema de la Revolución: «Ni Dieu, ni maître» (Ni Dios, ni amo). Es obvio que las bases de la democracia no son, en ningún momento, más cristianas que las bases de otros modelos de gobierno.
¿Pero no es acaso que la Democracia garantice la libertad del ciudadano?
Uno de los aspectos que resultan atractivos para el cristiano en la ideología democrática es que pretende garantizar la libertad del ciudadano. Pero surge la pregunta si estamos manejando el término «libertad» en su sentido bíblico.
No queremos desencadenar aquí un debate sobre el libre albedrío, pero es interesante que la Biblia no usa el término libertad para hablar de una libertad para escoger –aunque la Biblia claramente presupone la responsabilidad del ser humano en las decisiones que toma. La libertad para el cristiano es algo que recibe en Cristo (Jn. 8:31–36)[5] y señala la libertad de la esclavitud al pecado.
Es posible decir que la libertad cristiana trasciende las condiciones sociales y políticas. La libertad cristiana resulta de la salvación en Cristo y descansa en la restauración de la relación con Dios. Es esta nueva relación con Dios que trasforma las otras dimensiones. El prójimo, que antes era una limitación de mi «libertad» personal ahora llega a ser objeto del amor de Cristo y alguien a quien puedo servir en amor. El trabajo que antes era una obligación penosa se trasforma en un medio para alabar a Dios y servir a la comunidad. No decimos que la libertad del cristiano es independiente de sus condiciones sino que trasciende o supera sus condiciones y las transforma.
Conclusión.
Los autores J. I. Packer y T. Howard, en su libro Christianity the True Humanism, definen la libertad como la libertad de amar:
La elección que deletrea libertad es escoger amar. Verdadera libertad para el hombre es libertad para amar –libertad para amar a otros, aun a los no amables, en y por medio de Dios, y para amar a Dios mismo. Ser libre es haber aprendido a amar… Cuando nada ni nadie puede impedirte amar, entonces eres libre en el sentido más profundo.[6]
Ésta no es la única forma en que se ha intentado definir el concepto cristiano de la libertad. En otro autor hallamos la siguiente definición:
Porque libertad es más que la posibilidad de poder escoger y cambiar, es el haber escogido, haber escogido de tal manera que uno ni puede ni quiere cambiar ya. Es el dejarse orientar por esa escogencia, de tal manera que lo [o el] escogido ya no nos pertenece a nosotros sino que nosotros le pertenecemos al que escogimos, y a menudo nos dejamos cambiar por él.[7]
Es de allí que la Biblia puede hablar de la «ley de la libertad» (Stg. 1:25)[8], porque esta libertad implica someternos con gozo a la voluntad de Dios. En el libro anglicano de Oración Común se habla de Dios «cuyo servicio es perfecta libertad».
En el matrimonio cristiano se percibe este sentido bíblico de la libertad cuando ya no se habla de la libertad como el tiempo antes de casarse, sino que es justamente en el matrimonio donde se descubre la verdadera libertad en el gozo y privilegio de poder vivir enteramente para otro.
Articulo tomado de: Theo G. Donner, Fe y posmodernidad: Una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado (TERRASSA (Barcelona) España: Editorial CLIE, 2004), 121–126.
Mas artículos del autor, aqui.
Mas artículos del tema, aqui.
Sobre el autor:
El Dr. Theo Donner nació en Amsterdam en 1955, aunque se crió y estudio en Luxemburgo. Se convirtió al cristianismo a los 17 años de edad y dos años más tarde, en 1974, se fue a Edimburgo, Escocia, para estudiar teología en el New College. En 1978 se graduó en Divinidades y en 1983 obtuvo su doctorado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Ese mismo año marchó a Colombia como profesor de Teología Histórica en la Facultad del Seminario Bíblico de Medellín, cargo que sigue ejerciendo actualmente. Entre 1999 y 2001 fue rector en dicha universidad. Casado desde 1975 con Sonja Forsyth, han sido bendecidos con cinco hijos. Theo es autor de varios libros en español, entre los cuales se incluyen: «Fe y posmodernidad: Una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado»; «La Soberanía de Dios y la Responsabilidad del Hombre», entre otros.
Notas:
[1] Declaración de Jarabacoa I.1.6 en P. Deiros, Los evangélicos y el poder político en América Latina (Buenos Aires: Nueva Creación, 1986) p. 347.
[2] Génesis 3.16 A la mujer dijo: “En gran manera multiplicaré Tu dolor en el parto, Con dolor darás a luz los hijos. Con todo, tu deseo será para tu marido, Y él tendrá dominio sobre ti.”
[3] Romanos 13.3–4 Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, pues es para ti un ministro (servidor) de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo.
[4] 1 Pedro 2.13–17 Sométanse, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad, o a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, ustedes hagan enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos. Anden como libres, pero no usen la libertad como pretexto para la maldad, sino empléenla como siervos de Dios. Honren a todos, amen a los hermanos, teman (reverencien) a Dios, honren al rey.
[5] Juan 8.31–36 Entonces Jesús decía a los Judíos que habían creído en El: “Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” Ellos Le contestaron: “Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices Tú: ‘Serán libres’? ” Jesús les respondió: “En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. “Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.
[6] (Berkhamstedt: Word, 1985), p. 60.
[7] A. M. Donner, Tussen het Echte en het Gemaakte (Zwolle: Tjeenk Willink, 1986), p. 404.
[8] Santiago 1.25 Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace.
Categorías:Contemporaneo, Donner, Theo, Teologia Pastoral, Vida Cristiana