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Amar a Dios es Amar nuestros hermanos: 1 Juan 2:7-11; por Howard Marshall

Hace unas semanas el ministerio ‘Teología para Vivir’, en colaboración con la Iglesia ‘La Capilla de la Roca’, comenzaron una serie de sermones expositivos en 1 Juan. Cada sermón está acompañado de una exposición de la Palabra en video, el bosquejo y contenido del sermón preparado por el expositor, así como un comentario adicional de acuerdo al pasaje en cuestión. La finalidad de esto es poder ayudar y motivar a los predicadores a predicar expositivamente de las Escrituras. El comentario que se presenta a continuación, esperamos que sirva como un complemento al sermón y el bosquejo, a fin de facilitar aún más a los predicadores la preparación de sus sermones expositivos.

Amar a Dios es amar nuestros hermanos: 1 Juan 2:7-11

  • Para ver el video del sermon completo, ver aquí. 
  • Para ver el bosquejo del sermón, aquí.
  • Para ver el comentario exegético del sermón, aquí.

Amar a Dios es amar nuestros hermanos: 1 Juan 2:7-11

1 Juan 2:7–11

  1. Amados, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que han tenido desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que han oído.

  2. Por otra parte, les escribo un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en El y en ustedes, porque las tinieblas van pasando, y la Luz verdadera (Jesucristo) ya está alumbrando.

  3. El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas.

  4. El que ama a su hermano, permanece en la Luz y no hay causa de tropiezo en él.

  5. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Comentario.

Verso 7. Amados, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que han tenido desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que han oído.

Sentimos la tentación de pensar que aquí empieza una nueva sección de la epístola. Luego de haberse referido a los lemas de sus opositores, Juan presta atención ahora a una afirmación positiva de la forma de vida cristiana (2:7–17). Pero ya hemos notado que los versículos 9–11 están íntimamente relacionados con 1:5s., y que hay una especie de corte en 2:11/12. Es preferible, entonces, ver aquí el comienzo de una nueva subsección íntimamente relacionada con lo que antecede. Se podría encontrar algún respaldo a la idea de un nuevo comienzo en la nueva forma que el escritor emplea para dirigirse a sus lectores como «hermanos», literalmente «amados» (cf. 3 Jn. 1).25 Esta es una forma frecuente de dirigirse a sus lectores, lo que indica que está escribiendo a aquellos que ya están dentro del círculo de amor cristiano. Aquí la elección de las palabras es un puente apropiado a una discusión de la necesidad de que ellos muestren amor.

En Juan 13 el ejemplo de amor y humildad de Jesús se asocia con la afirmación de cómo deben vivir sus discípulos; a continuación se da el nuevo mandamiento. En la misma forma aquí la referencia a la forma de vida de Jesús y la afirmación de que sus discípulos deben vivir de la misma manera son seguidas por una exposición del nuevo mandamiento. Es habitual que algunas nuevas sectas impongan nuevos patrones de conducta a sus adherentes, por ejemplo, los primeros mormones. No parece probable que los opositores de Juan estuvieran presentando reglas nuevas de ese tipo, de modo que él se viera en la necesidad de dar alguna alternativa propia. Más bien parece que ellos pensaban que él estaba proponiendo algunas reglas nuevas que ellos podían ignorar. En la mente de ellos, su mención del «nuevo» mandamiento (cf. 2 Jn. 5) podía confirmar esa sospecha. Por lo tanto, él comienza su elucidación de los nuevos mandamientos (vv. 3s.) subrayando que el mandamiento que los cristianos deben obedecer no es nuevo, sino antiguo. El cambio del plural «mandamientos» (2:3s.) al singular se debe a que Juan considera que todos los mandamientos se resumen en uno. Si los lectores conocían el evangelio, sabrían que Jesús habia hablado de un «nuevo» mandamiento (Jn. 13:34), el mandamiento del amor mutuo (Jn. 15:12; 1 Jn. 3:23; 2 Jn. 5). No hay duda de que aquí se trata de este mandamiento. Pero aunque era «nuevo» cuando Jesús lo dio,26 había circulado entre los cristianos durante algunos años, y ya era conocido por sus lectores. En ese sentido ya no era «nuevo» sino «antiguo». Los lectores lo habían tenido «desde el principio», i.e., desde el comienzo de su experiencia cristiana, en la proclamación cristiana que habían escuchado.27

Verso 8. Por otra parte, les escribo un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en El y en ustedes, porque las tinieblas van pasando, y la Luz verdadera (Jesucristo) ya está alumbrando.

Sin embargo,28 el autor podía referirse al mandamiento como «nuevo» en otro sentido. Sigue siendo nuevo en el sentido de que es todavía verdadero y se realiza y actualiza continuamente en la vida de Jesús y de sus seguidores en la nueva era. La bj presenta mejor que la rvr la fuerza del griego en este punto al traducir: «Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo—lo cual es verdadero en él y en vosotros—pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya». Esta traducción señala claramente que «la verdad» se refiere a toda la oración anterior: no es tanto que el mandamiento sea verdad, como el hecho de que es «nuevo».29 Además, «verdadero» da más la idea de la realización del mandamiento en las vidas de Jesús y sus discípulos.30 Fue Jesús quien mostró la realidad de esta nueva clase de amor en una forma concreta (Jn. 10:14–18; 15:12s.), y lo mismo debía verse en los discípulos que seguían su ejemplo. Casi podríamos traducir: «Su cumplimiento se ve en él y en ustedes.» La novedad del mandamiento radica en el hecho de que se está cumpliendo de una manera que no había ocurrido anteriormente. Para expresarlo de otra manera, las tinieblas de la vieja era, en la cual los hombres no amaban en esa forma, van desapareciendo, y la luz de la nueva era, en la cual se muestra el amor cristiano, ya está brillando.31 Es la imagen de un mundo en medio de la oscuridad de la noche, pero los primeros rayos del amanecer ya han empezado a brillar; más y más espacios se iluminan en lugar de permanecer en la oscuridad, y la luz se está haciendo más brillante. Todavía hay lugares oscuros, completamente sumidos en la oscuridad, pero también hay lugares donde brilla la luz, y es allí donde se encuentran los discípulos, caminando en la luz y arrojando ellos mismos luz. Es así como Juan expresa el pensamiento de las dos eras, de la vieja y de la nueva creación, que se superponen. La luz, naturalmente, no es la que arroja la parusía de Jesús, anunciada por un período de luz crepuscular (Ro. 13:12; 1 Co. 7:31; 2 P. 1:19).32 La luz del mundo ya ha comenzado a brillar en la venida de Jesús (Jn. 8:12; cf. 1:19; 3:19; 9:5; 12:35s., 46), pero brilla como un faro en medio de la oscuridad y brillará en todo su esplendor en la parusía. Por eso los hombres tienen la opción de permanecer en las tinieblas o venir a la luz. La luz es descrita como «verdadera».33 Posiblemente haya un énfasis polémico aquí. Juan rechaza la idea de que pueda haber otra fuente de luz que Jesús y el mensaje cristiano.34

Verso 9. El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas.

La estrecha relación que Juan establece entre el nuevo mandamiento y la luz trae una consecuencia inevitable. Si una persona pretende estar en la luz (como pretendían los opositores de Juan, 1:6) y sin embargo odia a su hermano, está todavía en tinieblas—aunque la luz ya haya comenzado a brillar.35 Juan da por sentado que sus lectores saben que el nuevo mandamiento es el amor al hermano, y que si alguno no ama a su hermano, lo odia. Esta no es la forma en que nosotros lo expresaríamos. Nosotros diríamos que hay personas a quienes no amamos, pero esto no es lo mismo que odiarlas. Nuestra actitud es neutral. Podríamos señalar que hay muchas personas en el mundo, incluyendo personas con quienes nos encontramos en la vida diaria, con quienes no podemos tener una relación de amor, ya que nuestros contactos con ellas son superficiales; difícilmente yo podría decir que «amo» al recolector de basura, con quien sólo intercambio un saludo. Pero Juan no acepta nada de esto. Su concepto de amor es preocuparse por las necesidades de otros hasta el punto del sacrificio propio. Si no estoy dispuesto a hacer eso por alguien que sufre necesidad, me amo a mí mismo más que a él; no soy meramente neutral, sino que realmente lo estoy odiando. Además, escribe con respecto a nuestros hermanos, y sin duda tiene en mente las relaciones dentro de una comunidad relativamente pequeña donde todos se conocían. En esta situación, no preocuparse por otros era todavía más condenable. El comentario de Juan nos sacude, porque aquí y en otros lugares nos despierta deliberadamente a la necesidad de un amor radical si pretendemos seguir a Jesús. Aun el recolector de basura debe ser objeto de mi amor; si no lo trato con cortesía ni ofrezco la ayuda que necesita, y diciendo «Es sólo el basurero» lo trato de acuerdo con eso, entonces lo odio.

Los críticos, sin embargo, señalan que Juan no dice nada respecto a amar al basurero, o a otros fuera de la comunidad cristiana. Lo han criticado por restringir el mandamiento de Jesús de amar a nuestros enemigos no sólo al amor a nuestros amigos, sino a nuestros amigos cristianos. Pero la crítica pierde su fuerza cuando recordamos que Juan escribía para una situación específica en la cual los miembros de la iglesia (o algunos que lo habían sido) no amaban a sus hermanos. El enfrenta este problema particular y concentra su atención en él.36

Verso 10. El que ama a su hermano, permanece en la Luz y no hay causa de tropiezo en él.

Como es propio de su estilo, Juan pasa a especificar lo opuesto a la afirmación que acaba de hacer y a presentar un nuevo punto (el cual desarrollará nuevamente en el siguiente versículo por medio de un contraste negativo). Es significativo que no escribe: «El que dice que ama a su hermano, permanece en la luz.» El tiene en mente la acción, no las palabras que pueden no corresponder a la realidad. De todas maneras, la persona que ama a sus hermanos no va por todas partes contándolo a los demás. Esas personas viven en la luz; no están en peligro de descarriarse hacia las tinieblas.37

Hasta aquí el versículo 10 simplemente ha expresado la antítesis del versículo 9, pero ahora se añade otro pensamiento. En él38 no hay tropiezo. La construcción griega deja en duda si la idea es que el hombre mismo no tropieza o que no es causa de tropiezo para otros. Como el versículo 11 trata de la suerte personal del que odia a su hermano y se pierde en las tinieblas, es probable que debamos seguir aquí la primera interpretación.39 Tropezar es caer en pecado o apostasía. La persona que ama a su hermano no será vencida por la tentación porque tiene principios correctos y no será desviada de ellos por los atractivos de una existencia egoísta. Reconoce la tentación como tal y le dice «No».40

Verso 11. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Finalmente Juan vuelve al caso del que odia a su hermano. Ya ha comentado que esa persona todavía se encuentra en tinieblas. Ahora repite el mismo punto pero con mayor énfasis, empleando ideas que surgen del versículo 10. Primero, añade que esa persona anda en tinieblas. Esta es una expresión más fuerte: mientras una persona puede sentirse relativamente segura en la oscuridad, una vez que empiece a caminar en busca de un lugar mejor, inmediatamente se encontrará en problemas. Un buen consejo que se da a los alpinistas que se pierden sin brújula en la neblina es quedarse donde están hasta que se despeje la niebla o llegue ayuda, en lugar de vagar sin dirección. Así «anda» es empleado en un sentido bastante literal. Esto es confirmado por la segunda afirmación: «y no sabe a dónde va» (cf. Jn. 12:35), i.e., no sabe qué hacer o cómo hallar el camino a la salvación. No puede encontrar satisfacción permanente en la vida porque está ciego. Después de escoger vivir en las tinieblas, descubre que sus ojos ya no pueden ver la luz; en otras palabras, al ceder al pecado, descubre que su corazón se ha endurecido tanto que no puede responder al llamado de Dios y sigue cayendo en pecado.41 Así el pecado trae este resultado, permitido por Dios (Jn. 12:40).

En esta sección Juan expresa enérgicamente otra de sus mayores lecciones. Al comienzo de la epístola hizo hincapié en que la realidad de la pretensión de una persona de tener vida espiritual es puesta a prueba por su pecado. Es el pecado el que separa a una persona de la comunión con Dios, y Juan advierte contra una actitud ciega a los propios pecados que los trata con indiferencia. En esta sección presenta lo opuesto: que la realidad de la vida espiritual debe verse en la aceptación de los mandamientos de Dios y la obediencia a ellos. No es solamente la ausencia de pecado lo que caracteriza a un verdadero cristiano; es también la presencia positiva del amor. Con demasiada frecuencia consideramos la madurez cristiana en términos de libertad del pecado. Siempre que pensemos en pecados de comisión y no de omisión, está bien. Pero Juan quiere que veamos que la vida espiritual se caracteriza por actos positivos de amor, y que ese amor se ve tanto en la comunión de la iglesia como en nuestra actitud hacia otras personas en general. Recuerdo la reacción de algunos de los miembros de una prominente iglesia evangélica ante su nuevo pastor: «Siempre está predicando sobre la ética», decían, y lo que querían decir era que no estaba predicando el evangelio, inclusive que era dudoso que él fuera verdaderamente evangélico. A lo mejor sus sermones tocaban un punto débil. En todo caso, es dudoso que les hubiera ido mejor si Juan hubiera sido su pastor. Porque el evangelio tiene que ver con «la fe que obra por el amor» (Gá. 5:6) y cualquier otra cosa es una falsificación.[1]

Adaptado de: I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 124-130.

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Sobre el autor:
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Howard Marshall (1934-2015),D.D. (Ashbury University); BA (Cambridge University); MA; BD; PhD (University of Aberdeen), ministro metodista Escoces, es considerado uno de los eruditos del Nuevo Testamento más importantes del siglo XX. Fue profesor emérito de Nuevo Testamento y Exegesis de la Universidad de Aberdeen en Escocia. Marshall también ocupo la catedra principal de la Asociación para la Investigación Bíblica y Teológica Tyndale, así también fue el presidente de la Sociedad Británica del Nuevo Testamento, entre otros muchos. Marshall tuvo un largo y fructífero matrimonio con Joyce, de quien tuvo cuatro hijos. Joyce fue con el Señor en 1996. Entre sus numerosas publicaciones tenemos; ‘Lucas: Historiador y Teólogo’(1989); ‘Los orígenes de la Cristología del Nuevo Testamento’ (1990), ‘Hechos’, (1980), ‘Jesús el Salvador: Estudios en la Teología del Nuevo Testamento’ (1990); ‘Un Comentario Crítico Exegético a las Epístolas Pastorales’, (1999); ‘Concordancia al Texto Griego del Nuevo Testamento’, (2002); ‘Mas allá de la Biblia: Pasando de la Escritura a la Teología’, (2004); ‘Teología del Nuevo Testamento: Muchos Testigos, un solo Evangelio’ (1994); ‘Perspectivas sobre la Expiación’ (2007), etc.

Notas:

25 Algunos manuscritos tienen adelfoi (K L al TR), pero el testimonio de agapētoi es mejor (S A B C P al vg sip h sa bo arm). La segunda armoniza mejor con el contexto y se adecua al estilo de Juan (él emplea «hermanos» solamente en 3:13). Ver Brooke, 34; Metzger, 709.

26 La novedad del nuevo mandamiento es que descansa en el ejemplo del amor supremo de Dios visto en Jesús mismo, y que ofrece la posibilidad de una nueva clase de vida. No significa que Jesús haya sido el primero en decirles a los hombres que se amen unos a otros (cf. Lv. 19:18). Pero él fue el primero en revelar plenamente el amor generoso de Dios que se da a sí mismo y que constituye el modelo que sus discípulos deben seguir.

27 «Desde el principio» se refiere principalmente a la propia experiencia cristiana de los lectores, y más ampliamente al comienzo de la experiencia de la iglesia, i.e., el principio de la era cristiana (Westcott, 51). La opinión posible de que el escritor se remonta aún más lejos, al principio de la creación (cf. 3:11s.; Brooke, 33s.), probablemente debe ser rechazada. La repetición de la frase ap’ arjēs al final del versículo (KL pm; TR; Diglot) es secundaria; Metzger, 710.

28 Palin generalmente significa «otra vez», pero puede tener la fuerza de «por otro lado». Cf. Lc. 6:43; AG, s.v.

29 La proposición subordinada es introducida por el neutro ho, mientras que entolē es femenino; se refiere a toda la oración anterior. La opinión de Law (376), de que debemos traducir. «Os escribo, como un mandamiento nuevo, lo que es verdad en él … », es citada por Moule, 130s., pero ya había sido correctamente rechazada por Westcott, 53, sobre la base de la simetría con el v. 7.

30 Quiere decir que el cumplimiento del mandamiento ha llegado a ser una realidad, y no que el mandamiento es verdadero. (Hablando con propiedad, un mandamiento no puede ser ni verdadero ni falso, pero se podría decir que refleja la verdad.) Cf. Dodd, 34s. (que cita la traducción de Moffatt: «realizado en El y también en vosotros»); R. Bultmann, TDNT I, 248. Schnackenburg, 372 n. 143 cita Hch. 12:9 como un buen paralelo y se refiere al uso de alēthōs en el sentido de «realmente».

31 La relación entre la oración que se inicia con hoti y lo que precede es discutida por Haas, 50, quien concluye que explica en qué situación se está realizando el nuevo mandamiento refiriéndose al hecho de que la luz verdadera ya está brillando. La BL la toma como una explicación de la novedad del nuevo mandamiento, mientras que la RVR combina ambas posibilidades.

32 Esta era la opinión de Brooke, 36s.

33 Juan emplea aquí un adjetivo diferente, alēthinos (cf. 5:20). G. D. Kilpatrick, «Two Johannine Idioms in the Johannine Epistles», JTS ns 12, 1961, 272s., sugiere que Juan emplea alēthēs en posición predicativa y alēthinos en posición atributiva. Esta regla, sin embargo, no se aplica al Evangelio.

34 El término fōs significa la luz traída por Jesús, y no simplemente Jesús mismo como la luz del mundo (Schnackenburg, 147s.).

35 «Todavía» es la traducción de heōs arti, literalmente «hasta ahora», i.e., «aun ahora».

36 Ver Wengst, 68–70, quien sostiene que no amar al hermano es lo mismo que amar al mundo (2:15; 3:17). De esta manera, amar al mundo no significa ayudar a un grupo de gente «falsa», sino negarse a prestar ayuda dondequiera que se necesite, sea dentro o fuera de la iglesia.

37 Bultmann, 26 n. 9, hace notar adecuadamente que «permanecer» responde a las preguntas «¿hasta cuándo? ¿cuánto tiempo?» El verbo expresa persistencia y fidelidad. Heise, 126–130 pasa por alto este punto.

38 El pronombre podría referirse a «la luz» (NIV mg.; RSV; Schnackenburg, 149s.), pero la analogía de 1:8, 10; 2:4s., 8 respalda la interpretación personal de la RVR (Haas, 52).

39 Acerca de la idea de hacer que otros tropiecen ver Jn. 6:61; 16:1; Mt. 16:23; Ro. 14:13; Ap. 2:14. Con respecto al pensamiento de tropezar uno mismo (empleando proskoptō) cf. Jn. 11:9s. Respecto a la primera opinión, ver Westcott, 56 (aparentemente); respecto a la segunda, vease Brooke, 39s; Haas, 52. Bultmann, 28, sigue a AG, s.v. traduciendo skandalon como «mancha». Ver además G. Stählin, TDNT VII, 356s., y Nauck 39s., quienes citan Judith 5:20; 1QS 2.12, 17; Jubileo 1.21.

40 Skandalon significa trampa; por tanto, algo que hace que una persona tropiece, una tentación o causa de ruina. G. Stählin, TDNT VII, 339–358.

41 H. Conzelmann, TDNT VII, 444, sostiene que las «tinieblas» no es una esfera o poder opuesto a Dios, sino una expresión que designa el estado de vida en pecado y aparte de Dios. La afirmación de que las tinieblas enceguecen los ojos es metafórica. Westcott, 57, piensa que la idea es un efecto físico de la oscuridad en los ojos, pero Brooke, 40, mantiene que Juan simplemente quiere decir que los ojos de una persona son inútiles en la oscuridad. El punto es que la práctica del pecado lleva a la ceguera moral y espiritual; cf. W. Schrage, TDNT VIII, 292.

[1] I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 124–130.

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