¿Cuáles son las señales visibles de una obra de santificación? En seguida daré una lista parcial:
- La verdadera santificación no consiste en un mero hablar sobre religión.
No nos olvidemos de esto. Hay un gran número de personas que han contraído una familiaridad poco santa con las palabras y frases del evangelio. Hablan tan frecuentemente sobre las doctrinas y las enseñanzas de la Biblia como para hacernos creer que son cristianos, mientras que al mismo tiempo sirven al pecado y viven para el mundo. Debemos ser santificados no solo en palabra y en lengua, “sino de obra y en verdad”. (1 Juan 3:18)
- La verdadera santificación no consiste en sentimientos religiosos pasajeros.
Son muchos los que aparentemente han sido alcanzados por la predicación del evangelio, y cuyos sentimientos han sido despertados, pero sus corazones no han sido cambiados. Lo que a muchos les sucede no es más que un emocionalismo que se produce con el contagio de las lágrimas y emociones de otros. Al igual que los de corazón pedregoso, estos oyentes “reciben la Palabra con gozo” (Mateo 13:20), pero después de poco tiempo la olvidan y vuelven al mundo, y llegan a ser más duros y peores que antes. Es mil veces mejor empezar despacio, y continuar firmemente en la Palabra, que empezar a toda velocidad, sin “calcular los gastos” (Lucas 14:28), para luego, como la mujer de Lot, mirar hacia atrás y volver al mundo.
- La verdadera santificación no consiste en un mero formalismo y devoción externa.
Miles y miles de personas se imaginan que la verdadera santidad consiste en la cantidad y abundancia del elemento externo de la religión. En la mayoría de los casos esta religiosidad externa no es más que un su sustituto para la santidad.
- La santificación no consiste en un abandono del mundo y de las obligaciones sociales.
El camino de la santificación no consiste de hacerse monje, o monja, o en encerrarse entre las paredes de monasterios y conventos. Aquellos que caen en este error se olvidan de que ni las cerraduras, ni las paredes pueden mantener al diablo fuera y que llevamos en nuestros corazones la raíz del mal. La verdadera santidad no aísla al creyente de las dificultades y de las tentaciones, sino que hace que éste las haga frente y las supere. Es esencial a la santificación el que nosotros desempeñemos nuestras obligaciones allí donde Dios nos ha puesto, como la sal en medio de la corrupción y la luz en medio de las tinieblas. No es el hombre que se esconde en una cueva, sino el hombre que glorifica a Dios en la familia, o en la calle, en el negocio, que responde al tipo bíblico del hombre santificado. “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.” (Juan 17:15)
- La santificación no consiste en hacer de vez en cuando buenas obras.
La santificación es un nuevo principio celestial en el creyente que hace que éste manifieste las evidencias de un llamamiento santo, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes de su conducta diaria. Este principio ha sido implantado en el corazón y se deja sentir en todo el ser y conducta del creyente.
- Una santificación genuina se manifestará en un respeto habitual a la ley de Dios.
¡Qué gran error el de aquellos que suponen que, puesto que los diez mandamientos no pueden justificar al alma, no es importante observarlos! El mismo Espíritu Santo que ha dado al creyente convicción de pecado a través de la ley, y lo ha llevado a Cristo para justificación, es quien le guiará en el uso espiritual de la ley como modelo de vida en sus deseos de santificación. Si alguien pretende ser un santo y mira con desprecio los diez mandamientos, en realidad se engaña terriblemente. En el día de juicio le será imposible probar que fue un “santo”.
- La verdadera santificación se mostrará en un esfuerzo continuo para hacer la voluntad de Cristo y vivir a la luz de sus preceptos prácticos.
Estos preceptos los encontramos esparcidos en las páginas de los evangelios, pero especialmente en el Sermón del Monte. En las enseñanzas de nuestro Señor se destaca de una manera muy prominente lo que sus discípulos deben ser y lo que han de hacer. “Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando.” (Juan 15:14)
- La verdadera santificación se mostrará en un esfuerzo continuo para alcanzar el nivel espiritual que Pablo establece para las iglesias.
Los escritos de Pablo están llenos de enseñanzas prácticas sobre las obligaciones cristianas de la vida diaria, y sobre nuestros hábitos cotidianos, temperamento y conducta entre los hermanos creyentes. Estas exhortaciones fueron escritas por inspiración de Dios para perpetua guía del creyente.
- La verdadera santificación se manifestará también en una atención habitual a las gracias pasivas.
Estas gracias pasivas se encuentran entre los frutos del Espíritu que Pablo menciona en Gálatas. Se nos menciona nueve gracias y de ellas tres; la tolerancia, la benignidad y la mansedumbre son gracias pasivas. (Gál. 5:22–23) Las gracias pasivas son más difíciles de obtener que las activas, pero la influencia de las tales sobre el mundo es mayor. Aquellos que continuamente se destapan con un temperamento agrio, siendo rencorosos, vengativos, maliciosos, los tales, digo, nada saben sobre la santificación.
Galatas 5:22–24 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Conclusión.
Estas son las marcas visibles de una persona santificada. No pretendo decir que se verán de una manera uniforme en todos los creyentes, ni que brillarán con todo su fulgor aún en los creyentes más avanzados. Pero sí que constituyen las evidencias bíblicas de la santificación y que aquellos que no saben nada de ellas, bien pueden dudar de si tienen en realidad la gracia de Dios obrando en sus vidas.
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Adaptado de: J.C. Ryle, Caminando con Dios: Un tratado sobre las implicaciones prácticas del cristianismo, trans. Omar Ibáñez Negrete y Thomas R. Montgomery (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2002), 126-128.
Acerca del autor:
John C. Ryle (1816-1900), teólogo y pastor anglicano, nació en una familia acomodada ingles. Fue educado en la Universidad de Oxford, donde recibió su bachiller en humanidades, y posteriormente una Maestría y Doctorado. Sirvió como Obispo en Liverpool, Inglaterra, promoviendo un Reforma en la Iglesia Anglicana. Fue contemporáneo con Charles Spurgeon. Escribió numerosas obras en ingles, muchas de las cuales han sido traducida al español. Entre sus obras mas importantes traducidas al español tenemos: Advertencias a las iglesias (2003); Caminando con Dios: Un tratado sobre las implicaciones prácticas del cristianismo (2002); El Aposento Alto: Una recopilación de verdades para estos tiempos (2005); La santidad: Su naturaleza, obstáculos, dificultades y raíces (2013); Seguridad de salvación(2005); Meditaciones sobre los Evangelios: Juan (2004–2005); Meditaciones sobre los Evangelios: Lucas(2002–2004); Meditaciones sobre los Evangelios: Mateo (2001), etc.
Categorías:Autores, Ryle, J.C., Teologia Pastoral, Vida Cristiana
Un maravilloso articulo, donde se expone verasmente la realidad y la evidencia de una vida transforma por Dios, y por lo cual podemos provarnos nosotros mismos si realmente vivimos en santidad, conforme a la voluntad de nuestro único Señor y Salvador.
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