Liderazgo

Como lidiar con la critica, por John Stott

Colosenses 3:23 Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.

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En Colosenses 3:23 encontramos la pauta complementaria, que es hacer todo parael Señor. Esta recomendación se encuentra en medio de las instrucciones para los esclavos. Estos debían ser obedientes y trabajadores, concienzudos y honestos: ¿Por qué? Porque más allá de sus dueños terrenales debían fijar su mirada en el amo celestial y hacer las cosas para él, y no para los hombres. Al servir al Padre celestial, servirían mejor a sus amos terrenales.

Es decir que, en este segundo principio, se cambian los papeles: el respeto y el honor que debemos darles a las personas no es solo el que Cristo les daría, sino el que Cristo recibiría. ¿No es esto a lo que se refería Jesús cuando habló del ministerio de amor con los que tienen hambre y sed, los enfermos y los pobres, los extranjeros y los prisioneros? ‘En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis’ (Mateo 25:40).

¿Para quién haces lo que haces?

Este es el principio que podemos aplicar a todo lo que hacemos: es fácil y agradable limpiar un cuarto si estamos esperando una visita de Jesucristo. Podemos preparar una comida si estamos, como Marta, esperando que Jesús venga a comer con nosotros. Es posible servir a un estudiante como si fuera Cristo. Es posible escribir una carta como si Cristo fuera a leerla. Es posible visitar una casa como si fuera Jesús el que viviera ahí.

A fines del siglo XIX había un líder metodista en Gran Bretaña, Samuel Chadwick; él cuenta acerca de algo que aprendió cuando tenía diez años. Era el aniversario de la Escuela Dominical, y el pastor invitado dijo algo que le llamó la atención: dijo que si fuera un lustrabotas sería el mejor de su pueblo, porque lustraría los zapatos como si fuera a utilizarlos Jesucristo. Eso tocó el corazón del niñito, porque su trabajo en la casa era limpiar los zapatos de su padre, y él sentía que era el peor trabajo que le pudieran asignar. Al día siguiente, empezó a limpiar los zapatos de su papá: comenzó por las botas de hule, siguiendo el criterio de que es mejor hacer lo peor primero. Pero cuando terminó recordó las palabras del pastor y observó las botas que había limpiado; se preguntó si se verían bien en los pies de Jesucristo, y entonces las levantó, limpiándolas por segunda vez. Chadwick sostiene que este fue el acto más importante que realizó en su vida: aprendió a hacer las cosas para el Señor y no para los hombres.

Respeto al escuchar y al tomar decisiones

Al aplicar estos principios, incorporamos a Cristo en ambos extremos de la relación. Por una parte, nos comportamos en el nombre de Cristo, como si fuéramos Cristo, y por el otro, nos comportamos por amor a Cristo, como si las otras personas fueran Cristo mismo, y nosotros le estuviéramos sirviendo a él.

Quisiera mencionar algunos ejemplos al respecto. El primero tiene que ver con la necesidad de escuchar a las personas. Hacer callar a una persona, o rehusarnos a escucharla, es tratarla sin respeto, mientras que escuchar a alguien es expresarle que lo valoramos.

La Biblia habla mucho sobre escuchar. ‘Opina el necio que su camino es derecho, pero el sabio obedece el consejo’ (Proverbios 12:15). ‘Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse’ (Santiago 1:19).

Tuve una experiencia muy significativa hace quince años, cuando todavía era rector de la iglesia de All Souls, en Londres. En esos años habíamos organizado un equipo pastoral y nos juntábamos todos los lunes para tener una reunión. Leíamos las Escrituras y orábamos juntos; después, discutíamos algún trabajo de la iglesia y revisábamos las actividades de la semana. En una ocasión estábamos discutiendo acaloradamente algo importante, y en medio de la discusión uno de mis colegas interrumpió, se volvió hacia mí y me dijo: ‘John, no estás escuchando.’ Tenía toda la razón, no estaba escuchando. Había encontrado un poco aburrida la discusión y confieso que mi mente había pasado a otra cosa.

El reclamo de ese colega fue algo muy importante en mi vida, y desde ese momento he buscado la gracia de Dios para poder escuchar. Creo que nuestras relaciones se deterioran cuando no nos escuchamos los unos a los otros.

Escucha antes de hablar.

Escuchar es bueno en sí mismo, porque es una actitud de respeto. Además, escuchar es terapéutico, porque le da a la persona que está hablando la oportunidad de expresar en palabras lo que le pasa. Cuando ponemos en palabras los problemas, estos automáticamente se aminoran, porque los ordenamos y observamos desde otra perspectiva. En tercer lugar, escuchar es un beneficio especialmente si estamos escuchando a personas con las que no estamos de acuerdo. Las personas que no concuerdan entre sí generalmente se evitan; escriben en contra del otro o se arrojan granadas de mano a través del territorio neutral; levantan en la mente una grotesca imagen de la otra persona, con cuernos, patas y cola. Pero si tenemos el valor de enfrentarnos con esa otra persona, mirarla cara a cara y escucharla, descubrimos con sorpresa que es un ser humano. Y no solamente eso, sino un hermano o hermana en Cristo, ¡y a veces hasta razonable!

Esto ocurrió en relación a las Consultas sobre la relación entre la evangelización y la acción social. Décadas atrás hubo un fuerte debate entre los que creen que la misión de la Iglesia es solamente evangelística, y los que creen que la evangelización y la acción social van juntas dentro de la Iglesia. Arthur Johnston escribió un libro titulado The battle for world evangelism(El enfrentamiento sobre la evangelización al mundo), cuya tesis puede resumirse en tres afirmaciones:

  1. El Concilio Mundial de Iglesias comenzó con un gran entusiasmo evangelístico en 1910, pero gradualmente fue perdiendo su ímpetu evangelístico. (Coincido en que, desde el punto de vista histórico, este análisis es correcto y de mucha ayuda.)
  2. El movimiento de Lausana está tomando la misma dirección —según aquella tesis de Johnston—; se está volviendo liberal en su lectura de la Biblia y está abrazando un evangelio social.
  3. ¡El villano de la historia es un hombre llamado Stott!

Arthur Johnston y yo somos buenos amigos ahora, pero por entonces él había escrito parte de ese libro en contra de mí. Yo escribí una carta que el editor de Christianity Todaypublicó, de modo que ahí estábamos, escribiendo el uno contra el otro. Pero después le escribí personalmente y le sugerí que tuviéramos una Consulta acerca del tema, y que nos viéramos cara a cara. Tanto él como yo estaríamos en el comité organizador y los dos nos aseguraríamos de que estuvieran bien representados los dos puntos de vista.

Nos encontramos en Grand Rapids, Estados Unidos. Al llegar, casi sufrí un desmayo, pues algunos resúmenes habían circulado con anterioridad y había mucho desacuerdo. Algunas opiniones eran groseras y hasta insultantes; yo me preguntaba si podríamos llegar a algún nivel de acuerdo. Durante los tres primeros días no avanzamos nada, ya que las personas solo buscaban expresar sus propias convicciones. Pero gradualmente empezamos a escucharnos los unos a los otros. No solamente escuchamos lo que estaban diciendo sino lo que había por detrás de lo que estaban diciendo, cuáles eran sus verdaderas preocupaciones y qué era lo que realmente ansiaban proteger. Y entonces descubrimos que nosotros también queríamos proteger lo mismo. Una vez que nos pudimos escuchar, hubo esperanza. El resultado fue un documento que trata de la relación entre la evangelización y la acción social. No expresa un acuerdo total, pero sí alcanza un acuerdo sustancioso.

Escuchar es productivo. Después de escuchar, pasamos a la toma de decisiones. Aquí también, la mente cristiana y la no cristiana difieren. Los cristianos a veces asumimos muy fácilmente que, sin más, podemos echar mano de los métodos humanos corrientes para la toma de decisiones. En una estructura democrática las decisiones se toman por simple mayoría: 51 a favor, 50 en contra, gana la moción.

Hay muchas iglesias y cuerpos eclesiales que toman decisiones de esta manera, pero estoy seguro de que esto lo angustia al Espíritu Santo. Tomar decisiones por una simple votación de mayoría demuestra falta de confianza en el Espíritu Santo y falta de respeto a la minoría. El Espíritu Santo es el espíritu de la verdad y el amor, y aquellos de nosotros que tenemos una mente cristiana deberíamos buscar acuerdo en lo sustancial.

Conclusión.

Quisiera terminar con otro ejemplo personal. La junta directiva de nuestra iglesia solía tomarse un día completo al año, reservando para ese día de consulta asuntos importantes que era necesario debatir. En un año en particular, el debate era si deberíamos utilizar lenguaje moderno en los servicios. ¿Debíamos seguir dirigiéndonos a Dios como ‘Vos, que miráis…’, o como ‘Tú, que miras…’? Por mi parte, pensaba que debíamos utilizar el lenguaje moderno. Pero había varias personas de edad avanzada en la congregación que amaban la belleza del lenguaje antiguo. Hubo un debate acalorado. Era evidente que el grupo estaba dividido casi equilibradamente; podríamos haberlo resuelto a través de una votación pero habíamos decidido no utilizar ese método de toma de decisiones. Al final del día les dije que dejaríamos el asunto tal cual, esperaríamos un año más, pensaríamos sobre el asunto, oraríamos, y si alguno quería, podía circular una carta expresando sus convicciones.

Llegó el día del año siguiente en que trataríamos otra vez el tema y fui orando hacia el encuentro. Tuvimos un poco más de diálogo. Finalmente, la decisión fue unánime a favor del lenguaje moderno, todos los domingos en el culto de la noche. Desde entonces no hemos regresado al estilo antiguo. Para mí, fue un maravilloso ejemplo de cómo necesitamos respetarnos los unos a los otros y esperar que el Espíritu Santo nos guíe hacia una mente en común y nos dé sutiempo para tomar decisiones.

Estoy seguro de que podremos mantener relaciones más sanas y respetuosas si valoramos a las personas, sencillamente, porque han sido creadas y redimidas por Dios y si aplicamos este revolucionario principio de actuar en nombre de Cristo, por un lado, y a la vez tratar a nuestro prójimo como si fuera Jesucristo mismo.

Adaptado de: John Stott, Desafíos Del Liderazgo Cristiano(Buenos Aires: Certeza Argentina, 2002), 83-99.

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Sobre el autor.

220px-john_stottJohn R. Stott (1921-2011), nació en Londres, Inglaterra. (BA, ThM) Trinity College, Universidad de Cambridge. (PhD) Ridley Hall, Universidad de Cambridge. Ha sido considerado uno de los cristianos mas influyentes en el siglo XX. Stott fue ordenado a los 24 años al ministerio pastoral, sirviendo como pastor en la Iglesia ‘A’ll Souls Church’ en Londres. En 1974 fundo ‘Langham Partnership International’dedicado a entrenar pastores alrededor del mundo, y en 1982 fundo ‘London Institute for Contemporary Christianity’,dedicado a dar respuestas a asuntos contemporáneos desde una perspectiva cristiana. La influencia de Stott en el cristianismo del siglo XX es quizá sin paralelo, en entrenamiento de pastores, producción literaria y teológica, apologética, ética, predicación, así como la reestructuración y reforma en la Iglesia Anglicana de la cual formaba parte. Es difícil encontrar un área de la vida de la Iglesia que no que haya sido beneficiada por la vida de Stott. Stott ha escrito mas de 50 libros, los cuales han sido traducidos a muchos idiomas, entre los cuales tenemos en español: Sobre la Roca: Cómo crecer en la vida cristiana(2007); Señales de una iglesia viva (2004); Segunda Epístola a Timoteo(2009); La Biblia ¿es para hoy?(1994); Por qué soy cristiano (2007); La Cruz de Cristo(2008); Las controversias de Jesús (2011); El mensaje de Romanos(2007); El mensaje de Efesios (2006); Desafíos del Liderazgo Cristiano (2002), entre muchos otros.

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