05-Post-Reforma (Inglesa) s. XVII

Guarda tu corazón! por Daniel Caballero

Este articulo es una adaptación de Jaime D. Caballero, “Introducción”, en Guardando el Corazón: El deber de todo creyente, por John Flavel (Lima, Perú: Teología para vivir, 2018), 27-40.

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Guardando el Corazón, se publicó originalmente en 1671, poco antes del cese de la parte más cruenta de la persecución en contra de los puritanos en Inglaterra.[1] La obra está dividida en cuatro partes principales, y al igual que otras obras de Flavel, sigue la estructura de un típico sermón puritano. Sinclair Ferguson menciona que la predicación de Flavel contenía las siguientes marcas, las mismas que están presentes en la estructura de Guardando el Corazón:

       Estructura usual de un sermón puritano

  1. Una introducción al texto.
  2. Un análisis de los puntos principales del mismo.
  3. Una exposición de las verdades contenidas en el texto. Esta contenía:
    1. Una explicación clara de cómo es que estas verdades se desprenden de este texto en particular.
    1. Una cuidadosa explicación de la doctrina contenida en este texto, usando si es necesario otros textos para iluminar el significado de los mismos. 
    1. Ilustraciones para ayudar a la comprensión de dicha doctrina. 
    1. Respuesta a las posibles objeciones o dificultades que se desprenden de este texto y doctrina en particular. 
  4. Aplicación del texto para los oyentes. Estas podrían contener:
    1. Corrección de una creencia doctrinal errada.
    1. Explicar la manera cómo se debía responder a esta enseñanza.
    1. Identificar los pecados particulares que se revelan en el texto, y cómo es que podríamos ser libres de los mismos.
    1. Explicar cómo las verdades contenidas en este texto ayudan a aquellos que están en dificultades, temor o duda.
    1. Una defensa apologética del texto o doctrina en cuestión. 
    1. Toda enseñanza debía hacerse de manera entendible, con sabiduría, seriedad y en amor para con toda la congregación.[2]

La primera parte del libro es una exposición bíblica y teológica del significado del corazón y la importancia del mismo para el cultivo de una piedad bíblica.[3] La segunda parte, menciona varias razones por las cuales el creyente tiene el deber de guardar el corazón.[4] La tercera parte es la sección más larga de la obra y contiene una exposición detallada de como cultivar la piedad en diferentes circunstancias dentro de la vida cristiana, así como también respuestas a objeciones comunes. La cuarta parte contiene aplicaciones prácticas para la vida cristiana.

1. Primera parte: Lo que implica y supone guardar el corazón

¿Qué es lo más central y medular sobre guardar el corazón? Protegerlo del pecado. No hay nada que dañe más la comunión del creyente con Dios que el pecado. El ser humano fue creado para que anduviese en un camino recto delante de Dios; sin embargo, como consecuencia de su pecado, actúa en independencia de Su creador. Es por la obra regeneradora del Espíritu que el Hombre puede cultivar su corazón en aquella piedad para la cual fue creado. Guardar el corazón:

No es otra cosa que el cuidado constante y diligente de un hombre renovado por preservar su alma en esa actitud santa a la que le ha llevado la gracia, y que procura sostenerla diariamente.[5]

Después de esto Flavel menciona seis puntos para tener en cuenta para poder cultivar la piedad cristiana de manera más efectiva:[6]

  1. Observar frecuentemente las disposiciones del corazón. 
  2. Humillarse profundamente por las maldades y desorden del corazón. 
  3. Suplicar fervorosamente y orar al instante pidiendo gracia para enderezar y purificar el corazón cuando el pecado lo ha contaminado.
  4. Imponerse un fuerte compromiso sobre uno mismo para caminar con Dios más cuidadosamente, y evitar las ocasiones en las que el corazón puede verse inducido a pecar. 
  5. Tener un celo santo y constante sobre nuestros corazones. 
  6. Ser conscientes de la presencia de Dios con nosotros, y poner al Señor siempre ante nosotros. 

Flavel concluye esta sección con algunas maneras prácticas de cómo el creyente puede cultivar el hábito de estar en la presencia de Dios. Esto es algo que, aunque es difícil de hacer, el creyente debe realizar continuamente, pues es el asunto más importante de la vida cristiana. 

Dios rechaza todos los deberes (por muy gloriosos que sean en otros aspectos) que se le ofrecen sin el corazón. El que realiza sus deberes sin el corazón, es decir, sin prestar atención, tiene la misma aceptación ante Dios que aquel que los realiza con doblez de corazón, es decir, hipócritamente (cf. Is. 66:3).[7]

2. Segunda parte: Razones para guardar el corazón

Mientras que la primera parte del libro expone en lo que consiste guardar el corazón y el cultivo de piedad en la vida cristiana, la segunda parte trata con las razones o causas por las que un cristiano debe guardar el corazón, es decir, la motivación.

  1. La gloria de Dios está muy implicada.
  2. La sinceridad de nuestra profesión de fe depende mucho del cuidado que tengamos guardando el corazón.
  3. La belleza de nuestras vidas nace de la disposición divina de nuestros espíritus. 
  4. El consuelo de nuestras almas depende mucho de guardar nuestros corazones. 
  5. El progreso de nuestras gracias depende de guardar nuestros corazones. 
  6. Nuestra estabilidad en la hora de la tentación depende del cuidado que ejerzamos al guardar el corazón. [8]

El deber del cristiano de cultivar la piedad es de suma importancia. Pues, sin esto es presa fácil de los ataques del diablo, y de sus propios razonamientos. Flavel escribe:

Un corazón descuidado está tan confuso y oscurecido que la poca gracia que hay en él normalmente no puede discernirse. Los cristianos más disciplinados y laboriosos a veces encuentran difícil descubrir la obra pura y genuina del Espíritu en sus corazones. ¿Cómo podrá entonces el cristiano que es negligente en trabajar su corazón ser capaz de descubrir la gracia?[9]

Flavel interactúa en esta parte de su obra particularmente con Virgilio, citando La Eneida. El hecho de que el autor cite la literatura clásica es una muestra del valor que le ponían a la revelación general de Dios como consecuencia de Su gracia común. Flavel cita a Virgilio no solo apoyando lo que este escribe, sino también por la belleza por la que Virgilio, como otros autores clásicos lo expresan.[10] Esta es una de las marcas distintivas de la educación puritana, una fuerte formación en retorica y literatura clásica, así como un profundo conocimiento de lógica y filosofía. Estos eran los ejes fundamentales sobre los cuales giraba su preparación en los años iniciales de educación universitaria. 

3. Tercera parte: Ocasiones particulares en las que el creyente debe guardar el corazón

Esta es la sección más larga del libro. Flavel trata de responder a la pregunta; ¿Cómo puede un creyente cultivar la piedad en las diferentes circunstancias? Flavel describe doce ocasiones particulares en la vida del creyente y cómo debe cultivar la piedad y guardar el corazón durante las mismas.[11] El creyente debe ser diligente para al guardar el corazón:

  1. En tiempo de prosperidad.
  2. En tiempo de adversidad.
  3. En tiempo de persecución. 
  4. En tiempo de peligros.
  5. En tiempo de apuros.
  6. En tiempo de distracciones.
  7. En tiempo de insultos.
  8. En tiempo de pruebas. 
  9. En tiempo de tentación.
  10. En tiempo de dudas.
  11. En tiempo de sufrimiento.
  12. En tiempo de enfermedad. 

A continuación, examinaremos con mayor detalle cada una de estas secciones:

  1. En tiempo de prosperidad.[12]

Ver a un hombre humilde en tiempo de prosperidad, es una de las mayores rarezas del mundo, menciona Flavel citando a Bernardo de Claraval.[13] Sin embargo, hay siete cosas que el creyente debe mantener en mente en tiempos de prosperidad. El creyente debe considerar aquellas tentaciones particulares que vienen a su vida en tiempos de prosperidad, pero que están ausentes en tiempo de pobreza. Debemos ser conscientes que más creyentes han echado a perder su vida espiritual en tiempos de prosperidad que en tiempos de adversidad, por lo cual requiere un cuidado aun mayor del corazón. 

En tiempos de prosperidad, es de particular ayuda meditar en el hecho de que Dios no valora a ningún hombre más porque tenga dinero.[14] El juicio de Dios no es como el juicio del hombre. Quizá en el momento de la muerte, cuando estés por ver a tu Creador y luego, cuando estés en juicio delante de Él, desearías nunca haber tenido la prosperidad que ahora tienes. Esta es una de las mayores virtudes para guardar el corazón en tiempos de prosperidad: considera el día de tu muerte y la fragilidad de esta vida.

  1. En tiempo de adversidad.[15]

Es a través de las dificultades y problemas en nuestra vida que Dios muestra de manera más tangible su cuidado para nosotros, y su amor. El mismo ordena estas aflicciones en nuestra vida para nuestra santificación. Sin embargo, debemos tener muy presente que su misericordia nunca se apartará de Su pueblo. Es tu deber creyente, meditar en la persona y los atributos de Dios en medio de las dificultades. Nada brinda más consuelo al alma que la certeza de que ha sido el mismo Dios soberano quien ha permitido estas dificultades en la vida de Sus escogidos. Flavel escribe:

La simple consideración de Su naturaleza como Dios de amor, de compasión, y de tiernas misericordias, o de Su relación con nosotros como Padre, Esposo y Amigo debería ser suficiente seguridad.[16]

  1. En tiempo de persecución.[17]

En tiempo de persecución el peligro es similar al del tiempo de prosperidad, aunque en un extremo opuesto. El peligro en ambos es olvidarse de Dios. Sin embargo, debemos tener presente que ningún problema acontece a los creyentes sin el permiso expreso de Dios, y que Él no permite nada sobre Su pueblo que no vaya luego a redundar en un bien más grande para los que le aman. Dejemos una vez más que Flavel nos instruya sobre este punto:

Un historiador nos cuenta que cuando Antígona escuchó a sus soldados hablar de cuántos eran sus enemigos, y cómo se desalentaban unos a otros, dio un paso en medio de ellos y preguntó: “¿Y por cuántos enemigos creen que yo valgo?”. Almas desmotivadas ¿por cuántos creen que vale el Señor? ¿Acaso Él no es un oponente demasiado grande para todos sus enemigos? ¿No es el Todopoderoso más que muchos poderosos? ¿No significa nada Su presencia para nosotros? “Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31).[18]

  1. En tiempo de peligros.[19]

La tentación de estar más preocupados en las cosas urgentes en lugar de las importantes es particularmente fuerte en tiempos de peligros. Nadie en la vida cristiana está libre de temores y preocupaciones. Sin embargo, no somos esclavos del temor. Lo que a menudo es para juicio de los impíos, es para bendición del Pueblo de Dios.

       Flavel insta a los creyentes a no tener temores innecesarios en tiempos de peligros y recordar el cuidado de Dios en ocasiones pasadas. Y, aunque ocurran aquellas cosas que tememos, debemos recordar que merecemos que nos ocurran aun cosas peores. 

  • En tiempo de apuros.[20]

Flavel se refiere a tiempos en los que hay necesidades particulares, como por ejemplo, pobreza. Es de especial ayuda para el creyente meditar en la vida de aquellos que han pasado por las mismas dificultades que nosotros y han sido fieles. Más aun, debemos recordar las muchas promesas de Dios, que son tan ciertas en tiempos de bonanza como de adversidad. Y aunque tengamos sufrimientos en esta vida debemos ser conscientes de la vida por venir. 

       El mayor consuelo del creyente en tiempo de angustias y dificultades es Cristo mismo. Al final de esta sección Flavel responde algunas objeciones y dudas que pudiera haber en la mente de sus lectores. Esta es una de las marcas de los sermones puritanos, uno de los puntos principales de sus sermones y escritos era dedicado a la resolución de dudas y objeciones. Esto sería el equivalente en nuestros días del elemento apologético que debería tener nuestra predicación. 

  • En tiempo de distracciones.[21]

Existen dos tipos de distracciones en la vida cristiana: La primera de ellas es voluntaria y habitual. Esto se refiere a hábitos que hemos ido cultivando con el tiempo, pero que nos distraen de nuestra comunión con Dios, por ejemplo, aunque obviamente Flavel no menciona esto, el ver televisión de manera excesiva, o incluso deportes como el fútbol que puede llegar a convertirse en un ídolo en nuestra cultura latina. 

       El segundo punto que Flavel menciona son las distracciones involuntarias y lamentadas. Este tipo de distracciones se deben a la debilidad y falta de vigilancia para oponerse al pecado en la hora de la prueba. Este tipo de distracciones vienen de manera inesperada. 

  • En tiempo de insultos.[22]

Por sobre todas las cosas debemos tener presente que la venganza le pertenece a Dios, y los medios que Él ha dispuesto para el ejercicio de justicia. No debemos vengarnos por nosotros mismos. Sino que, por el contrario, debemos recordar aquellos modelos de mansedumbre y perdón que nos han precedido en la fe. 

Si fuésemos a un manicomio, y allí escucháramos a alguien que nos maldice, a otro que se burla de nosotros, y un tercero que nos amenaza, ¿dirías: “Me vengaré de ellos?” ¡No, preferirías más bien compadecerte de ellos! ¡Ay, pobres criaturas! Están fuera de sus cabales, y no saben lo que hacen. Además porque vendrá el día, si no se arrepienten, cuando serán más miserables de lo que pueden desear en sus corazones para ellos. No necesitas vengarte, porque la venganza de Dios no duerme y pronto llegará sobre ellos, ¿y no es esto suficiente? ¿Acaso no poseen ellos una eternidad de miseria por venir?[23]

La base para el perdón y negar a vengarnos por nuestra cuenta es justamente ser conscientes de la justiciar de Dios. Dios va a juzgar la maldad. 

  • En tiempo de pruebas.[24]

La ira repentina es un signo debilidad, y falta de control. Flavel identifica tres tipos diferentes de ira: la natural, la santa y la pecaminosa. La manera para evitar una ira pecaminosa es tener pensamientos bajos y humildes de nosotros mismos, para poder ser mansos y humildes para con otros. 

       Debemos contemplar los efectos que puede tener una ira sin control, la manera como esta contrista al Espíritu de Dios, le da ventajas al diablo, nos roba nuestro sentido del deber, y destruye nuestro testimonio cristiano. Debemos evitar por sobre todas las cosas situaciones en las que podamos caer en una ira descontrolada. 

  1. En tiempo de tentación.[25]

Flavel proporciona seis argumentos que los cristianos deben ejercer a fin de proteger el corazón en tiempo de tentación y cultivar la piedad:

  1. Debemos por todos los medios quitarnos de la mente el falso placer del pecado. Satanás nos gritará: “puedes obtener placer en esto.”
  2. Debemos ser muy conscientes de la vergüenza que produce el pecado. No debemos creer la mentira de Satanás que nos dice que nadie nunca se enterará. 
  3. Debemos ser conscientes que no existe ninguna ganancia si pecamos. 
  4. Debemos ver el pecado por lo que es, y no pensar que es algo pequeño. 
  5. Debemos evitar pensar que porque Dios es misericordioso, podemos pecar sin consecuencias. 
  6. Debemos dejar de pensar que podemos pecar continuamente; y aun así, ser salvos. 
  • En tiempo de dudas.[26]

¿Cómo puede el creyente guardar el corazón cuando Dios retira su presencia de nosotros? Esta es quizá una de las épocas más difíciles para el creyente. El hecho de que tengamos una tristeza temporal no es una base segura para juzgar la realidad de nuestra fe. No importa la gravedad de nuestro pecado, por ninguna circunstancia debemos pensar que este nos debe alejar de Dios; sino por el contrario, acercarnos a Él. Flavel escribe:

Hay muchas cosas que nos atribulan, pero no deben hacernos tropezar. Si en cada tropiezo o falla por nuestra debilidad, cuestionáramos todo lo que se ha hecho a través de nosotros, nuestra vida estará formada de dudas y temores. Y nunca podríamos alcanzar esa paz interna firme, ni vivir esa vida de alabanza y gratitud que el Evangelio requiere.[27]

  • En tiempo de sufrimiento.[28]

En tiempo de sufrimiento debemos por sobre todas las cosas ser cuidadosos de no negar nuestra fe. Considera cristiano cuánto reproche y deshonra le traerías a Cristo y a Su Iglesia si negases la fe. Considera a Cristo, el capitán de la Fe, cómo, a pesar del sufrimiento en el que se vio envuelto, nunca actuó con cobardía; sino todo lo contrario. Medita por un momento, en medio de tus sufrimientos, las glorias que te esperan en el cielo y persevera en la fe. 

Mi perro seguirá los talones de mi caballo de la mañana a la noche, dará muchos pasos fatigosos a través del fango en lugar de dejarme, aunque por la noche todo lo que consiga sea huesos y descanso. Si mi alma tuviera alguna verdadera grandeza o chispa de generosidad, ¿no despreciaría los sufrimientos del camino para conseguir la gloria final? ¡Cómo derrumbaríamos todas las dificultades si viéramos con el ojo de la fe al precursor que entra por nosotros![29]

  • En tiempo de muerte.[30]

La última manera en cómo el creyente debe guardar la fe es, al momento de morir. Cuando se acerca la eternidad y nuestro tiempo en esta tierra llega a su fin es, justamente ahí, cuando Satanás trabaja más afanosamente para destruirnos. La muerte no es dañina para el pueblo de Dios, sino que es el medio que nos lleva al deleite pleno del disfrute de Dios. Inmediatamente después de nuestra muerte, comenzará la felicidad eterna del cielo. 

       Flavel, al igual que muchos de sus contemporáneos puritanos, vivían la vida con una consciencia plena de la muerte. La muerte es inevitable, y mientras más consciente seamos de la brevedad de la vida, la certeza de la muerte, y la inminencia de la eternidad; viviremos estos años que nos quedan de vida, de mejor manera. 

4. Cuarta parte: Aplicaciones

Esta es la sección final en la obra de Flavel, y la misma tiene el propósito de proveer una enseñanza final sobre cómo guardar el corazón, así como exhortarnos y animarnos a crecer en piedad. 

       El autor es muy consciente que en su tiempo eran muy pocos los cristianos que verdaderamente hacían un esfuerzo consciente para guardar el corazón. Si este era el caso en los tiempos de Flavel, ¿cuánto más no lo serán también en los nuestros? 

¡Oh, estudien sus corazones, vigilen sus corazones y guarden sus corazones! Abandonen las controversias infructuosas y las cuestiones inútiles; abandonen los nombres vacíos y las demostraciones vanas; abandonen las conversaciones infructuosas y la atrevida censura que hacen de los demás. 

Vuélvanse a sí mismos; entren en sus aposentos, y resuelvan establecerse allí. Han sido extraños a esta obra por demasiado tiempo; han guardado otros viñedos demasiado tiempo; han jugado demasiado tiempo en los bordes de la religión. Este mundo los ha detenido por demasiado tiempo de su gran obra. ¿Resolverán ahora a vigilar mejor sus corazones? ¿Se apresurarán y saldrán de la multitud de ocupaciones y clamores del mundo y se retirarán a sí mismos más de lo que han hecho antes? ¡Oh, que en este día y en esta hora se propongan hacerlo![31]

Daniel Caballero. 

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Daniel Caballero.

Daniel Caballero

Acerca del autor:
Daniel Caballero nació en Lima, Perú. BSc. Universidad Nacional Agraria La Molina. BA, Seminario Teológico Bautista (Lima); Postgrado en Teología, The London Theological Seminary (Londres), ThM-Teologia Histórica., Westminster Theological Seminary (PA-USA). Esta por iniciar estudios doctorales en Inglaterra sobre Historia de la Reforma (siglo XVI) y Post-Reforma (siglo XVII). Especialización en John Owen y Puritanismo ingles. Daniel ha escrito numerosos artículos sobre puritanismo, teología bíblica y cultura. Su campo de especialización es en estudios de la Reforma y Post-Reforma (Puritanismo). Ha vivido por casi siete años en Inglaterra, donde tuvo la oportunidad de profundizar estudios Teológicos. Es misionero enviado de Inglaterra para el servicio en desarrollo de educación teológica. Actualmente vive en Cork, Irlanda. Tiene experiencia desde muy joven en educación teológica. Esta casado con Ellie.

Notas:


[1] El titulo original de la obra fue: “A Saint Indeed: The Great Work of a Christian” (Un Cristiano de Verdad: La Labor Principal de un Cristiano”. Sin embargo, el título del libro fue cambiado en ediciones posteriores a “Guardando el Corazón”. La edición de esta obra ha sido traducida de la edición estándar, texto completo, académico, del inglés: John Flavel, “A Saint Indeed: The Great Work of a Christian”, en The Whole Works of the Reverend John Flavel, vol. 5 (London; Edinburgh; Dublin: W. Baynes and Son; Waugh and Innes; M. Keene, 1820), 417-509. 

[2] Sinclair Ferguson, “The Mystery of Providence by John Flavel (1628-1691”, en The Devoted Life: An Invitation to the Puritan Classics, ed. by Kelly M. Kapic and Randall C. Gleason (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004), 212-213. 

[3] John Flavel, “A Saint Indeed: The Great Work of a Christian”, en The Whole Works of the Reverend John Flavel, vol. 5 (London; Edinburgh; Dublin: W. Baynes and Son; Waugh and Innes; M. Keene, 1820), 423-430. A partir de ahora me referiré a esta obra solamente como Works.

[4] Works 5:430-437.

[5] Works 5:426.

[6] Works 5:427-428.

[7] Works 5:427-429.

[8] Works 5:429-437.

[9] Works 5:434.

[10] Latín: “Vires acquirit eundo.” Flavel se encuentra parafraseando a Virgilio. La cita completa: “Mobilitate viget, viresque adquirit eundo, parva metu primo, mox sese attollit in auras, ingrediturque solo, et caput inter nubila condit.” P. Vergilius (Virgil) Maro, Bucolics, Aeneid, and Georgics of Vergil, ed. J. B. Greenough (Medford, MA: Ginn & Co., 1900). [Virgil, La Eneida, 4.175–177] 

[11] Las doce secciones de la edición original en inglés han ordenadas en siete capítulos en la presente edición en español. Los capítulos tres al nueve corresponden a esta tercera sección en la obra de Flavel. El contenido es exactamente el mismo al de la obra original, no ha sido abreviado en nada. Sin embargo, se ha añadido subtítulos y divido a fin de facilitar la lectura. 

[12] Works 5:437-441.

[13] Latin: Non magnum est esse humilem in abjectione; rara virtus, humilitas honorata. Bernardo de Claraval, “Flores Seu Sententiate”, en Opera genuina, Volumes 1-3 (Paris: Bibliopolas, 1845), 459.

[14] Works 5:438.

[15] Works 5:441-445.

[16] Works 5:442.

[17] Works 5:442-450.

[18] Works 5:447.

[19] Works 5:447-457.

[20] Works 5:457-463.

[21] Works 5:463-468.

[22] Works 5:468-473.

[23] Works 5:471.

[24] Works 5:473-477.

[25] Works 5:477-480.

[26] Works 5:480-487.

[27] Works 5:481.

[28] Works 5:487-490.

[29] Works 5:488.

[30] Works 5:490-494.

[31] Works 5:498.

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