Este articulo ha sido tomado de: Jaime D. Caballero, «Introducción», en «Un Millón y Medio de Oraciones Contestadas: La autobiografía de George Müller» (Lima, Peru: Teologia para Vivir, 2021), 12-17. Puede ver el libro aquí.
¿Fue George Müller cesacionista o continuista?
La respuesta a esta pregunta no es sencilla. Debemos tener cuidado de no usar categorías teológicas anacronistas en el examen de la teología de Müller o cualquier otro personaje histórico. El debate entre continuistas y cesacionistas en la forma actual, no existía durante el tiempo de Müller, sino que es un debate relativamente moderno a partir de la formación del pentecostalismo a inicios del siglo XX.[1] La respuesta a la pregunta sobre si George Müller fue cesacionista o continuista depende mucho en cómo definamos el cesacionismo y continuismo. Afirma que un personaje histórico era cesacionista o continuista depende totalmente de cómo definamos cesacionismo o continuismo. Lo mismo ocurre con el examen de las creencias teológicas de cualquier otro personaje histórico.
Si definimos el cesacionismo como la negación de la posibilidad de eventos de índole sobrenatural, como milagros, entonces George Müller no era cesacionista. Sin embargo, esto es una caricatura del cesacionismo, pues casi todos los cesacionistas afirman la posibilidad de milagros, y otros eventos extraordinarios del Espíritu Santo como respuesta a la oración del creyente y de acuerdo con Su soberana voluntad. El cesacionismo niega que haya algunos dones extraordinarios del Espíritu Santo que algunos creyentes tengan y otros no, sino que la obra de milagros u otro son eventos extraordinarios obrados por el Espíritu Santo son hechos en respuesta a la oración de cualquier creyente sin la necesidad que posea un don especial. En otras palabras, la característica principal del cesacionismo histórico no es un “antisupernaturalismo”, sino un énfasis en la universalidad de la gracia del Espíritu para con todos los creyentes. Para el cesacionismo histórico no hay un grupo selecto en la actualidad que tenga un grupo de dones extraordinarios, y otro grupo de creyentes que no lo tenga.
Por otro lado, si definimos el continuismo como la vigencia de ciertos dones sobrenaturales del Espíritu, como el don de sanidad y el don de hacer milagros, que son dados a algunos y no otros, entonces George Müller tampoco era continuista. Para poder responder a esta pregunta, lo mejor en este caso es citar las palabras del mismo Müller y dejar que hable por sí mismo, y a partir de esto definir su postura en lugar de imponer un sistema doctrinal sobre él.
Müller estaba genuinamente preocupado de que los creyentes pensaran que él tenía un don especial del Espíritu Santo que no estuviera disponible y no hubiera sido dado también a todo creyente. Hay varios lugares en sus escritos donde escribe sobre el tema del don de la fe, milagros y sanidades. Sobre el tema escribe lo siguiente:
No pienses, querido lector, que tengo el don de la fe como en 1 Corintios 12:9 que se menciona junto con dones de sanidad, dones de milagros, don de profecía, y que por eso soy capaz de confiar en el Señor. Es cierto que la fe que ejerzo es un don de Dios. Es cierto que solo Él la sostiene y que solo Él puede aumentarla. Es cierto que, momento a momento, dependo de Él y que, si me caigo solo un momento, mi fe fracasaría por completo. Pero no es cierto que mi fe sea ese don de la fe del que se habla en 1 Corintios 12:9. Y eso por las siguientes razones:
(1) La fe que ejerzo en la obra de los orfanatos y mis propias necesidades materiales, no es esa “fe” de la que se dice en 1 Corintios 13:2 (evidentemente en alusión a la fe de la que se habla en 1 Corintios 12:9) lo siguiente: “Y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy”. Pero sí es la misma fe que se encuentra en cada creyente. Y soy más sensible a su crecimiento debido a que ha ido aumentando poco a poco durante los últimos sesenta y nueve años.[2]
(2) Esta fe en la obra de los orfanatos y en mis necesidades materiales se debe a que nunca se me permitió dudar en los últimos sesenta y nueve años de que mis pecados están perdonados, de que soy un hijo de Dios, de que Dios me ama y de que finalmente seré salvado…
… es necesario hacer estas observaciones para que nadie piense que mi dependencia a Dios es un don particular que solo se me otorgó a mí y que otros santos no tienen derecho a buscar […] no piense que he alcanzado un grado de fe que otros no deberían alcanzar…
Le ruego que no piense que soy un creyente extraordinario, que tengo privilegios o dones que otros como hijos de Dios no tengan.[3]
Les cuento esto con especial afecto para que no se dejen llevar por las mentiras de Satanás, y para que no piensen que estas cosas son reales solo para mí y que no pueden ser disfrutadas por todos los hijos de Dios. Aunque, como se ha dicho antes, no todos los creyentes están llamados a fundar orfanatos, escuelas y otras obras, sin embargo, todos los creyentes están llamados a tener la simple confianza de la fe, a arrojar todas sus cargas sobre Él, a confiar en Él para todo, y no solo a hacer de todo un tema de oración, sino a esperar respuestas a sus peticiones de acuerdo con Su voluntad, y en el nombre del Señor Jesús.[4]
El pasaje en cuestión al cual Müller alude es el siguiente:
Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según Su voluntad. 1 Corintios 12:8–11 (NBLA)
Müller escribe ampliamente sobre la respuesta del Señor a algunas oraciones que había hecho, particularmente restaurando su salud casi de manera inmediata como consecuencia de la oración. Sin embargo, es muy cuidadoso en afirmar que la respuesta a la oración no se debió a que poseyera un don de sanidad o un don de fe como los de la lista de dones que aparecen en 1 Corintios 12:8–11. Müller escribe:
Dios respondió mis oraciones mientras estaba en Londres, en noviembre de 1829 cuando fui inmediatamente restaurado de una enfermedad corporal en la cual había estado delicado durante mucho tiempo, y que nunca volvió a darme desde entonces. La forma en que ahora cuento estos hechos es la siguiente:
Creo que al Señor le agradó darme en esos casos particulares algo similar al don de la fe (no la gracia de la fe), para que incondicionalmente pudiera pedir y buscar una respuesta. La diferencia entre el don y la gracia de la fe me parece que es esta: Por el don de la fe soy capaz de hacer una cosa o creer que una cosa sucederá, pero el no hacerlo o el no creerlo no sería pecado. Por la gracia de la fe soy capaz de hacer una cosa o creer que una cosa sucederá respecto de la cual tengo con certeza la Palabra de Dios como base sobre la que apoyarme, y, por lo tanto, el no hacerlo o el no creerlo sería pecado. Por ejemplo, es necesario el don de la fe para creer que una persona enferma debe ser restaurada de nuevo a la salud, aunque no haya ninguna probabilidad humana, puesto que no hay ninguna promesa bíblica para tal efecto. Por otro lado, la gracia de la fe es necesaria para creer que el Señor me dará lo necesario para vivir, si primero busco el reino de Dios y Su justicia, porque hay una promesa en la Biblia para tal efecto (cf. Mt. 6:33).[5]
La práctica de Müller fue una consecuencia de su teología, y Müller hace una distinción teológica fundamental aquí entre lo que él denomina la gracia de la fe y el don de la fe. De acuerdo con Müller, el don de la fe es aquello que se menciona en 1 Corintios 12:8–11, y otros pasajes, junto con el don de profecía, el don de hacer milagros, entre otros. Por otro lado, la gracia de la fe es la obra del Espíritu Santo en la vida de todos los creyentes, y disponible para todos en todo momento. Por otro lado, el don de la fe no está disponible para todos los creyentes, sino que es el del tipo mencionado en 1 Corintios 12:8–11.
Para Müller, el don de la fe se relaciona con la fe y capacidad de obrar cosas para las cuales no hay una promesa explícita en las Escrituras, como la sanidad de una enfermedad. La gracia de la fe se relaciona con la fe y capacidad para creer y obrar de acuerdo con las promesas explícitas dadas por Dios en las Escrituras. Esta es una distinción importante, pues cuando Müller oraba por la sanidad propia, o de su esposa o de cualquier otro, lo hacía consciente de que no había una promesa de Dios para dicha sanidad, y la ocasión cuando Dios respondió a su oración otorgándole sanidad de su enfermedad reconoce que fue debido a “algo similar” al don de la fe mencionado en 1 Corintios 12:8–11. Por otro lado, cuando oraba por la provisión de las necesidades de los niños del orfanato, y sus necesidades en la obra, lo hacía confiado en la promesa de Dios de Mateo 6:33: “Buscad primero el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Müller estaba convencido de que Dios lo había llamado a hacer la obra que estaba haciendo. Su trabajo era buscar primeramente el Reino de Dios, y tenía fe en que Dios proveería para sus necesidades. La evidencia de que lo que hacía era la voluntad de Dios era justamente su provisión para sus necesidades. Si Dios no hubiera respondido a sus oraciones, y no hubiera habido provisión, esto hubiera sido un indicador para Müller de que lo que estaba haciendo no era la voluntad de Dios. Sin embargo, debido a que Dios había confirmado tantas veces a través de Su provisión que la obra del orfanato era Su voluntad, Müller tenía la plena seguridad de que Dios respondería a Su promesa de provisión, basado en una promesa explícita de las Escrituras.
Este es un punto de vital importancia para comprender la teología de Müller con respecto a la oración y la fe. Müller niega repetida y enfáticamente varias veces en sus escritos poseer cualquier tipo de don supernatural del Espíritu Santo, como los mencionados en 1 Corintios 12:8–11, sino que lo que poseía era la gracia de la fe, la cual era una obra santificadora del Espíritu Santo en su vida que le ayudaba a aferrarse y creer aquellas promesas explícitas mencionadas en las Escrituras. En otras palabras, la fe de Müller, así como su consciencia, eran esclavas de las Escrituras, y no de promesas que se encontraran fuera del texto bíblico. ¿Por qué es que Müller deseaba que sus lectores comprendieran esto? Müller lo dice en sus propias palabras:
Es necesario hacer estas observaciones para que nadie piense que mi dependencia a Dios es un don particular que solo se me otorgó a mí y que otros santos no tienen derecho a buscar […] no piense que he alcanzado un grado de fe que otros no deberían alcanzar… Le ruego que no piense que soy un creyente extraordinario, que tengo privilegios o dones que otros como hijos de Dios no tengan.[6]
Müller quería que sus lectores comprendieran que él no tenía ninguno de los dones especiales del Espíritu mencionados en 1 Corintios 12:8–11, sino que la misma obra santificadora del Espíritu en su vida ejercida a través de los medios ordinarios de gracia estaba disponible también para todos ellos. La gracia de la fe para obrar en Cristo las mismas obras que George Müller (1805-1898), William Carey (1761-1834), Jonathan Edwards (1703-1758), Martyn Lloyd-Jones (1899-1981), entre otros, está disponible para todos los creyentes en virtud de su unión con Cristo, a través de la obra santificadora del Espíritu, y garantizada por la elección antes de la fundación del mundo por el Padre. No podemos comprender la vida de oración de Müller separada de su teología de la fe y la obra santificadora del Espíritu, y no debemos ver estas doctrinas separadas de su teología más amplia de la elección, las doctrinas de la gracia, entre otras.
Entonces, ¿cuál era la postura de George Müller? ¿Estaba la postura de Müller más cerca a la postura continuista o cesacionista? Müller no lo afirma explícitamente, pues no era motivo de debate en su tiempo. Debido a esto, la respuesta a estas preguntas es algo que dejamos determinar de acuerdo con el criterio del lector, recordando que no solo en el caso de Muller, sino en el análisis de cualquier otro personaje histórico anterior al siglo XX (siglo en el que comenzó el debate continuista/cesacionista), la definición de su postura depende casi exclusivamente de como se definan los términos «cesacionista» y «continuista», y es aquí donde radica mucho del mal entendido en nuestros días.
Mas artículos del autor aqui.

Acerca del autor:
Daniel Caballero nació en Lima, Perú. BSc. Universidad Nacional Agraria La Molina. BA, Seminario Teológico Bautista (Lima); Postgrado en Teología, The London Theological Seminary (Londres), ThM-Teologia Histórica., Westminster Theological Seminary (PA-USA).. Especialización en John Owen y Puritanismo ingles. Daniel ha escrito numerosos artículos sobre puritanismo, teología bíblica y cultura. Su campo de especialización es en estudios de la Reforma y Post-Reforma (Puritanismo). Ha vivido por casi diez años en Inglaterra, donde tuvo la oportunidad de profundizar estudios Teológicos. Es misionero enviado de Inglaterra para el servicio en desarrollo de educación teológica en Perú. Actualmente vive en Cork, Irlanda, donde sirve en ministerio pastoral. Esta casado con Ellie.
NOTAS
[1] Para leer más sobre el tema y algunos de los conceptos usados en esta sección, puede leer el artículo: “¿Por qué soy cesacionista?”, aquí: https://semperreformandaperu.org/2019/09/13/por-que-soy-cesacionista-por-daniel-caballero/
[2] George Müller está escribiendo esto en 1895. La referencia de sesenta y nueve años se refiere al tiempo desde su conversión.
[3] George Müller, Autobiography of George Müller: A Million and a Half in Answer to Prayer (London: J. Nisbet and Co., 1914), 173-174.
[4] Ibid., 172.
[5] George Müller, Autobiography of George Müller: A Million and a Half in Answer to Prayer (London: J. Nisbet and Co., 1914), 53-54.
[6] George Müller, Autobiography of George Müller: A Million and a Half in Answer to Prayer (London: J. Nisbet and Co., 1914), 173-174.