Hace unas semanas el ministerio ‘Teología para Vivir’, en colaboración con la Iglesia ‘La Capilla de la Roca’, comenzaron una serie de sermones expositivos en 1 Juan. Cada sermón está acompañado de una exposición de la Palabra en video, el bosquejo y contenido del sermón preparado por el expositor, así como un comentario adicional de acuerdo al pasaje en cuestión. La finalidad de esto es poder ayudar y motivar a los predicadores a predicar expositivamente de las Escrituras. El comentario que se presenta a continuación, esperamos que sirva como un complemento al sermón y el bosquejo, a fin de facilitar aún más a los predicadores la preparación de sus sermones expositivos.
Vida Santa en Cristo: 1 Juan 1:5-7
1 Juan 1:5–7
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Verso 5. Y éste es el mensaje que hemos oído de El y que les anunciamos: Dios es Luz, y en El no hay ninguna tiniebla.
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Verso 6. Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.
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Verso 7. Pero si andamos en la Luz, como El está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.
Comentario.
El prólogo de la epístola da claras señales de que el problema que enfrentaba el autor era la existencia de dudas respecto a la revelación histórica de Dios Padre en su Hijo Jesucristo. Sin embargo, comienza su exposición en un punto diferente. Buscaba que sus lectores estuvieran en una posición de verdadera comunión con él, y así, con Dios y con Jesús. Pero la comunión impone ciertos requisitos: además del requisito doctrinal ya insinuado (que será desarrollado más tarde), hay también un requisito moral que surge del carácter de Dios.
Verso 5: Y éste es el mensaje que hemos oído de El y que les anunciamos: Dios es Luz, y en El no hay ninguna tiniebla.
Por consiguiente, Juan comienza su argumento con una afirmación con respecto a la naturaleza de Dios que, declara, ha oído de Jesús.1
Dios es luz. Hay que admitir que esta descripción de Dios no se encuentra en la enseñanza de Jesús en los evangelios exactamente con esas palabras. Sin embargo, la venida de Jesús era considerada como una revelación de la luz (Mt. 4:16; Lc. 2:32; Jn. 1:4–9; 3:19–21). Según Juan, Jesús se identificaba como la luz del mundo (Jn. 8:12; 9:5; cf. 12:35s., 46), y Mateo nos dice que él ordenó a sus discípulos que asumieran la misma función (Mt. 5:14–16). Todo esto implica que el carácter de Dios es luz, y que Jesús era la encarnación de la luz divina para los hombres. Hablar de Dios en esta forma era emplear un símbolo bien conocido, utilizado en muchas religiones y capaz de transmitir varias facetas de significado. Fundamentalmente el pensamiento de Juan derivaba del Antiguo Testamento. La luz era un símbolo evidente de Dios, en especial por el hecho de que a veces él se revelaba en el fuego y la luz. Se podía decir que Dios se vestía de luz y gloria (Sal. 104:1s.) y por tanto era demasiado brillante para ser visto por el hombre (1 Ti. 6:16). Específicamente, surgieron dos nociones asociadas a Dios como luz. Una era la de la revelación y la salvación (Sal. 27:1; 36:9; Is. 49:6). La luz ilumina lugares oscuros y es un símbolo apropiado de la manera en que Dios se revela a los hombres para mostrarles cómo vivir. La otra noción es la de la santidad: la luz simboliza la perfección intachable de Dios. La comparación del bien y el mal con la luz y las tinieblas es conocida, y era común en el mundo antiguo. Era típica de la religión iraní (zoroastrismo) y fue adoptada por el gnosticismo, pero también era de uso corriente en el pensamiento judío: en la Regla de la secta de Qumran se exhortaba a los miembros a amar a los hijos de la luz y odiar a los hijos de la tinieblas (1QS 1:9s.).2
El autor adopta este simbolismo cuando enuncia su pensamiento básico: Dios es luz. Suele subrayar sus proposiciones reformulándolas en forma negativa; de ahí que inmediatamente añade: «no hay ningunas tinieblas en él.» Expresa el contraste entre Dios y las tinieblas en los términos más enfáticos posibles. Lo importante no es sólo que Dios no creó las tinieblas3 sino que vivir en las tinieblas es incompatible con la comunión con Dios. Esto muestra claramente que el autor piensa en la luz y las tinieblas fundamentalmente en términos éticos. Es una manera de decir: «Dios es bueno, y el mal no tiene lugar a su lado.»
Verso 6. Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.
A esta tesis básica le sigue una serie de críticas a actitudes incompatibles con su aceptación. Juan se ocupa de tres afirmaciones que hace la gente, pero que deben ser evaluadas a la luz de su carácter real y en relación con esta tesis. Es posible que éstas hayan sido afirmaciones que en efecto hacían algunas personas en la iglesia a la cual Juan estaba escribiendo, y por tanto reflejarían el pensamiento de las personas que estaban causando problemas en la iglesia. Las declaraciones eran:
(1) Tenemos comunión con él.
(2) No tenemos pecado.
(3) No hemos pecado.
En cada caso, la respuesta del autor es comparar la afirmación con la forma de vida real de las personas y así mostrar que eran falsas. Luego pasa a indicar en cada caso cómo realmente podían tener comunión con Dios los que lo desearan.
La primera afirmación la hacían personas que alegaban que tenían comunión con Dios. Probablemente sostenían que tenían una relación verdadera con Dios sin aceptar la enseñanza particular del autor. Juan combate tal pretensión alegando que ellos todavía viven en tinieblas.4 Naturalmente hay un sentido en que todos los cristianos viven en la oscuridad. Viven en este mundo, que es opuesto a Dios (ver 2:15–17) y está caracterizado por la oscuridad. Pero la situación del cristiano es parecida a la de alguien que camina en un escenario oscuro en el círculo iluminado por un reflector. Avanza despacio para caminar en la luz sin temor a tropezar o perder el camino. Vivir en el resplandor del reflector implica vivir una vida compatible con el hecho de estar en la luz, una vida que está libre de pecado. Vivir en las tinieblas significa vivir sin el beneficio de la iluminación y dirección divinas, y por tanto vivir en pecado. Lo que Juan afirma es que no es posible tener comunión con Dios y al mismo tiempo vivir en pecado, porque tener comunión con Dios significa andar en la luz, mientras vivir en pecado significa andar en tinieblas. No es probable que la gente haya dicho: «Tenemos comunión con Dios y sin embargo andamos en tinieblas.» Esa era una contradicción que ellos tampoco aceptarían. Más bien Juan llamaba la atención a ciertos rasgos de su forma de vida, considerándolos pecado, y por tanto señales de vivir en las tinieblas.
Esas personas se estaban engañando a sí mismas. Ellas afirmaban tener comunión con Dios, pero debido a la incompatibilidad entre la naturaleza de Dios como luz y su naturaleza de hombres que vivían en las tinieblas, se engañaban a sí mismos. Se engañaban al pensar que podían tener comunión con Dios y al mismo tiempo practicar el pecado; y se engañaban al pensar que la experiencia que imaginaban era comunión con Dios era verdadera comunión con él. Esta última idea está implícita en el comentario del autor de que no practican la verdad.5 Ya hemos visto en 2 Juan que la verdad es la realidad absoluta de Dios revelada en Jesús y en el mensaje cristiano, y que esta realidad es de índole moral. Practicar la verdad significa vivir de acuerdo con el camino revelado por Dios, y, por lo tanto, como aquellos que pertenecen a la esfera divina. Juan dice que quienes practican el pecado demuestran que no pertenecen a Dios; en otras palabras, ellos no tienen comunión con Dios.
Verso 7. Pero si andamos en la Luz, como El está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.
Ahora el autor establece el contraste. Lo opuesto de vivir en la oscuridad es vivir en la luz, i.e., responder a la revelación divina de la verdad que nos muestra cómo debemos vivir. Vivir en la luz es entrar en la esfera donde se puede encontrar a Dios mismo, o vivir en la misma manera en que Dios vive. Las metáforas son muy flexibles, así que no hay nada extraño en lo que dice el autor, que Dios es luz y al mismo tiempo que él está en la luz. La consecuencia lógica es que aquellos que viven en la luz tienen comunión con Dios, ya que las dos expresiones se refieren a aspectos diferentes de la misma realidad. Vivir de acuerdo con la luz de Dios conduce al hombre a una relación de comunión con Dios. Pero en realidad esto no es lo que dice el autor. Anteriormente había escrito que su propósito era que sus lectores tuvieran comunión con él y sus colegas. Ahora, empleando el «nosotros» del predicador, que incluye al predicador y a su congregación, o al autor y a sus lectores, dice que andar en la luz nos lleva a la comunión unos con otros, i.e., con todo el pueblo de Dios. Esta es una interesante sorpresa. Haas expresa la idea muy bien: «Los falsos maestros, cuyas opiniones está citando y refutando en estos versículos, se gloriaban de su compañerismo y comunión con Dios; pero pasaban por alto la comunión con los hombres. Juan desea recordarles que ellos no pueden tener comunión con Dios a menos que tengan comunión con otros cristianos.»6 Los que se apartan de su comunión con otros cristianos no pueden tener comunión con Dios. Pero si están dispuestos a vivir en la luz de Dios, entrarán en comunión con ellos y con Dios mismo.
En cuanto una persona haga esto, sin embargo, se dará cuenta de su pecado. Precisamente aquello que la separa de Dios se verá en la luz. ¿Qué debe hacer? Puede simplemente retirarse del círculo de luz hacia las tinieblas, porque sabe que sus obras son malas, y no desea que se vean, ni quiere tampoco separarse de ellas (Jn. 3:20). Pero puede también, por el contrario, entrar en la luz, con todo su pecado, y para su sorpresa descubrirá que las oscuras manchas desaparecerán. La sangre de Jesús, el Hijo de Dios, limpia de todo pecado. Este pensamiento es parte esencial de lo que dice el autor, y los eruditos que lo consideran como algo secundario añadido al texto por un redactor pedante7 han malentendido la situación. «La sangre» es una manera simbólica de hablar de la muerte de Jesús. En el Antiguo Testamento «la sangre» era el resultado de la muerte de la víctima sacrificial, y su aplicación a la persona que ofrecía el sacrificio indicaba que los efectos del sacrificio se aplicaban a ella. El efecto de la muerte de Jesús es purificarnos del pecado. Decir que la sangre de Jesús nos purifica o limpia es decir que nuestro pecado es quitado y perdonado;8 sus efectos corruptores ya no nos condenan ante Dios. Aunque como cristianos que andamos en la luz somos conscientes del pecado, esto no impide nuestra comunión con Dios, porque Dios mismo quita nuestro pecado.9
Adaptado de: I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 104-108.
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Sobre el autor:
Howard Marshall (1934-2015), D.D. (Ashbury University); BA (Cambridge University); MA; BD; PhD (University of Aberdeen),ministro metodista Escoces, es considerado uno de los eruditos del Nuevo Testamento más importantes del siglo XX. Fue profesor emérito de Nuevo Testamento y Exegesis de la Universidad de Aberdeen en Escocia. Marshall también ocupo la catedra principal de la Asociación para la Investigación Bíblica y Teológica Tyndale, así también fue el presidente de la Sociedad Británica del Nuevo Testamento, entre otros muchos. Marshall tuvo un largo y fructífero matrimonio con Joyce, de quien tuvo cuatro hijos. Joyce fue con el Señor en 1996. Entre sus numerosas publicaciones tenemos; ‘Lucas: Historiador y Teólogo’(1989); ‘Los orígenes de la Cristología del Nuevo Testamento’ (1990), ‘Hechos’, (1980), ‘Jesús el Salvador: Estudios en la Teología del Nuevo Testamento’ (1990); ‘Un Comentario Crítico Exegético a las Epístolas Pastorales’, (1999); ‘Concordancia al Texto Griego del Nuevo Testamento’, (2002); ‘Mas allá de la Biblia: Pasando de la Escritura a la Teología’, (2004); ‘Teología del Nuevo Testamento: Muchos Testigos, un solo Evangelio’ (1994); ‘Perspectivas sobre la Expiación’ (2007), etc.
Notas:
1 Juan escribe respecto al mensaje que ha oído de él (ap’ autou). El uso que hace de los pronombres en esta epístola a veces no es claro, pero aquí tanto la referencia a haber oído el mensaje como el hecho de que éste se refiere a Dios sugieren que el autor del mensaje es Jesús (cf. Jn. 1:18; 3:32). En contraste con sus opositores, Juan basa su enseñanza en la autoridad de lo que ha oído en la revelación histórica de Dios a través de Jesús. Akouō normalmente se construye con para, pero aquí Juan usa apo (cf. Hch. 9:13).
2 Respecto a la «luz» ver Conzelmann, TDNT IX, 310–358; hay una breve nota en Stott, 77–79.
3 Juan no plantea el problema del origen de las tinieblas. Bultmann, 17, va demasiado lejos al sostener que Juan meramente presenta «un dualismo de decisión».
4 La RVR preserva la traducción literal de peripateō, «andar»; ver 2 Juan 4.
5 «Practicar la verdad» es la traducción de una frase que parece tener un trasfondo semita; cf. 1QS 1:5; Juan 3:21.
6 Haas, 35.
7 Bultmann, 20; de manera similar, O’Neill, 10, retira las palabras «la sangre de Jesús, su Hijo».
8 Fue en relación con este versículo que Westcott, 34–37, desarrolló su extraordinaria tesis de que «La sangre siempre incluye la idea de la vida preservada y activa después de la muerte.» A pesar del respaldo que ha tenido esta opinión, indudablemente tergiversa la enseñanza bíblica. Ver J. Behm, TDNT I, 172–176; A. M. Stibbs The Meaning of the Word «Blood» in Scripture, Londres, 19542; L. Morris, The Apostolic Preaching of the Cross, cap. 3. Respecto a katharizō, ver más adelante la nota 14. La RVR la traduce «limpiar».
9 O’Neill, 10, sostiene que originalmente el sujeto de la proposición era Dios. Igualmente argumenta que en lugar de allēlōn en la primera parte de la oración principal debemos leer autou, que tiene débil testimonio textual. Ambas conjeturas son muy improbables.
[1] I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 104–108.
Categorías:Epistolas Generales, Marshall, Howard, NT-1 Juan
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