Hace unas semanas el ministerio ‘Teología para Vivir’, en colaboración con la Iglesia ‘La Capilla de la Roca’, comenzaron una serie de sermones expositivos en 1 Juan. Cada sermón está acompañado de una exposición de la Palabra en video, el bosquejo y contenido del sermón preparado por el expositor, así como un comentario adicional de acuerdo al pasaje en cuestión. La finalidad de esto es poder ayudar y motivar a los predicadores a predicar expositivamente de las Escrituras. El comentario que se presenta a continuación, esperamos que sirva como un complemento al sermón y el bosquejo, a fin de facilitar aún más a los predicadores la preparación de sus sermones expositivos.
Comunión y Confesión: 1 Juan 1:8-10
Comunión y Confesión: 1 Juan 1:8–10
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Verso 8: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.
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Verso 9: Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad).
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Verso 10: Si decimos que no hemos pecado, Lo hacemos a El mentiroso y Su palabra no está en nosotros.
Comentario.
Verso 8. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.
Hemos visto que en el versículo 6 el autor acusa a sus opositores de afirmar tener comunión con Dios aunque andaban en tinieblas, i.e., cometían pecado. Parecería que la respuesta de ellos fue negarlo. «No tenemos pecado», contestaban. No es importante si ésta era la respuesta real o sólo lo que Juan imaginaba que responderían.10 Ellos afirmaban que no necesitaban ser limpiados del pecado porque no tenían pecado que limpiar. Acciones que evidentemente Juan consideraba pecaminosas no les parecían pecaminosas a ellos. Más adelante veremos cuáles eran.
Para Juan era evidente que estos hombres eran pecadores. La respuesta que les da es que simplemente se están engañando y que la verdad no está en ellos. Esto no significa sólo que estén mintiendo, sino que no tienen participación en la realidad divina a pesar de lo que digan en contrario. Hay cierta paradoja en esta afirmación. Lo opuesto es que si decimos que somos pecadores, la verdad está en nosotros. La resolución de la paradoja es que admitir nuestro pecado es encarar la situación en lugar de fingir, y cuando confesamos nuestro pecado, éste es limpiado y no nos acusa más. Si, por el contrario, no admitimos nuestro pecado, éste sigue sin ser confesado ni perdonado, y por lo tanto la verdad no está en nosotros. La tentación de negar el propio pecado es una tendencia común del cristiano y del no cristiano. Entre los opositores de Juan había personas que él no consideraba cristianas (2:19), que habían cercenado toda posibilidad de ser perdonadas con la negación de su pecado y de la capacidad de Cristo para salvar. El temía que otros en la iglesia siguieran su ejemplo y pretendieran una falta de pecado que podría interrumpir su comunión con Dios. Más adelante afirmará que el cristiano no peca, no puede pecar (3:6, 9; 5:18). A su debido tiempo habrá que intentar la solución de la paradoja adicional ocasionada por esa afirmación en relación con la que acabamos de discutir.
Verso 9. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad).
Nuevamente, como en el versículo 7, el autor presenta la posición contraria a la que acaba de bosquejar. En lugar de afirmar que no tenemos pecado, debemos confesarlo. Aunque la afirmación está en la forma de una oración condicional, tiene la fuerza de un mandato u obligación: debemos confesar nuestros pecados, y si lo hacemos, él es fiel y justo … Confesar nuestros pecados no es solamente admitir que somos pecadores, sino presentarlos delante de Dios y buscar el perdón.11 Si lo hacemos, podemos estar seguros del perdón y la purificación sobre la base del carácter de Dios. El es fiel y justo12 para13 perdonar el pecado confesado. La fidelidad está en su apego a las promesas de que perdonará a su pueblo: «¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia … Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos» (Mi. 7:18 y 20). La justicia está en la corrección inherente del acto. Si se cumplen los requisitos, Dios haría mal en retener el perdón. Su perdón, por tanto, no es un acto de misericordia opuesto a su justicia, porque su misericordia y su justicia en definitiva son una misma cosa. Con esta descripción de la acción de Dios, en el versículo 9, Juan desarrolla lo que ha dicho en el versículo 7. La idea de la purificación o limpieza es desarrollada en términos del perdón del pecado y la purificación de la injusticia. Se considera que el pecado nos hace culpables delante de Dios, y por tanto necesitamos el perdón; también nos hace impuros delante de Dios, y por tanto tenemos necesidad de purificación. La mayoría de los comentaristas considera los dos términos como sinónimos, pero es posible que la purificación signifique quitar no solamente la culpa del pecado sino también el poder del pecado en el corazón humano.14
Verso 10. Si decimos que no hemos pecado, Lo hacemos a El mentiroso y Su palabra no está en nosotros.
Por tercera vez Juan se ocupa de las afirmaciones de sus opositores y los miembros de la iglesia que podrían ser engañados por ellos. Cita lo que dicen: «No hemos pecado.» Nos es difícil entender por qué cita esta afirmación después del versículo 8, «no tenemos pecado», y los comentaristas han intentado encontrar alguna diferencia en el énfasis de las dos afirmaciones. Westcott opina que el versículo 8 se refiere a la presencia del principio pecaminoso en el hombre: una persona puede reconocer «la permanencia natural del pecado como un poder interior» y «sin embargo negar que haya pecado personalmente».15 Muchos comentaristas siguen esta interpretación. Sin embargo, como en el versículo 9 Juan ha interpretado la afirmación del versículo 8 en términos de la necesidad del perdón de los pecados (en plural), no es probable que haya visto tal afirmación simplemente como una negación de la presencia de un poder pecaminoso interior. Es posible que hayan habido personas que negaban tanto la pecaminosidad presente (v. 8) como los actos pecaminosos (v. 10). Quizás Juan pensaba que aun si uno afirma no pecar ahora, ciertamente ha pecado en el pasado. Pero tal vez debamos considerar que las dos afirmaciones son casi idénticas. Si es así, Juan está diciendo que aquellos que hacen tales afirmaciones no solamente se engañan a sí mismos (v. 8), sino que hacen a Dios mentiroso (v. 10) al negar el veredicto que él pronuncia sobre los hombres, que son pecadores.16 La afirmación de Pablo de que «todos pecaron» (Ro. 3:23) no es un dicho aislado: resume la enseñanza de las Escrituras sobre la universalidad del pecado.17 No sólo eso: la revelación bíblica de Dios hace hincapié en su carácter de Dios que perdona el pecado, y esta descripción no tendría sentido si los hombres no tuvieran pecados que necesitan ser perdonados. Aquellos que niegan su pecado caen así en el serio pecado de hacer a Dios mentiroso. De ninguna manera se podría decir que la palabra de Dios está en ellos. El mensaje de Dios, transmitido a través de la tradición cristiana, no ha afectado sus convicciones ni su conducta.18
Adaptado de: I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 108-111.
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Sobre el autor:
Howard Marshall (1934-2015), D.D. (Ashbury University); BA (Cambridge University); MA; BD; PhD (University of Aberdeen),ministro metodista Escoces, es considerado uno de los eruditos del Nuevo Testamento más importantes del siglo XX. Fue profesor emérito de Nuevo Testamento y Exegesis de la Universidad de Aberdeen en Escocia. Marshall también ocupo la catedra principal de la Asociación para la Investigación Bíblica y Teológica Tyndale, así también fue el presidente de la Sociedad Británica del Nuevo Testamento, entre otros muchos. Marshall tuvo un largo y fructífero matrimonio con Joyce, de quien tuvo cuatro hijos. Joyce fue con el Señor en 1996. Entre sus numerosas publicaciones tenemos; ‘Lucas: Historiador y Teólogo’(1989); ‘Los orígenes de la Cristología del Nuevo Testamento’ (1990), ‘Hechos’, (1980), ‘Jesús el Salvador: Estudios en la Teología del Nuevo Testamento’ (1990); ‘Un Comentario Crítico Exegético a las Epístolas Pastorales’, (1999); ‘Concordancia al Texto Griego del Nuevo Testamento’, (2002); ‘Mas allá de la Biblia: Pasando de la Escritura a la Teología’, (2004); ‘Teología del Nuevo Testamento: Muchos Testigos, un solo Evangelio’ (1994); ‘Perspectivas sobre la Expiación’ (2007), etc.
Notas:
10 No es claro hasta qué punto Juan cita en la epístola lemas reales de sus oponentes. Sin embargo, es probable que describa con exactitud las cosas que decían, aunque «tener pecado» sea una expresión juanina (Jn. 9:41; 15:22, 24; 19:11; Brooke, 17s.).
11 En otros lugares homologeō se usa con respecto a la confesión de fe (2:23; 4:2, 3, 15; 2 Jn. 7); exomologeō es empleado más comunmente para la confesión de pecado (Pr. 28:13; Mt. 3:6; Hch. 19:18; Stg. 5:16). La práctica de confesar los pecados se encuentra en el Antiguo Testamento (Lv. 16:21; Sal. 32:5; Pr. 28:13; Dn. 9:20) y en el judaísmo (1QS 1.24–2.1; DD 20.28s.). Schnackenburg, 125, sostiene que se trata de una confesión pública del individuo delante de Dios, pero niega que la iglesia actúe de alguna manera como intermediaria de Dios en el perdón de los pecados confesados.
12 La fraseología recuerda a Deuteronomio 32:4. Cf. Ro. 3:25; He. 10:23.
13 La frase que empieza con hina expresa la manera en que Dios expresa su fidelidad y su justicia. Es equivalente a un infinitivo de resultado (BD 3915).
14 Purificar es quitar los efectos corruptores del pecado en una de dos maneras: evitando los actos pecaminosos (2 Co. 7:1; Stg. 4:8) o por el perdón de los pecados ya cometidos (Ef. 5:26; He. 1:3; 10:2). Aquí la idea es principalmente el perdón por medio de la sangre propiciatoria de Cristo, pero el hecho de que Juan hable tanto del perdón como de la purificación o limpieza quizás sugiera que también está pensando en la destrucción de los deseos pecaminosos que nos contaminan a los ojos de Dios. Ver Calvino, 241; Westcott, 25. «Maldad» literalmente es «injusticia» y es sinónimo de «pecado» (cf. 5:17).
15 Wescott, 25.
16 Schnackenburg, 126 y n. 57.
17 1 R. 8:46; Sal. 14:3; Job 4:17; 15:14–16; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Is. 53:6; 64:6.
18 La palabra de Dios aquí equivale a la verdad (v. 8). Cf. Jn. 17:17. La referencia no es a la Palabra personal de Dios, de la cual no se dice que habite en los hombres. Más bien, Juan está hablando de oir y aceptar el mensaje cristiano.
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