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Las clásicas declaraciones representativas de la teología reformada se encuentran en los catecismos y las confesiones de las iglesias reformadas; (por ejemplo la Confesión Francesa (1559), la Confesión de los Escoceses (1560), la Confesión Belga (1561), el Catecismo de Heidelberg (1563), la Segunda Confesión Helvética (1566), los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra (1562, 1571), los Cánones del Sínodo de Dort (1619), la Confesión de Fe y los Catecismos de Westminster (1647), la Formula Consensus Helveticus (1675), etc). En un nivel secundario se encuentran los escritos de los principales teólogos representativos de esas iglesias; (por ejemplo Ulrico Zwinglio y Heinrich Bullinger de Zurich, Martin Bucer de Estrasburgo y Cambridge, Juan Calvino y Teodoro Beza de Ginebra, Pedro Mártir Vermigli de Estrasburgo, Oxford y Zurich, junto con grandes sintetizadores posteriores tales como Amandus Polanus (1561–1610) y Francis Turretin (1623–1687), entre otros).
Surgimiento histórico
La teología reformada se desarrolló dentro del protestantismo del siglo XVI, distinguiéndose del luteranismo. El desacuerdo inicial entre Lutero y Zwinglio se suscitó por la eucaristía, tornándose en una brecha abierta en el Coloquio de Marburgo (1529). La así llamada consubstanciación de Lutero se basaba en su punto de vista de innovación radical de la communicatio idiomatum (“intercambio de propiedades” entre las naturalezas de Cristo, divina y humana) como se expresaba en la ubicuidad (locación) de la humanidad de Cristo. Existían otras diferencias pero eran más bien asuntos de énfasis, o de otra manera eran menos divisivas; (i.e. el luteranismo tendía a poner más discontinuidad entre la ley y el evangelio, para permitir mayor autonomía del magistrado civil y para fijar la atención más estrechamente en la soteriología que los reformados). Sin embargo el acuerdo era inmensamente más amplio entre ellos que con Roma. Eran de la misma opinión en cuanto a las afirmaciones centrales de la Reforma (la justificación por la fe, la negación de la transubstanciación, el número de los sacramentos, y la autoridad de la Escritura). Sin embargo, todos los esfuerzos por lograr la unidad teológica y eclesiástica entre luteranos y reformados fracasaron.
Características principales
La centralidad de Dios
Este es un tema que impregna la teología reformada, el que se desarrolló bajo la demanda de la autorrevelación de Dios en la Escritura, estando su enfoque final en la Trinidad con un enfoque más inmediato sobre Jesucristo como mediador. A diferencia del luteranismo, en el que las luchas personales de Lutero por alcanzar el perdón legaron una concentración sobre la soteriología enfocada estrechamente sobre la justificación, los reformadores trataron de traer toda la realidad bajo el dominio de la supremacía de Dios. Esto puede considerarse eminentemente bíblico, en tanto evita los peligros de los “énfasis” caprichosos. El predominio de la doctrina de Dios llega a expresarse de diversas maneras:
1. El autoconocimiento humano se obtiene solamente a la luz del conocimiento de Dios. Para Calvino, somos capaces de reconocer quiénes somos sólo cuando nos enfrentamos con la suprema majestad y santidad transcendental del Dios viviente al darse a conocer a nosotros en su palabra mediante su Espíritu. De ese modo se nos da a conocer nuestro pecado y miseria, la depravación que impregna nuestro ser entero. Este agustinianismo representa en realidad una opinión elevada del hombre, ya que somos vistos como seres morales responsables ante Dios, conocidos solamente a la luz de Dios. Nuestra enajenación profundamente arraigada se ilumina intensivamente por la grandeza de Dios. Nuestra verdadera identidad es como la imagen de Dios.
2. La salvación en su totalidad es la obra de Dios. Por el impacto saturador del pecado estamos bajo la condenación de Dios, imposibilitados para cambiar nuestro estado o condición. Por eso, la teología reformada ha testificado consistentemente de la actividad de Dios absoluta y soberana en la salvación. Su origen es el propósito eterno de Dios, su elección soberana de su pueblo en Cristo desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4), elección hecha sin considerar cualquier cosa intrínseca en el hombre. De manera correspondiente, aunque distinguida de un modo diferente, se reconocía la reprobación soberana. Por lo tanto, el propósito de Cristo en la encarnación y la expiación era salvar a su pueblo de sus pecados. No fue la intención que expiara a cada ser humano; pues entonces o hubiera fracasado él, o el camino hubiera llevado al universalismo, el que se rechaza uniformemente como antibíblico. Tampoco hizo la cruz expiación provisional para todos en tanto que no logró nada intrínsecamente, dejando a la expiación en suspenso, dependiendo de la apropiación de Cristo por la fe. Más bien, Cristo hizo una expiación efectiva por los pecados de todo su pueblo. De igual manera, el Espíritu Santo nos atrae invenciblemente hacia Cristo. Puesto que estábamos muertos en pecado (Ef. 2:1) e incapaces a causa de la falta de voluntad para confiar en Cristo, la fe (de hecho, toda virtud cristiana) es totalmente una dádiva de Dios. El Espíritu Santo no sólo nos trae a Cristo sino que nos mantiene allí. Todo el proceso de la santificación y la perseverancia requiere nuestro esfuerzo enérgico en la fe, pero este esfuerzo es en sí mismo el don del Espíritu. Por eso, la teología reformada sostuvo con vigor en Dort que ninguno de los elegidos puede finalmente caer de la gracia de tal manera que se pierda.
Con frecuencia se emplea una palabra mnemónica en inglés, TULIP (tulipán) para resumir los Cánones de Dort y la teología reformada en general (depravación total, elección incondicional, expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia); sin embargo, esto puede presentar una imagen incompleta, una abreviación de la grandeza panorámica del concepto reformado de la iglesia y del cosmos.
3. La totalidad de la vida personal y corporativa ha de sujetarse a Dios. La teología reformada ha buscado consistentemente ordenar la vida entera de acuerdo con los requisitos de Dios en la Escritura. Desde sus inicios en Zurich, Estrasburgo y Ginebra, se hicieron grandes esfuerzos por modelar la vida cívica de este modo, así como también la eclesiástica. La teología reformada ha sido ligada con el origen tanto del capitalismo como del socialismo, con la expansión de la educación, el alfabetismo y la ciencia, además de la revolución en Francia, los Países Bajos, Inglaterra, Escocia y las colonias americanas. De la misma manera, puso mayor énfasis en la santificación y el papel continuo de la ley en la vida cristiana que el luteranismo. Por consiguiente, la teología reformada siempre ha buscado hacer justicia a la dimensión corporativa del evangelio y, en tanto que al paso del tiempo recibía creciente influencia del individualismo, sin embargo sostenía esto más efectivamente que otras ramas del protestantismo. La teología del pacto ejerció un muy fuerte impacto en esta dirección dentro de la teología reformada, ya que, aunque el pacto de la gracia estaba relacionado con la soteriología individual, la noción del pacto de las obras que Dios hizo con Adán antes de la caída se aplicó cada vez más, desde 1600, a las responsabilidades cívicas y políticas de las naciones para con Dios, basándose en una ley de la creación universalmente permanente y obligatoria.
La centralidad de Cristo.
En los principios de la teología reformada, ejemplificada por Calvino, Knox y Zanchius (1516–90), fue evidente una atención consistente sobre Cristo como el fundamento de nuestro conocimiento de Dios, como el sujeto y objeto de la elección y, precisamente debido a la centralidad de Dios, como el centro de atención inmediato de la teología. Más tarde, el impacto del escolasticismo con su deductivismo y la teología del pacto, con su empleo preponderante del concepto del pacto, llevó a la intrusión de otros factores que entonces asumían un lugar de dominio. A veces se han realizado esfuerzos para reafirmar un trinitarismo cristocéntrico; en forma extrema, por parte de Karl Barth. Un mérito de esas propuestas ha sido llamar la atención a tendencias de apartarse de las raíces de la teología reformada.
Pluriformidad.
La teología no es en la actualidad, ni lo ha sido nunca, monolítica. Ha tenido suficiente vitalidad creativa para abarcar la diversidad dentro de un consenso general. Por ejemplo, antes del sínodo de Dort, existieron diferencias sobre el asunto de la expiación limitada. Calvino era un tanto ambiguo, si no contradictorio, sobre el asunto, y puede haberse inclinado hacia la expiación general. Su sucesor Beza se opuso a la fórmula común (suficiente para todos, eficiente para los elegidos) sobre la base de que debilitaba el énfasis bíblico sobre la expiación limitada, o definitiva. De hecho, el sínodo de Dort forjó un acuerdo de compromiso entre la tendencia hacia lo universal de la poderosa delegación británica y el interés de la mayoría en lo particular.
El desarrollo de la teología del pacto también manifiesta una gran diversidad. Iniciada por Zwinglio, Oecolampadius y Bullinger, desarrollado por Zacarías Ursinio (1534–83) y Kaspar Oleviano (1536–87), el movimiento llegó a su madurez con Robert Rollock (1555–99) y fue desarrollado más por Johannes Cocceius (1603–69). En tanto que en el siglo XVII aumentaba su dominio, no todos los teólogos reformados eran teólogos del pacto en el sentido de emplear el concepto para estructurar su teología. Esto era aun más de esta forma antes de 1600. Más aún existían diferencias entre los teólogos reformados sobre la naturaleza del pacto de gracia: ¿era una imposición incondicional y unilateral por parte de Dios, o un pacto bilateral con condiciones a cumplirse por parte del hombre? La mayoría de los primeros teólogos del pacto tenían un solo pacto, el de la gracia. Más tarde, surgió la idea del pacto de las obras antes de la caída. A partir de 1648 fue propuesto un tercer pacto pretemporal. Cada sugerencia tenía sus adeptos. Además, existía diversidad sobre las cuestiones de la piedad. El puritanismo en la antigua y la nueva Inglaterra estaba orientado hacia la praxis, la santificación y el ministerio pastoral, tendiendo cada vez más hacia el antropocentrismo. Desarrollos similares tuvieron lugar en los Países Bajos y Escocia. Esto representaba un contraste con la teología reformada del siglo XVI y con la tradición orientada más escolásticamente. Esta pluriformidad no se extendió al arminianismo, el cual fue proscrito por el sínodo de Dort por socavar la teocentricidad gratuita de la salvación.
Calvino y el calvinismo
Frecuentemente se llama “calvinismo” a la teología reformada, debido al gran impacto de Juan Calvino. Sin embargo, no es un término satisfactorio. En primer lugar, debido a la pluriformidad mencionada arriba, Calvino no pudo imponer en otros sus puntos de vista. La autonomía de los diversos centros reformados lo impidió. Por ejemplo, su teología no recibió su forma del concepto del pacto como fue el caso de la teología reformada posterior; sin embargo, después de su muerte la teología del pacto llegó a ser de influencia creciente cada ves mas. En segundo lugar, es de dudarse si la teología característica de Calvino, arraigada en la exégesis bíblica, la comprendieron adecuadamente muchos de los que vinieron más tarde. Un recrudecimiento del escolasticismo aristotélico llevó a una mayor dependencia en la razón y alimentó un ambiente teológico marcadamente diferente, caracterizado por la claridad de definición, el deductivismo lógico, un mayor empleo del análisis causal y el uso liberal del silogismo. Por consiguiente, muchos eruditos pusieron una dicotomía entre Calvino y los calvinistas. Esto puede exagerarse, ya que, cualquiera que fueran las diferencias, los partidos interesados se consideraban a sí mismos como colegas y no como competidores. A pesar de su antipatía por Aristóteles, Calvino hizo uso del análisis causal aristotélico. Sin embargo, la reintroducción de la lógica aristotélica por Beza, Zanchius y Vermigli muy bien puede haber alentado la osificación eventual de la teología reformada para fines del siglo XVII. La dinámica bíblica viviente de los primeros días, ejemplificada por una inundación de comentarios bíblicos y tratados sistemáticos con fundamento en el trinitarismo basado en el Credo de los Apóstoles (los Institutos de Calvino era uno de ellos) llegó a estar trabada dentro de un sistema causal, y lógico. De hecho, esto de alguna manera preparó el terreno estaba preparado para el deísmo, ya que Dios se convirtió en la Primera Causa, tras de una cadena causal inmanente. A pesar de esto, Jonathan Edwards todavía hizo una contribución importante a la renovación de la teología reformada en los Estados Unidos del siglo XVIII.
Desarrollos posteriores
En el siglo XIX tuvo lugar un avivamiento de la teología reformada en los Estados Unidos, en donde la teología de Princeton, encabezada por Charles Hodge, A. A. Hodge (1823–86) y B. B. Warfield, continuó y adaptó el calvinismo escolástico de Turretin. En Holanda, Abraham Kuyper y Herman Bavinck también hicieron un impacto profundo. Kuyper llevó su teología a la vida pública, fundando una universidad, un periódico diario y un partido político, eventualmente convirtiéndose en primer ministro.
En su reacción masiva hacia el liberalismo, la deuda de Karl Barth para con la teología reformada de los siglos XVI y XVII es obvia casi en cada página de Church Dogmatics (Dogmática de la Iglesia), vista en su bienvenido, aunque exagerado, cristocentrismo y su repudio vigoroso del antropocentrismo. Sin embargo, nunca erradicó enteramente el existencialismo tan evidente en su comentario sobre los Romanos, y representaba algo como una tregua entre la teología reformada y el neokantianismo.
El siglo XX ha sido testigo de una aplicación importante del pensamiento reformado a la filosofía por, Herman Dooyeweerd, y el desarrollo por T. F. Torrance de una teología unitaria que obró recíprocamente con la física moderna. Además de eso, la teología reformada muestra una capacidad continua para la autocrítica y una renovación que augura un buen futuro, ya que, como sostiene Warfield, no se puede separar el futuro del cristianismo del futuro de la fe reformada. Su preocupación por el teocentrismo consistente, su amplia visión mundial y su cristocentrismo por lo menos implícito, todos ejemplifican su rigurosa exploración del evangelio, su búsqueda de “la fe en busca de comprensión”, y su movimiento hacia la integración de la creación y la redención de Cristo.
Bibliografía
J. W. Baker, Heirich Bullinger and the Covenant: the Other Reformed Tradition (Athens, OH, 1980); J. W. Beardslee (ed.), Reformed Dogmatics (Nueva York, 1965); W. R. Godfrey, Tensions within International Calvinism: the Debate on the Atonement at the Synod of Dort, 1618–1619 (disertación doctoral, Universidad de Stanford, 1974); B. Hall, “Calvin against the Calvinists”, en G. E. Duffield (ed.), John Calvin (Appleford, Abingdon, 1966); H. Heppe (ed.), Reformed Dogmatics: Set Out and Illustrated from the Sources (Londres, 1950); J. T. McNeill, The History and Character of Calvinism (Nueva York, 1954); B. B. Warfield, “Calvinism”, en Calvin and Augustine (Filadelfia, 1974); H. E. Weber, Reformation, Orthodoxie und Rationalismus, Teil 2 (Gütersloh, 1937).
Adaptado de: Robert Letham, “Reformed Theology”, en New Dictionary of Theology, eds. Sinclair B. Ferguson and J.I. Packer (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2000), 569-572.
Robert Letham

Robert Letham es profesor de Teología Sistemática e Histórica en la Union School of Theology (antes llamada Wales Evangelical School of Theology)También es profesor adjunto de Teología Sistemática en el Westminster Theological Seminary. La formación académica de Letham comenzó con una licenciatura (con honores) en Política otorgada por la Universidad de Exeter en 1969. A continuación, obtuvo un P.G.C.E. en 1971 por la Universidad de Nottingham. Se trasladó al Seminario Teológico de Westminster, donde obtuvo un M.A.R. y un Th.M. en 1975 y 1976 respectivamente. Se doctoró en la Universidad de Aberdeen en 1980. Entró en el Ministerio Presbiteriano en la Iglesia Presbiteriana Emmanuel, Whippany, Nueva Jersey, de 1981 a 1986; también ocupó un cargo similar como Ministro Principal en la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa Emmanuel en Wilmington, Delaware, durante 17 años. Su carrera docente le ha llevado a enseñar teología en la London School of Theology, el Westminster Theological Seminary y el Reformed Theological Seminary (Washington DC/Baltimore). Más recientemente, ha sido profesor visitante de teología en el Reformed Theological Seminary, Baltimore y Washington, D.C., desde 2001 hasta 2007, y en el Westminster Theological Seminary entre 1981-1986 y desde 2001. En la actualidad es tutor principal de Teología Sistemática e Histórica en la Union School of Theology (antes llamada Wales Evangelical School of Theology), cargo que ocupa desde 2007. Además, es Profesor Visitante del Programa de Doctorado en Ministerio en el propio Colegio Bíblico de la Reforma de Ligonier Ministries; y Miembro Visitante de la Facultad de Religión y Teología, Textos y Tradiciones, en la Vrije Universiteit de Amsterdam. Letham ha escrito más de veinte libros, y está considerado como uno de los teólogos reformados más importantes de la actualidad.
Muy bueno. Gracias Dios les bendiga
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